¡Cedamos nuestras dosis!

Finalmente, Estados Unidos parece tener un récord envidiable en un aspecto de la pandemia.

Estamos vacunando a nuestra población a un ritmo rápido y nuestras existencias han aumentado tanto que el gobierno del presidente Joe Biden predice que para mayo cualquier adulto en Estados Unidos podrá recibir la inyección.

Pfizer y Moderna están en proceso de entregar un total de 400 millones de dosis para fines de mayo y 600 millones para fines de julio (eso es suficiente para vacunar por completo a 300 millones de personas). Johnson & Johnson afirma que entregará 20 millones de dosis este mes y decenas de millones más pronto estarán en camino. Tan solo estas cifras proporcionarían al menos 80 millones de vacunas más de las necesarias para cada estadounidense mayor de 16 años.

Entonces, ¿por qué guardamos decenas de millones de dosis de la vacuna de AstraZeneca que están acumulando polvo en nuestros almacenes cuando podrían ser distribuidas de inmediato a otras partes del mundo? Hasta hace un mes, 130 países no habían administrado ni una sola dosis de cualquier vacuna contra la COVID-19 . La situación no ha mejorado mucho.

Aunque todavía no ha sido autorizada por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés), y por ello no está disponible para ser usada en Estados Unidos, la vacuna de AstraZeneca ya fue aprobada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para ser distribuida como parte de la iniciativa Covax para proporcionar acceso global equitativo a las vacunas contra la COVID-19. Así que podría comenzar a enviarse de inmediato a muchos países que la necesitan con desesperación ahora mismo. Además, tiene requerimientos de almacenamiento mucho más simples que otras vacunas, lo que la hace menos difícil de distribuir.

Desafortunadamente, la decisión de esta semana por parte de varios países europeos de suspender su uso debido a que varias personas vacunadas con ella desarrollaron coágulos es solo el más reciente de una variedad de problemas que AstraZeneca ha tenido en sus ensayos clínicos, sus informes y su distribución. Un error en la dosis en un ensayo inicial enturbió la interpretación de los resultados de eficacia; los datos iniciales insuficientes sobre la población de edad más avanzada causaron escepticismo entre los reguladores europeos.

No obstante, esa vacuna ha sido usada con amplitud y de manera exitosa, especialmente en el Reino Unido, donde más de diez millones de dosis han sido administradas. Los resultados son más que alentadores. Por ejemplo, los datos muestran que el riesgo de hospitalización entre las personas que recibieron la vacuna de AstraZeneca en Escocia se redujo un 94 por ciento.

A pesar de esas pausas en las vacunaciones de Europa, la agencia regulatoria europea ha dicho que “no hay señales de que la vacunación haya causado” los coágulos y que estaba “firmemente convencida” de los beneficios de la vacuna. A partir de los datos que se han dado a conocer, los expertos en salud señalaron que no parece que los incidentes excedieran la cantidad esperada en la población general (Alemania, por ejemplo, dijo que estaba investigando siete incidentes de un total de 1,6 millones de personas que recibieron la vacuna en ese país). La OMS también ha exhortado a los países a continuar con el programa de vacunación.

La FDA ha indicado que desea ver resultados del ensayo en proceso en Estados Unidos de AstraZeneca antes de considerar autorizar la vacuna para uso de emergencia. A juzgar por los procesos previos de aprobación, estamos al menos a un mes de distancia, si no es que más, de la posible fecha más cercana para que los estadounidenses reciban inyecciones de la vacuna de AstraZeneca. Eso sería a fines de abril o incluso mayo (cuando habrá muchas vacunas de Pfizer, Moderna y Johnson & Johnson para los adultos estadounidenses).

La turbulenta distribución de la vacuna de AstraZeneca reafirma la importancia de realizar ensayos clínicos apropiados como el de Estados Unidos. Sin embargo, eso no significa que también tengamos que quedarnos con todas las dosis para nosotros.

Mientras tanto, Sudamérica experimenta un resurgimiento de casos y solo alrededor del cinco por ciento de la población de la región ha recibido cualquier versión de la vacuna. La cifra es menor al uno por ciento en toda África.

Para empeorar esta desigualdad, las nuevas variantes amenazan más a estos países, dadas las noticias poco gratas de que la variante B.1.1.7, identificada por primera vez en el Reino Unido, también podría ser más letal además de ser más transmisible y ahora se propaga por todo el mundo. La evidencia de laboratorio y en el mundo real indica que las vacunas proporcionan protección considerable contra la B.1.1.7, pero es de poco consuelo para aquellos que no las tienen.

