Tragedia y muerte de Padilla
Sellada la campaña libertadora con el broche de oro de Maracaibo, terminó la carrera militar del marino mas deslumbrante de nuestra historia.
Voy a retro marchar un poco y referirme a lo dicho por Jesús Torres Almeyda, en su libro de “Padilla”, cuando dice que había cierta ojeriza o animadversión, en los altos mandos venezolanos contra los jefes militares neogranadinos, ya sea por emulación o por otras causas. En la campaña naval de Maracaibo los mandos venezolanos quisieron relegar a Padilla a un segundo plano en los precisos momentos en que Laborde hacia su aparición por la barra de Maracaibo. En defecto, el intendente de Venezuela, Soublette, guiado posiblemente por Montilla y Manrique, decidió quitarle a Padilla el mando de la escuadra de operaciones sobre el Zulia, disponiendo el 5 de julio que saliera al golfo de Venezuela y que Beluche lo reemplazara en el Lago. ¿Que tal el despropósito?
En días recientes, tuve la oportunidad de visitar el “Museo Naval del Caribe” en la amurallada Ciudad Heroica y pude apreciar en el modulo dedicado a Padilla y su empresa, un resumen de su “Tragedia”, que a la letra dice: “En parte, su maldición, proviene de las acaloradas pasiones que despierta su personalidad: el amor de las mujeres y la envidia de los hombres”. “Desde su nombramiento en el Arsenal de Cartagena en 1808, Padilla esta envuelto en escandalosos líos de faldas. Abandona a su esposa Pabla Pérez, para vivir públicamente con Ana Concepción Romero, quien abandona también a su marido”.
Ya se habló de las Glorias de nuestro héroe y su ascenso a las mas altas posiciones; también hay que hablar de los infortunios, originados con el oficial venezolano, Mariano Montilla, llegado con Bolívar, quien, arremetió contra Padilla, seguramente por causa de Juanita Rodríguez, apodada la “Zamba Jarocha”, mulata curazaleña de “bellas facciones, ojos negros, cabello corto, soltera, de temperamento sereno, que canta, baila y alborota a su paso las calles de la ciudad”. Digna de amar y ser amada. Efectivamente después de la noche de “San Juan”, ella se enamora de Padilla y por supuesto Montilla, el orgulloso venezolano promete vengarse del granadino.
Después de Maracaibo, Padilla se retira de la vida militar e incursiona en los “pantanos de la política, que entonces, como ahora, estaban llenos de barro, de trampas y de alimañas” (J. Gossaín). Cartagena, agradecida, lo escogió miembro del colegio electoral. Un año después, su departamento el Magdalena, lo eligió Senador. Al termino de la legislatura regresa a Cartagena. Mientras tanto Bolívar regresa del Sur del continente, donde consolida la libertad de otras naciones.
Revisando el libro “Piar, Petión y Padilla” de Juan Zapata Olivella y en particular del capitulo “Padilla, el hijo del Mar” (1986) y de la publicación titulada “Prospectiva en Justicia y Desarrollo” (22 de octubre de 2018) por Alejandro García H, se esgrime otra razón y pudo haber sido el “Racismo”; me explico: “Bolívar invitó a Padilla y a Montilla a defender su constitución autócrata, la cual lo establecía como el presidente vitalicio de una federación de repúblicas. Padilla no estaba de acuerdo con el proyecto, sin embargo, tuvo que apoyarlo por la tensa situación que Montilla ocasionó al esparcir la idea de una posible guerra de razas” (sic).
Al querer establecer un régimen dictatorial, convoca una convención en 1827, a la que muchos se oponen, y requiere el apoyo de los jefes militares; no lo obtienen de los del Batallón “Tiradores de Cartagena” del cual Padilla pertenece.
Finalmente, el Almirante y General Padilla, fue detenido por el gobernador, también general Mariano Montilla, su más enconado enemigo y partidario de la dictadura.
Acusado de conspirador, Padilla huye hacia Ocaña, donde se reúne una Convención para decidir el futuro político del país y como buen estratega busca un terreno neutral para defender su inocencia. Desanimado regresa a Cartagena, a donde llegó el 1 de abril de 1828 en busca de testimonios a su favor, pero Montilla no le da oportunidad, lo arresta y lo envía a Bogotá, acusado de promover una guerra racial y también bajo el cargo de rebelión
Según Gossaín lo peor no había llegado todavía. Padilla se encontraba preso en Bogotá, acusado de insubordinación, cuando los conspiradores (asesinos) intentaron matar al Libertador y presidente de la República, la noche del 26 de septiembre de 1828 y trataron de sacar de la cárcel a Padilla donde estaba recluido. Está claro que el Almirante, no participó en los macabros planes, ni sabia que sucedía. El vicepresidente del país, general Rafael Urdaneta (también venezolano) lo acusó de traición a la patria y lo hizo condenar a muerte y el 22 de octubre de 1828 fue fusilado y después ahorcado a la vista del público. Fue una de las victimas de la villanía política, la injusticia y las mezquindades de sus enemigos.
