A las 7:30 p. m. se abrieron las puertas del Palacio de San Francisco –antigua Gobernación de Cundinamarca, construida a principios del siglo XX‒ para dar la bienvenida a los cerca de 700 invitados que asistieron al desfile de la segunda colección que Esteban Cortázar hizo para almacenes Éxito.
La organización estuvo impecable. Nadie tuvo que hacer fila. En la entrada, el papá del diseñador, el pintor cartagenero Valentino Cortázar, vestido de colores vivos, daba la bienvenida a los asistentes. Saludó sonriente a Viena Ruiz ‒una de las pocas invitadas que se vistió de blanco‒, quien llegó acompañada de su hija, Luciana.
Entre los flashes de las cámaras de los medios que cubrieron el evento, Valentino también saludó muy cordial a Ana María Caballero, a su hija, y a la diseñadora Lina Cantillo, vestida con un suit negro de corte masculino. Ella no fue la única diseñadora que acompañó a Cortázar en este desfile. También estuvo Isabel Henao –diseñadora preferida de la primera dama‒, quien lució un vestido fucsia y morado de su creación. Hernán Zajar, con un traje a rayas muy sobrio, llegó acompañado de la actriz Isabela Santodomingo, que escogió un vestido negro con lentejuelas.
En el segundo piso del Palacio, donde se improvisó una pasarela entre los corredores, Pilar Castaño, junto a sus hijas María López y Bárbara Uribe, saludó de forma efusiva a Martín Santos y a su novia, quienes estuvieron bastante reacios con los medios e hicieron todo cuanto pudieron para evitar las fotos. En cambio las hijas del ex presidente Andrés Pastrana, Laura y Valentina, no tuvieron problema en dejarse ver por la prensa.
Pilar Castaño con sus dos hijas, María López y Bárbara Uribe.
Otras que estuvieron muy complacientes con las cámaras fueron Aída Furmanski y Alexandra Pumarejo, quienes posaron con paciencia mientras esperaban, sentadas juntas en primera fila, a que empezara el desfile.
En el corredor principal estaban sentados los expertos en moda: la directora de la revista Infashion, Pilar Luna; Danielle Lauforie, hija de la diseñadora Olga Piedrahita, y Ana María Londoño, editora de moda de la revista Fucsia.
Pero no todos eran expertos en moda. Dos de las mujeres que más llamaron la atención en ese espacio fueron Amparo Grisales y Margarita Rosa de Francisco, quien llegó acompañada por su mamá, Mercedes Vaquero. La diva estaba vestida de negro con los hombros descubiertos, y la “Niña Mencha” de colores vivos, pelo crespo y labios muy rojos.
A las 8.30 p. m. en punto apagaron las luces del recinto, puntuales con la invitación. Una música dramática lleno el ambient, y los reflectores se encendieron a medida que la modelos invadían con su presencia los cuatro corredores. La primera fue Hanne Gaby Odiele, modelo sueca que Cortázar ha elegido para estas dos colecciones. A ella le siguieron otras 23 modelos que lucieron los diseños impecables del joven colombiano. Entre las más destacadas estuvieron la Toya Montoya y Julieta Piñeres.
Es una colección sencilla que grita sofisticación. Los colores pálidos, como el rosa pastel, fueron protagonistas. Hay trajes para el día, como los pantalones blancos de algodón, enterizos de seda de un sólo color y vestidos negros de hilos vaporosos. La colección es, ante todo, feminidad. Vestidos con transparencias, estampados de colores fuertes y tejidos de red. Así son algunas de las prendas que se podrán comprar en los almacenes Éxito del país.
Una de las piezas que más llamó la atención fueron las camisetas. Son blancas, de algodón, con una especie de caracol colorido en el centro. Cualquier persona entendida en moda diría que no tenían nada que hacer en esa colección. No fue un desliz de “el niño genio de la moda”, fueron hechas para apoyar a la Fundación Ellen Riegner de Casas en la lucha contra el cáncer de seno, y uno de los motivos por los que el Council of Fashion Designers of America quiso apoyar y patrocinar a Cortázar en esta segunda aventura de moda.
Pasada la media hora, y después de que las 24 modelos hicieran la última salida, se vio la diminuta figura de Esteban Cortázar caminar entre aplausos en la pasarela. Lo hizo rápido, algo sonrojado, pero con la expresión en el rostro de saber que ha sorprendido.