La mayor transmisibilidad, que es más difícil de contener con el uso de cubrebocas y distanciamiento social, hace que sea aún más crucial distribuir las vacunas tan pronto como sea posible. Cuando existe una amenaza exponencial como una variante más transmisible, una vacuna inyectada en brazos hoy es mucho más valiosa que una que llegue en algunos meses.

Además de proporcionar vacunas de AstraZeneca, también deberíamos considerar de inmediato transferir incluso más dosis de las otras vacunas. Estados Unidos reservó vacunas en exceso desde el principio porque no sabíamos cuáles funcionarían y cuántas serían entregadas. Ahora lo sabemos, así que es momento de ajustar las cantidades. Ya tenemos cien millones de dosis ordenadas a la compañía estadounidense Novavax; su ensayo clínico británico acaba de concluir y se espera que pronto solicite la autorización para uso de emergencia en Estados Unidos. Tampoco necesitaremos la mayoría de esas, no en esta ronda.

Otra ventaja que tenemos es que Estados Unidos fabrica sus vacunas aquí y la administración de Biden, de manera sabia, ha buscado incrementar la capacidad de manufactura y, por ende, de suministro. La Casa Blanca hace poco medió un acuerdo entre Merck y Johnson & Johnson para usar las plantas de Merck en Estados Unidos y producir más de la vacuna de Johnson & Johnson y, según se ha reportado, aportar cientos de millones de recursos públicos para mejorar las instalaciones de Merck conforme a lo que se requiera.

Eso es genial y hace que nuestro suministro sea mucho mayor a nuestras necesidades. La vacuna de Johnson & Johnson es fácil de almacenar y requiere solo una dosis, lo que la convierte en una herramienta valiosa en áreas de difícil acceso en todo el mundo. También deberíamos ceder algunas de esas dosis.

Un argumento para quedarse con todas las vacunas en Estados Unidos parece ser una versión de “más vale prevenir que lamentar”, es decir, que es preferible tener un exceso y no una escasez. Esto no es correcto ni moral cuando tantos países ni siquiera pueden vacunar a sus trabajadores de la salud y, además, nuestro exceso está prácticamente garantizado a estas alturas. Es verdad que tal vez tengamos que manufacturar y distribuir refuerzos que sean incluso más efectivos contra las variantes, tal vez desde este año, pero eso es a futuro y nuestro suministro de la variante antigua de AstraZeneca no nos ayudará cuando lleguemos a ese momento.

Otra preocupación mencionada es que podríamos necesitar algunas de esas vacunas para los niños. Sin embargo, el cronograma más cercano para ello es este otoño para aquellos cuya edad oscila entre los 12 y los 16 años y el próximo año para los más pequeños, ya que su ensayo clínico apenas ha comenzado. Acumular vacunas para usos potenciales más allá de nuestra necesidad en los siguientes seis meses no es defendible, sobre todo porque debemos seguir incrementando la capacidad para fabricar más.

Dejar que nuestras dosis en exceso hagan algo de bien en el mundo ahora también es astuto en términos políticos después de que la administración previa hizo tan poco para engendrar buena voluntad en el mundo.

Mientras Estados Unidos acumula más vacunas de las que necesita, tanto China como Rusia se han involucrado en una “diplomacia de vacunas” (distribuir vacunas como parte de su promoción política). Al mismo tiempo, los medios estatales chinos y, según reportes, fuentes vinculadas al gobierno ruso han sembrado dudas sin fundamentos con respecto a las vacunas occidentales.

Aunque el presidente Biden está claramente consciente del peso de la historia y se dice que ha modelado los primeros días de su presidencia con base en los primeros cien días de la de Franklin Roosevelt, podría haber indicios de un legado más duradero en el últimodiscurso de Roosevelt ante el pueblo estadounidense. “El espíritu fraternal de la ciencia”, dijo, al citar a Thomas Jefferson, “une en una misma familia a todos sus partidarios, de cualquier grado, sin importar cuán dispersos estén a lo largo y ancho del planeta”.

Las vacunas son un regalo de ese espíritu de la ciencia para el mundo. El legado de Biden sin duda incluirá no solo cómo supervise la destacada campaña para vacunar a los estadounidenses, sino también cómo su administración aumente el esfuerzo para ayudar a vacunar al resto del planeta contra esta enfermedad. Además de hacer todo lo que podamos para incrementar el suministro global de vacunas, debemos dejar que nuestras dosis en exceso sean enviadas adonde son necesitadas con desesperación sin esperar a que pase otro día.

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