¿Somos naturalmente violentos? (i)

Mié, 21/12/2011 - 00:00
Cuando éramos estudiantes de los últimos años de medicina o internos acostumbrábamos en esta época sortear entre todos los turnos de fin de año. Dejábamos al aza

Cuando éramos estudiantes de los últimos años de medicina o internos acostumbrábamos en esta época sortear entre todos los turnos de fin de año. Dejábamos al azar la mala suerte de cubrir urgencias el 1 de enero pues la noche se ponía difícil desde la medianoche del 31. Al amanecer del nuevo año no había en el hospital sangre para transfundir, camillas libres ni espacio en los quirófanos para atender los accidentes, heridas por arma de fuego, quemaduras por pólvora e intentos de suicidio. Es apenas lógico que como jóvenes médicos idealistas nos hiciéramos esta pregunta: ¿es el hombre un ser violento por naturaleza? El abrumador cansancio tras entregar pacientes y salir impedía pensar mucho en eso. Preferíamos no preocuparnos tanto por el mundo y dormir, dormir, dormir hasta el próximo turno.

Hoy la pregunta sigue sin ser contestada y salubristas, psiquiatras y científicos sociales siguen discutiéndola. La opinión pública se inclina a pensar que la violencia es inherente a la naturaleza humana. La fuerza de esta conclusión radica en prejuzgar que los actos violentos de la conducta humana son cada día más prevalentes, Este año pasado salió un libro que sostiene, con detalladas estadísticas, lo contrario.

El profesor de Harvard y psicólogo evolucionista Steven Pinker publica Los mejores ángeles de nuestra naturaleza (The Better Angels of our Nature, Viking) a mediados del 2011 suscitando una “violenta” discusión sobre el tema. En esta primera ocasión resumiré la tesis fundamental del libro para ampliar y precisar algunos aspectos en la siguiente columna. Porque es un libro “gordo” de más de 700 páginas con más de 100 gráficas y tablas, además de extensa bibliografía.

A pesar del estilo criticado como pesado y reiterativo no es un libro difícil de resumir. Son diez capítulos donde se describen seis tendencias que han disminuido históricamente la violencia de la especie humana, bajo la influencia de cinco “demonios” internos y cuatro “ángeles”. Evidentemente no se trata de demonios y ángeles espirituales sino fuerzas e inclinaciones en la evolución biológica y cultural de la mente humana.

El título del libro hace alusión a una bella frase de Abraham Lincoln en su primer discurso inaugural. La mayoría de los historiadores opinan que el mejor discurso de Lincoln es el de su segunda inauguración como presidente de la Unión norteamericana y todos los escolares en los Estados Unidos aprenden de memoria el discurso de Gettysburg que incluye aquella famosísima cita del gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo. Pero el título del libro alude a unas palabras de Lincoln tras su primer juramento como presidente, ad portas de la Guerra Civil que produciría gran número de muertes en la población estadounidense: “No somos enemigos, somos amigos. No debemos ser enemigos….cuando seamos tocados, como seguramente ocurrirá, por los mejores ángeles de nuestra naturaleza”.

Pinker comienza por afirmar en su libro, cuantificando número de asesinatos y otras conductas violentas en los últimos siglos y diversas sociedades, que cada día la especie humana es más pacífica. Cito al autor: “Créalo o no- y sé que la mayoría de personas no lo cree- la violencia (humana) al seguirla por largos períodos de tiempo ha disminuido, y probablemente hoy estemos viviendo la era más pacífica en la existencia de nuestra especie”. Cosa difícil de aceptar para muchos de nosotros por varias razones.

Primero, dice el autor y muchos estamos de acuerdo en ello, tenemos unos medios de comunicación masivos que siguen el dogma: “si hay sangre, la noticia es titular”. La mente humana juzga la frecuencia global de un evento a partir de la facilidad de la memoria para recordarlo. Ésta se llena todos los días de noticias de actos violentos por lo tanto nos parecen más frecuentes de lo que son en realidad.

Segundo, nuestro pensamiento ético contemporáneo se escandaliza, eso es prueba ya de que algo hemos progresado, ante sucesos (muertes patrióticas, martirios políticos, ejecuciones públicas) que años atrás no herían ninguna susceptibilidad. Por último, afirma Pinker, un grupo importante de nuestros intelectuales se resiste a aceptar que hay algo admirable a pesar de sus desigualdades en la civilización, la modernidad y la sociedad occidental.

Quizás no estemos de acuerdo con estas explicaciones pero probablemente no hemos percibido la disminución de la violencia siglo tras siglo. En el libro se acepta, sí, que venimos de un “mal siglo” con holocaustos y armas de destrucción masiva. Pero eso no nos debe hacer perder claridad sobre la tendencia general histórica.

En medicina debemos estudiar estas tendencias porque de ellas depende qué sistema de salud, qué tipo de hospital y servicios de urgencias necesitamos para nuestra sociedad. Hace años escuchaba al médico Rodrigo Guerrero, alcalde electo de Cali, hablar de “epidemiología de la violencia”. El libro de Pinker, que seguiremos comentando en próxima columna, nos puede ayudar a discutir estos temas.

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