Lo hizo. En el coctel que siguió después en la plazoleta del Palacio, el comentario de la gente, mientras tomaban champaña, fue general: es la primera vez que Bogotá ve un espectáculo de moda de esta magnitud. Por primera vez los capitalinos sintieron algo parecido a la vibración que se siente en las grandes capitales de la moda, como Nueva York, Milán o París.
Entre los flashes de las cámaras de los medios que cubrieron el evento, Valentino también saludó muy cordial a Ana María Caballero, a su hija, y a la diseñadora Lina Cantillo, vestida con un suit negro de corte masculino. Ella no fue la única diseñadora que acompañó a Cortázar en este desfile. También estuvo Isabel Henao –diseñadora preferida de la primera dama‒, quien lució un vestido fucsia y morado de su creación. Hernán Zajar, con un traje a rayas muy sobrio, llegó acompañado de la actriz Isabela Santodomingo, que escogió un vestido negro con lentejuelas.
En el segundo piso del Palacio, donde se improvisó una pasarela entre los corredores, Pilar Castaño, junto a sus hijas María López y Bárbara Uribe, saludó de forma efusiva a Martín Santos y a su novia, quienes estuvieron bastante reacios con los medios e hicieron todo cuanto pudieron para evitar las fotos. En cambio las hijas del ex presidente Andrés Pastrana, Laura y Valentina, no tuvieron problema en dejarse ver por la prensa.
Pilar Castaño con sus dos hijas, María López y Bárbara Uribe.
Otras que estuvieron muy complacientes con las cámaras fueron Aída Furmanski y Alexandra Pumarejo, quienes posaron con paciencia mientras esperaban, sentadas juntas en primera fila, a que empezara el desfile.
En el corredor principal estaban sentados los expertos en moda: la directora de la revista Infashion, Pilar Luna; Danielle Lauforie, hija de la diseñadora Olga Piedrahita, y Ana María Londoño, editora de moda de la revista Fucsia.
Pero no todos eran expertos en moda. Dos de las mujeres que más llamaron la atención en ese espacio fueron Amparo Grisales y Margarita Rosa de Francisco, quien llegó acompañada por su mamá, Mercedes Vaquero. La diva estaba vestida de negro con los hombros descubiertos, y la “Niña Mencha” de colores vivos, pelo crespo y labios muy rojos.
A las 8.30 p. m. en punto apagaron las luces del recinto, puntuales con la invitación. Una música dramática lleno el ambient, y los reflectores se encendieron a medida que la modelos invadían con su presencia los cuatro corredores. La primera fue Hanne Gaby Odiele, modelo sueca que Cortázar ha elegido para estas dos colecciones. A ella le siguieron otras 23 modelos que lucieron los diseños impecables del joven colombiano. Entre las más destacadas estuvieron la Toya Montoya y Julieta Piñeres.
Es una colección sencilla que grita sofisticación. Los colores pálidos, como el rosa pastel, fueron protagonistas. Hay trajes para el día, como los pantalones blancos de algodón, enterizos de seda de un sólo color y vestidos negros de hilos vaporosos. La colección es, ante todo, feminidad. Vestidos con transparencias, estampados de colores fuertes y tejidos de red. Así son algunas de las prendas que se podrán comprar en los almacenes Éxito del país.
Una de las piezas que más llamó la atención fueron las camisetas. Son blancas, de algodón, con una especie de caracol colorido en el centro. Cualquier persona entendida en moda diría que no tenían nada que hacer en esa colección. No fue un desliz de “el niño genio de la moda”, fueron hechas para apoyar a la Fundación Ellen Riegner de Casas en la lucha contra el cáncer de seno, y uno de los motivos por los que el Council of Fashion Designers of America quiso apoyar y patrocinar a Cortázar en esta segunda aventura de moda.
Pasada la media hora, y después de que las 24 modelos hicieran la última salida, se vio la diminuta figura de Esteban Cortázar caminar entre aplausos en la pasarela. Lo hizo rápido, algo sonrojado, pero con la expresión en el rostro de saber que ha sorprendido.
Lo hizo. En el coctel que siguió después en la plazoleta del Palacio, el comentario de la gente, mientras tomaban champaña, fue general: es la primera vez que Bogotá ve un espectáculo de moda de esta magnitud. Por primera vez los capitalinos sintieron algo parecido a la vibración que se siente en las grandes capitales de la moda, como Nueva York, Milán o París.
