¿Revocar es la solución?

Estas semanas hemos visto el inicio de los procesos para la revocatoria de los alcaldes de Bogotá y Medellín, entre otros. Sin embargo, nos queda la duda si estos procesos tienden a ser un movimiento interesado en la ciudadanía, o buscan los procesos como un trampolín político.

Quisiera comenzar esta columna aclarando que no voté por Claudia López como tampoco lo hice por Daniel Quintero (voto en Bogotá). Como ciudadano interesado en la política, he encontrado y señalado incoherencias en el plan de gobierno de la alcaldesa, varias muy notorias si las revisamos y comparamos con sus propuestas de campaña, pero entiendo que una revocatoria no es el mecanismo adecuado para criticar su labor. 

Cuando las campañas para los gobiernos locales comenzaron, ningún alcalde pudo imaginar a lo que se enfrentarían. Tampoco pudieron saberlo el primero de enero cuando se posesionaron. Poco a poco el COVID-19 fue marcando la agenda y se convirtió en el mayor reto que han tenido todas las administraciones del país. 

Las alcaldías han enfrentado la responsabilidad de vivir el año más duro con la pandemia y los años que seguirán se regirán por planes para la recuperación de esta crisis. Además, cuentan con la difícil tarea de entregarlas en un mejor estado que como las encontraron, ya que finalmente ese fue el motivo por el que la ciudadanía los eligió. 

Como crítico acérrimo de la incoherencia, he encontrado que varias de las cosas por las que nuestra alcaldesa se eligió, no las está cumpliendo. Como lo he escrito en columnas anteriores, en las campañas para elegir mandatarios locales se debe tener más que un buen discurso. Los candidatos deben respaldar su campaña con un plan de gobierno, en el cual plasmen su visión de ciudad y diseñen la hoja de ruta bajo la cual gobernarán en caso de ser elegidos. El candidato que gane la elección debe convertir ese plan de gobierno en su Plan de Desarrollo.  

Dicha hoja de ruta debe ajustarse al Marco Fiscal de Mediano Plazo (que mucho ha cambiado con la pandemia) y es una herramienta integral en los procesos de planeación nacional y territorial que parte del análisis de las finanzas públicas e integra el contexto macroeconómico, el presupuesto y la capacidad de endeudamiento de la ciudad, definiendo la viabilidad de los programas y asegurando su ejecución. A su vez, al Marco Fiscal se suma la formulación del Plan Plurianual de Inversiones (PPI), donde se establece la financiación de cada uno de los programas aprobados. Es decir, los planes de gobierno no pueden ser un ramillete de promesas, ya que deben aterrizarse a la realidad con la que el alcalde se encuentre a la hora de aprobar su plan de desarrollo y presupuesto. El verdadero reto es proponer con conciencia para ejecutar con efectividad.  

Sin tomar partido político en la discusión, creo que los alcaldes han buscado lo que consideran que son las mejores medidas para sus ciudades, adaptadas a la nueva normalidad o realidad que enfrentan. Como ciudadanos debemos revisar las medidas de forma crítica y fomentar a que estas se den como producto de la concertación con todos los sectores y perfeccionarlas para que incluyan las necesidades y opiniones de todos los miembros de la sociedad. Aunque no debe ser un tema de complacencia, es uno de los pilares de una democracia participativa. 

Viendo a quienes promueven la revocatoria, doy por sentado que no se han basado en estos temas, sino en lugares comunes y es notorio ver que a la mayoría no le interesa construir junto a sus gobernantes. De repente, y con tan solo un año de gestión en la crisis más difícil que ha enfrentado nuestro país, estamos ante dos movimientos revocatorios que, aunque se han llenado de motivos, poco tienen de fondo. 

A ellos les pregunto, ¿Por qué boicotear a los alcaldes que tan solo llevan un año en una gestión atípica? ¿Es esta una oportunidad para futuras campañas? ¿Por qué sacar provecho, mostrarse en orillas opuestas y no desde la diferencia, buscar la construcción de puentes en la crisis?

Este ha sido un año donde la política pública ha estado bajo la lupa de todos. El seguimiento a presupuestos, decisiones, restricciones, protocolos, juntas directivas y el manejo de los recursos públicos ha generado una veeduría ciudadana importante que Colombia necesitaba. Esperemos que el COVID-19 haya sido el sacudón que necesitaban nuestros votantes para apropiarse de las ciudades y seguirlas construyendo desde el diálogo y la participación. 

La revocatoria a las alcaldías es un proceso serio, que puede llenar de incertidumbre e inestabilidad a las ciudades en tiempos de crisis y no debería convertirse en una plataforma para impulsar nuevos grupos políticos. Esta crisis nos ha enseñado el valor de la cooperación y hacer uso coherente de nuestros canales de participación ciudadana para construir ciudades, en vez de acabar con ellas. 

Los invito a que sigamos haciendo la tarea de criticar constructivamente, proponer y no destruir. Hay diversos mecanismos de participación que podemos usar antes de hablar de revocatorias que suenan más a trampolines para las campañas al congreso o locales. El poder es la ciudadanía, no unos pocos que han buscado hacer mella en el electorado con el discurso de la revocatoria. Que camino tan fácil es el de criticar, pero no el de proponer soluciones. 

P.D. Sacando a la revocatoria como una opción, después hablaremos de las incoherencias y las promesas incumplidas de quienes administran Bogotá.

 

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