En Colombia aún existe cierto tabú frente al crédito; muchos lo asocian con riesgo, sobreendeudamiento y pérdida de autonomía económica. Por supuesto, este demanda mucha responsabilidad y organización financiera por parte de quien lo toma, sin embargo, el problema no es el crédito en sí, sino cómo lo usamos, cómo lo entendemos, bajo qué condiciones lo solicitamos y con quién lo tomamos.
Entendiendo eso, ¿es el crédito realmente una carga o una palanca de progreso? Mi posición es clara: el crédito, cuando se asume de manera responsable, es una herramienta de desarrollo económico y social. El crédito no es un problema, por el contrario, puede ser un instrumento para salir adelante siempre y cuando se dé bajo cuatro condiciones imprescindibles: educación financiera, productos formales y regulados, plazos coherentes con la realidad de ingresos de las personas y mecanismos de respaldo y garantías. Si fallamos en alguna de estas, transformamos un instrumento de movilidad en una fuente de limitación.
El crédito nos permite alcanzar metas que de otra manera tardaríamos meses u años en lograr: abrir un negocio, estudiar, viajar, comprar vivienda o un vehículo, e incluso mejorar la vida diaria de la familia. La dificultad no está en pedir prestado, sino en no hacerlo con las herramientas necesarias y bajo las condiciones correctas. Por ejemplo, según datos de la Superfinanciera, el 35% de los colombianos tiene acceso al crédito formal del sector financiero, lo que equivale a 14 millones de colombianos1, quienes lo usan para financiar proyectos que transforman su futuro. En FGA Fondo de Garantías lo vemos todos los días: garantizamos créditos para personas que, de otra manera, no hubieran podido acceder, y hoy muchos de ellos están generando ingresos, construyendo patrimonio y mejorando su calidad de vida.
Ahora bien, también hay que decirlo: endeudarse sin planificar es un camino seguro al fracaso. Tomar créditos que superan nuestra capacidad de pago, firmar sin leer las condiciones o acudir a prestamistas informales es lo que hace de la deuda un riesgo. Según información del Banco de la República y Transunion, los hogares colombianos estarían destinando entre 37 y 50 pesos por cada 100 pesos de sus ingresos mensuales para el pago de obligaciones crediticias2, cuando la recomendación es que ese rubro no se lleve más del 30% del presupuesto familiar.
Esta situación es riesgosa pues un crédito responsable no es aquel que se paga ‘como se pueda’, sino el que desde el inicio está pensado con plazos realistas, cuotas manejables, con una entidad financiera formal y un codeudor o fiador institucional serio detrás. Cuando no hay claridad de esto, el crédito se siente como un peso y ahí nace la percepción de que endeudarse es malo.
Aquí es donde todos los actores tenemos una gran responsabilidad, desde los bancos u otras compañías de financiamiento, hasta las autoridades, la academia, los fondos de garantías y los mismos colombianos; no basta con ofrecer buenos productos crediticios, sino que también es necesario avanzar en educación financiera para que las personas comprendan los conceptos básicos de endeudamiento y costos del crédito.
En esa tarea, el acompañamiento institucional es fundamental. Particularmente, desde FGA Fondo de Garantías hemos respaldado este año más de 7 billones de pesos en más de 6 millones de operaciones crediticias, beneficiando casi a 3 millones de colombianos. Detrás de esas cifras hay historias concretas: familias que lograron mejorar su vivienda, emprendedores que hicieron crecer sus negocios, estudiantes que financiaron su educación. Nuestro rol como fiador institucional no es solo técnico, es una forma de abrir puertas y demostrar que el crédito, cuando se maneja con responsabilidad y acompañamiento, se traduce en logros tangibles para millones de personas.
Siendo así, creo que debemos seguir trabajando para darle un giro a la conversación en torno a los miedos que se tienen frente al crédito. Desde el sector financiero tenemos la responsabilidad de garantizar que cada individuo pueda verlo como una oportunidad para crecer y no como una carga. El verdadero reto está en cómo entendemos el crédito, cómo lo usamos y cómo lo acompañamos; y la clave para esto es hacerlo con información clara, mucha disciplina y con el respaldo de aliados confiable.