No nos digamos mentiras, aquí lo que sucedió fue que confluyeron tres grandes corrientes, como en el Golfo de Penas (al sur de Chile): la primera que los venezolanos, siempre pendencieros, querían minimizar a los neogranadinos, la segunda que Bolívar quería convertirse en Dictador y la tercera un tema de racismo (Guerra de Pardos). Desenlace, rencores personales revueltos con diferencias políticas, celos profesionales mezclados con celos sentimentales, venganzas disfrazadas de justicia. Por Dios, que mal y que hoy día lastimosamente reinan; no es sino ver el articulo de la UMNG del 15/09/2021 y boletín No. 36 de Acore, “Colofón de lo Correcto” (MG. R. Rubianogroot).
En el libro de “Padilla” (J. Torres) en su capitulo “La voz de la sangre”, su hermana Magdalena Padilla, en los 15 memoriales, a las claras definían una situación jurídica a favor de Padilla y complicaba la de sus émulos. Pero la suerte estaba echada. Los favoritos de Bolívar tenían las de ganar. Por eso se encarriló por la vías legales el juicio sobre los tumultos populares de Cartagena, ya que el régimen había acabado con el Estado de Derecho y de antemano se sabia entre bastidores la aplicación a Padilla del terrible decreto sobre “conspiradores”, con el objetivo de amedrentar a los constitucionalistas y el someter a la Nueva Granada en botín de mercenarios y de cortesanos de la dictadura.
Afortunadamente, al cabo del tiempo (1831) la Convención Granadina lo eximió de todos los delitos que le habían atribuido, especialmente el de traición a la Patria y le devolvió a su memoria el honor que habían pretendido mancillarle. Esta decisión se confirmó por el Consejo de Estado en 1833 a través de un decreto que rehabilitó oficialmente al héroe.
Los restos de Padilla fueron conducidos a la bóveda de Santa Rita en Santa Fe de Bogotá, donde permanecieron noventa y cinco años hasta que fueron trasladados a la Catedral Nuestra Señora de los Remedios de su natal Riohacha en 1923. Hoy en día es la figura más representativa de los guajiros.
Si miramos mas allá, de las consecuencias por la actitud de Bolívar sobre la “Dictadura”, recordemos el libro de nuestro nobel Gabriel García Márquez “El General en su Laberinto”, donde deja claro, que, en ese entonces, como tristemente ahora, la Justicia está politizada. Así mismo en el libro “Análisis Histórico del Desarrollo Marítimo Colombiano” del CN Enrique Román Bazurto, en su capitulo “Colombia Paradojas de un País Marítimo con mentalidad Mediterránea” en el numeral del <Mar de la Libertad al Mar del Olvido>, sobre el “despilfarro y el descuido con los dineros prestados en condiciones onerosas por Inglaterra, en los primeros años de la República no tiene perdón. El Congreso fue el primero que dio pésimo ejemplo (como hoy en día), incumpliendo sus propias disposiciones y echando mano de los dineros del empréstito para pagar la dieta de los congresistas”. (Eduardo Lemaitre: “La Bolsa o la Vida. Cuatro agresiones imperialistas contra Colombia”)
Y debo arribar al tema de la “Conciencia Marítima”, la cual es aprovechar el privilegio de la ubicación geográfica aventajada del país y su importancia para el comercio marítimo mundial; decía el sabio Caldas: “La posición geográfica de Colombia, parece que la destina al comercio del universo [..] A la derecha tiene todas las riquezas septentrionales, a la izquierda todas las producciones del mediodía de la América. Con puertos sobre el Pacifico y sobre el Atlántico, en medio de la inmensa extensión de los mares, lejos de los huracanes y de los carámbanos de las extremidades polares de los continentes, puede llevar sus especulaciones mercantiles de donde nace el sol hasta el ocaso” (sic). Lo han mencionado grandes estrategas, de que, sin una supremacía naval, ningún conflicto se ha podido ganar. Un buen día (7 de diciembre de 1826) Bolívar dicta un Decreto Presidencial desmantelando todas, y cada una de la naves que comandaba Padilla, y también el licenciamiento de la tripulación en conjunto, desde marineros hasta altos oficiales navales. Dos semanas antes el Almirante escribía al Libertador: “Yo convengo en que la Marina Nacional necesita reformas, pero las que señala el Decreto no son reformas sino una puñalada a la fuerza naval del país, cuya destrucción se pretende, y que me he visto a no darle cumplimiento” (J. Zapata).
Quiero finalizar este escrito, con una frase contundente de Gossaín, quien mencionó que el caso de Padilla demuestra que el olvido es mas destructivo que la injusticia. Nadie se acuerda de él. Su tierra natal, que en su época se llamó Provincia de Padilla, hoy es el departamento de la Guajira, cuando debía llamarse departamento de Padilla. Siete departamentos del país fueron bautizados en memoria de héroes nacionales y extranjeros, el resto rinden tributos a nuestras montañas y volcanes. Pero, curiosamente, ni siquiera su propia cuna, lleva el nombre de Padilla.
La verdad sea dicha, solo nosotros los descendientes, los herederos, los marinos profesionales, lo recordamos con justificado y comprobado orgullo y admiración: la Escuela Naval de Cadetes de Cartagena de Indias, lleva su nombre a mucha honra y también la Fragata que participó en la Guerra de Corea (1951) y actualmente la Fragata Misilera, buque de guerra prototipo, construida en Alemania, para beneficio de nuestra Armada Nacional y del país que amamos.