Y tendría muchas razones...
Las primeras aparecieron cuando era un niño en Guachené, en el Cauca. Una cancha de futbol a una calle de su casa era su escenario de prácticas, su espacio para permitirse soñar con terminar lo que comenzó su papá, don José Eulises, cuando alcanzó a ser arquero de algunos equipos locales. La misma cancha que terminaba convertida en barrizal con las lluvias de abril.
Las otras –razones-, cuando la economía familiar flaqueaba, pues de repente la Alcaldía dejaba sin contrato a José Eulises y tenía que irse a apoyar las labores de los corteros de caña.
O cuando tenían que encerrarse con precaución en su casa, porque las Farc anunciaban un paro armado en la zona. Y para sobrevivir era mejor no moverse.
O cuando el dinero era tan escaso, que no había para los pasajes y poder viajar a Cali o a Pasto. Pero aún en esas circunstancias, Yerry tomaba la bicicleta de su padre y se iba a hacer mandados a quien necesitara, para ganarse los 500 pesos del bus.
O cuando le ganaba la desilusión porque llegaban las noticias de que uno de sus ex compañeros de escuela, había decidido –a la fuerza o voluntariamente-, irse al mundo de la delincuencia.
O cuando en la casa tenían que llenar enormes recipientes de plástico para almacenar agua, porque del acueducto solo había promesas cada cuatro años de los políticos de siempre.
O cuando llegando a un aeropuerto, aquí mismo en Colombia, le pareció que algo estaba mal en él, pues lo miraron de arriba abajo en actitud desafiante, sintiendo de frente eso que en televisión llamaban racismo y que en su pueblo, Guachené, nunca sintió.
O cuando lo devolvieron después de unas pruebas en Bogotá, en las que intentaba entrar a las inferiores de un equipo en la capital.
La lista de razones para que Mina no estuviera en Rusia y no hubiera anotado los dos goles que tienen a millones de colombianos felices es enorme. Las posibilidades de que no estuviera listo para enfrentarse, con la camiseta de la Selección Colombia encima, a la gran Inglaterra también. Pero no. No va a ser así. Mina aprendió a meterle goles a la vida y a su destino, como millones en este bendito país.
Yerry dejó toda su compleja historia sembrada en la cancha polvorosa de Guachené (para volver siempre a ella y recordar de dónde viene), se sacudió, y puso su mirada en el sueño que tuvo desde niño: Ser uno de los mejores futbolistas del mundo.
En un país como Colombia, que por miles de razones hace a un lado a los que siempre han estado a un lado, Mina es un símbolo maravilloso. Pero sobre todo es un ícono de ese país que se ve de lejos, que estuvo atrincherado e indefenso, por años, en medio de balas de un lado y de otro, de gobiernos centralistas y de políticas racistas. Y así hay que decirlo, sin evasivas, ni figuras retóricas.
Los goles de Mina no son solo un homenaje al enorme talento deportivo del Pacífico colombiano, a sus extremos, a su periferia. Al Valle, al Cauca, al Chocó y a Nariño. Son una goleada, en vivo y en directo, ante millones de personas, a ese país que aún no se quiere mirar al espejo para reconocerse diverso, mezclado, de pelo apretado y negro.
Yerry Mina no jugaría contra Inglaterra…
Vie, 29/06/2018 - 05:35
Y tendría muchas razones...
Las primeras aparecieron cuando era un niño en Guachené, en el Cauca. Una cancha de futbol a una calle de su casa era su escenario de prácticas, su espacio para perm
Las primeras aparecieron cuando era un niño en Guachené, en el Cauca. Una cancha de futbol a una calle de su casa era su escenario de prácticas, su espacio para perm