Vicepresidente…¿y primer ministro?

Mié, 19/02/2014 - 08:17
La mayor parte de las especulaciones sobre el próximo vicepresidente giran en torno al nombre de quién será escogido para acompañar al presidente Santos en la tarjeta electoral. La inquietud tiene
La mayor parte de las especulaciones sobre el próximo vicepresidente giran en torno al nombre de quién será escogido para acompañar al presidente Santos en la tarjeta electoral. La inquietud tiene sentido, dado que hay una alta probabilidad de que Santos sea reelegido. Pero como no solo importa quién, sino para qué, bien vale la pena hacerse otra pregunta: ¿qué debe hacer el próximo vicepresidente? Hasta ahora el balance de la institución vicepresidencial es agridulce. Por un lado, el vicepresidente no ha sido el conspirador que algunos temían. De hecho han actuado con gran respeto por las instituciones y no han usado su cargo como trampolín político. Por otra parte, la opinión pública no reconoce en el vicepresidente una figura útil, con las excepciones en las cuales han ocupado cargos ministeriales o embajadas, se les percibe como carentes de oficio y mas bien figuras decorativas. Solo uno de ellos ha ocupado el sillón presidencial. El mayor aporte de los vicepresidentes ha sido en la campaña electoral. La escogencia de Humberto De la Calle envió un mensaje de unidad liberal y de alejamiento del populismo que contribuyó al triunfo de Samper. Pastrana obtuvo un reconocimiento regional en la Costa con la presencia de Gustavo Bell y Uribe proyectó un mensaje de tranquilidad a las élites capitalinas con la escogencia de Pacho Santos. Resulta relevante entonces preguntarse qué hacer con la vicepresidencia como figura y con el próximo vicepresidente en particular. En cuanto a la figura misma, algunos se plantean volver a la designatura, pero nadie tiene la garantía de que los nombramientos a dedo sean mejores que las selecciones populares. En este argumento hay que tener cuidado, porque el voto popular no escoge al vicepresidente, sino que refrenda la elección a dedo que hace el candidato presidencial. No resulta claro entonces que las alternativas sean mejores que la institución actual. La pregunta relevante es qué hacer con el próximo vicepresidente. Hasta ahora el vicepresidente Angelino Garzón ha sido algo así como la conciencia social del gobierno. Dice cosas que no son del gusto del equipo económico, pero no ha asumido ninguna responsabilidad permanente y concreta en el ejercicio de la administración. Ha sido leal e incluso útil en los temas de manejo del diálogo social, en los cuales el gobierno es tan débil. ¿Puede esperarse que el próximo vicepresidente haga lo mismo? Muy difícil y poco probable. Pero eso no significa que no pueda cumplir un rol relevante dados los retos que enfrentará Santos en su segundo periodo. El principal reto del presidente actual, en su muy probable segundo período, será hacer la paz. Ese será su legado para la historia, porque la paz puede cambiar el rumbo del país. Y el presidente podrá concentrarse en los temas de la paz, si el vicepresidente le ayuda asumiendo algunas tareas domésticas, del modo como lo hacen los primeros ministros en otros sistemas políticos. De esta manera, si el próximo vicepresidente hace las veces de un jefe de gabinete y colabora en las tareas de coordinación diaria del gobierno sería muy útil, pues no es fácil que esa labor la cumpla otro ministro pues ellos no aceptan fácilmente ese tipo de coordinaciones que vengan de un par. La labor de un primer ministro aliviaría la carga del presidente para que se pueda concentrar en las tareas estratégicas. Un vicepresidente que asuma las tareas de coordinación y defensa del gobierno en aquellas áreas de las políticas públicas complementaría enormemente al presidente Santos para que este pueda concentrarse en las enormes tareas que vienen asociadas no sólo a la negociación de paz sino a la implementación de los acuerdos y permitiría evitarle el desgaste de la gestión cotidiana. Adicionalmente, como estas funciones serían asignadas por el presidente no habría riesgo de que el vicepresidente pueda separarse de las instrucciones del jefe del Estado (y empezar a conspirar), pues en ese caso, el presidente bien puede retirarle la delegación y retomar las riendas de los temas. *Director del Centro de Análisis y Asuntos Públicos.
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