Un reportaje histórico con Laureano Gómez, el hombre tempestad

Jue, 21/04/2016 - 16:58
El día que se vaya a escribir la historia completa de la radio colombiana, el primer convocado tendrá que ser don Antonio Pardo García, maestro de periodistas y gran transformador de la informació
El día que se vaya a escribir la historia completa de la radio colombiana, el primer convocado tendrá que ser don Antonio Pardo García, maestro de periodistas y gran transformador de la información recibida a través de las ondas hertzianas, en el último medio siglo, por muchas generaciones. El proto-comunicador por excelencia, que inexplicablemente no ha sido reconocido con el Premio Simón Bolívar a la vida y obra de un periodista, aceptó reconstruir un episodio memorable de su paso por Caracol, cuando ofició con indiscutible éxito como director de noticias de la cadena fundada hace 68 años, en Medellín, por un grupo de empresarios capitaneado por William Gil Sánchez, (el papá de la inolvidable reina Doris Gil Santamaría). Dijo don Antonio: “Después de la firma del Pacto de Benidorm-Sitges, en España, llamé a Álvaro Gómez Hurtado para concertar una entrevista con su padre, el ex presidente Laureano Gómez. Me preguntó si la entrevista se haría por teléfono o yo iría a España. Le dije que la idea era entrevistarlo a su regreso a Colombia, para el programa “Cinco reporteros y el personaje de la semana”. ”Eso se demora unas semanas, pero cuente con la entrevista que se puede hacer en Barranquilla o Cali, a donde llegará primero.” Luego, cuando el ex presidente inició su regreso a Colombia, con una penúltima escala en Cali, Álvaro Gómez me llamó y me dijo: “Mi papá llegará pasado mañana a Bogotá. Al otro día por la mañana, a las once, véngase a la Casa y haga la entrevista. El ya la autorizó”. Fue un momento de mucha emoción. “Ya tengo el personaje para esta semana...!Laureano Gómez!” grité en la sala de redacción, en donde se encontraban coincidencialmente Julio Nieto Bernal y el famoso “Ñato” José Molina, uno de los más experimentados grabadores de la Radio. Julio Nieto dijo: ¡Eso es una verraquera! Y el “Ñato” se atrevió a comentar también: ¡Uuuy mi Dios Santísimo!”. Cuando me retiré para comentarle al presidente de Caracol, Fernando Londoño Henao, el acontecimiento, el “Ñato” me siguió y en los corredores me dijo:”Le voy a suplicar un inmenso favor. Lléveme como grabador. Al hombre que más admiro sobre la tierra es al doctor Laureano. Él es como mi dios.” Dos horas antes de la hora de la entrevista, en la puerta del edificio 8-48 de Caracol le pregunté: ¿”Ñato” qué grabadora lleva y cuántas cintas? “Llevo una Ampex 600 y tres cintas”. En el momento era la mejor grabadora profesional en el mundo, aunque tenía una pequeña exigencia: para grabar era necesario accionar al mismo tiempo dos comandos. Hundir uno y el otro girarlo a la derecha en dos pasos. Al llegar a la residencia de Laureano Gómez, no muy lejos de la Nunciatura Apostólica, en el Barrio Palermo, le dije: ”Ñato”, mientras yo saludo, usted pone a grabar, así no haya comenzado la entrevista. Grabe todo...hasta el silencio”. Cuando abrieron la puerta, el “Ñato” se arrodilló al ver en la sala al doctor Laureano y llegó así hasta él, quien le extendió la mano. El “Ñato” no le dio su mano sino que lo besó y siguió arrodillado. ¿Cómo se siente en Bogotá, doctor Laureano? le pregunté para formar el ambiente de la entrevista. El ex presidente comenzó a recitar versos sobre las sensaciones por el regreso, nostalgias de su niñez y juventud. Ñato, ¿está grabando?”. “Sí...sí sí”. Luego se produjeron las preguntas de rigor, las que el país esperaba. A los 30 minutos terminó la entrevista y como una cortesía le pregunté al doctor Gómez si quería escuchar parte de la entrevista, pues él estaba preocupado por su voz fatigada que pudiera fastidiar a la audiencia. El “Ñato” comenzó a rodar la cinta y a pasarla rápidamente. Su semblante rojo palideció hasta que se acercó y me dijo:”Don Antonio... como le digo... desastre... la embarré… No grabé. Se me olvidó hundir el botón.” El problema era decirle al doctor Gómez, terriblemente fatigado, que debía grabar de nuevo. La explicación se la di con el argumento de que había sido tan fuerte la conmoción para El “Ñato” que se le había olvidado grabar. El doctor Gómez accedió de nuevo, pero no quiso repetir los versos ni sus anécdotas y nostalgias de niñez y juventud, tal vez la parte más linda del reportaje. !O tiempos… O mores!
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