
Me llegó un meme con dos imágenes: arriba, El triunfo de la muerte de Brueghel y abajo, los amontonamientos en Alkosto. Más que un triunfo de la muerte, lo que veo en esa simpática pero exagerada comparación es una victoria, aunque pírrica, sobre el terror a la muerte. Luego de meses de un absurdo confinamiento al que nos han sometido a través de la represión y el miedo, no es de extrañar que, en vísperas del día del padre y con la ilusión de ahorrarse unos pesos de los elevados impuestos a las compras, se dieran aglomeraciones en algunos almacenes desatendiendo los llamados a la obediencia.
Que esto sea visto como un acto delictivo, como también el que unos familiares decidan encontrarse para celebrar un cumpleaños sea castigado y hasta condenado por los mismos vecinos, no se había visto ni en los casos en los que la intimidación y el terror han sido armas en manos de tiranos. Ya de joven el abominable Adolf Hitler lo tenía muy claro: “Yo comprendí la magnitud del terror espiritual que se puede ejercer cuando, a una señal dada, se desencadena un torrente de mentiras y calumnias contra el adversario hasta producir una crisis nerviosa en la persona atacada. Es ésta una táctica basada en cálculos precisos de las debilidades humanas y su resultado conduce a un éxito con una certeza casi matemática”.
Sembrar el terror en las personas puede traer consecuencias muy graves en la psiquis y el cuerpo de muchos. En una entrevista a la Dra. Brandolino se menciona el caso relatado por Chopra de un paciente al que le diagnostican cáncer de pulmón y el médico le dice que va a morir en dos meses… y en dos meses muere. Sus familiares descubren una vieja radiografía en donde aparecía el tumor con el que había convivido durante veinticinco años. Fue la “sentencia de muerte” pronunciada por el médico la que aceleró el proceso del cáncer, según la Dra. Brandolino, sembrando el terror en el paciente. Nos recuerda como el miedo es paralizante hasta el punto de que quien infunde miedo puede dominar al otro. Pasa a contarnos lo que ocurre con un ratoncito que ve un gato y piensa: “Me muero, me come” lo que le genera pánico y a producir adrenalina que pone el corazón a mil y al pulmón a respirar con fuerza. Su cuerpo se enfría pero sus paticas calientes por la sangre que bombea el corazón para salir corriendo. Ya en la cueva su frecuencia cardiaca y respiratoria baja y se duerme por más tiempo de lo normal. Al despertar come, come, come y se salvó. ¿Qué pasa con el pobre enfermo al que han sentenciado a muerte? Experimenta lo mismo que el ratoncito con la diferencia de que el animalito sufre ese desgaste durante quince minutos mientras que el paciente va a convivir con eso días y semanas enteras. “Voy a morir ¿qué será de mi familia?”. Llega la taquicardia, el sudor frío, las noches de insomnio. Así un día y otro sin llegar a la cueva. Termina colapsando y el pulmón va a producir muchas células, van a diagnosticarle metástasis y a los dos meses muere. Veinticinco años atrás, posiblemente, lo que escuchó fue: “Hombre, estás bien, ve a tu casa, vive tu vida”, y el cáncer quedó encapsulado hasta que el miedo tocó la puerta.
Alejandro Magno dijo: “A través de todas las generaciones de la raza humana, ha habido una constante guerra: una guerra contra el miedo. Los que tienen el valor de vencerlo, son hechos libres y los que son conquistados por él, sufren hasta tener el valor de derrotarlo, o se los lleva la muerte”. Cuando me hablan de los irresponsables manifestantes que salen a crear caos, me digo: ¡Caramba! Ellos no tienen miedo y nosotros sí. Nos vemos refugiados detrás de la ventana, haciéndonos los valientes al denunciar a estos y aquellos a través de Facebook o Twitter…
Alejandro Magno tenía claro que la batalla termina cuando el pánico de unos es mayor que el de los otros. En Estados Unidos ya han realizado gráficos donde queda claro que las violentas y multitudinarias manifestaciones no han incidido en la curva del coronavirus. Acá no conoceremos si salir a comprar un televisor nos va a significar más confinamiento, más terror, más represión porque ya nos acostumbraron a que esas cosas se definen a ojo y de manera autoritaria. No existen curvas del miedo como tampoco del deterioro de nuestra salud física y mental afectada gravemente por una supuesta pandemia que no sabemos bien a quién beneficia pero si tenemos claro a quienes perjudica.
El triunfo a la muerte o a la tiranía comienza derrotando el miedo. Como dice el dicho, si el miedo toca a la puerta y abre la confianza y la fe, este desaparece.