Cuando Europa reforzó sus fronteras para evitar la propagación del coronavirus, los agricultores más importantes de Francia hicieron sonar una alarma: los trabajadores de otros países de los que dependen para cosechar gran parte de los alimentos de la nación ya no tendrían acceso a su territorio.
La preocupación es generalizada. En el Reino Unido, los agricultores batallan para encontrar gente que coseche las frambuesas y las patatas. Parte de la preciada cosecha de espárragos blancos de Alemania corre el riesgo de pudrirse en el suelo. Y en Italia, más de un cuarto de las fresas, frijoles y lechugas que madurarán en los próximos meses quizá carezcan de recolectores.
Los gobiernos europeos han declarado que el suministro de alimentos es una cuestión de seguridad nacional, ya que millones de personas acuden a los supermercados a fin de prepararse para un confinamiento domiciliario prolongado. Pero los cierres fronterizos han inmovilizado a legiones de trabajadores estacionales del este de Europa que trabajan en los campos desde España hasta Suecia. Ahora deben hacer un replanteamiento rápido sobre cómo van a suministrar la mano de obra a esas granjas.
El ministro de Agricultura de Francia esta semana anunció a bombo y platillo lo que sonó como un llamado surrealista para que peluqueros, camareros, floristas y otras personas que por el momento no pueden trabajar en sus negocios en desuso se dirigieran a los campos de la nación y comenzaran a cosechar.
“Llamo a este ejército en las sombras, a los muchos hombres y mujeres que quieren trabajar”, dijo el martes el ministro, Didier Guillaume, en el canal de televisión BFM. “Tenemos que producir para alimentar a los franceses”.
Europa no se quedará sin comida pronto. Camiones cargados de pasta, tomates y otras mercancías siguen cruzando el continente, aunque hay retrasos en algunas fronteras. Pero la creciente llamada de atención a los ciudadanos destaca una realidad incómoda: sin mano de obra móvil de bajo costo de Europa del Este, los graneros de las economías más ricas de Europa corren el riesgo de perder su cosecha.
Malte Voigts cultiva el cremoso espárrago pálido que se celebra en Alemania como “oro blanco” y que se cosecha cada primavera con mucha algarabía. Pero a medida que los días se vuelven más cálidos y los tallos comienzan a asomarse de los montículos de tierra de la granja que dirige en Kremmen, 48 kilómetros al noroeste de Berlín, él y los granjeros vecinos están lidiando con un número limitado de trabajadores estacionales, así como condiciones de vivienda más estrictas para permitir el distanciamiento social.
Normalmente, él cuenta con una fuerza de trabajo de unos 170 empleados, en su mayoría rumanos, para la cosecha de espárragos. En este momento, cerca de la mitad de ellos está disponible, la mayoría llegó antes de que la República Checa y Hungría impidieran los viajes dentro y fuera de sus países.
El sector agrícola de Alemania depende de 300.000 trabajadores estacionales para plantar y cosechar productos durante la primavera y el verano. Como muchos productores del estado de Brandeburgo, donde se cultivan unas 24.000 toneladas de espárragos cada año, Voigts dijo que necesitaría más gente para la temporada alta, que comienza a finales de abril.
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Con la esperanza de llenar las vacantes, hizo un llamado de ayuda en el sitio web de su compañía. “Cientos de personas han respondido, incluso una madre, dijo que sus dos hijos adolescentes podrían ayudar, lo cual no permitimos”, dijo. “Casi se me pone la piel de gallina”.
Miles de alemanes también se han conectado a un sitio web nacional que ofrece ayuda a los agricultores o a los viveros que necesitan trabajadores. Los trabajos pagan el salario mínimo alemán de 9,35 euros (unos 10,25 dólares) por hora, el mismo salario que se paga a los recolectores extranjeros. Pero con solo 16.000 solicitantes hasta ahora, el ministro de Agricultura ha instado al gobierno a que también conceda el derecho a ayudar en los campos a los refugiados que no han cumplido con los requisitos para obtener un permiso de trabajo.
Hasta esta semana, se permitiría la entrada a los trabajadores de temporada que pudieran evitar las restricciones de viaje y llegar a la frontera alemana. Pero el miércoles los agricultores se enfrentaron a un nuevo impedimento después de que el Ministerio del Interior anunció que Alemania prohibiría a todos los trabajadores de temporada entrar al país, citando las preocupaciones de la gente de que podrían estar contagiados de coronavirus.
En Francia, el gobierno dijo el jueves que 40.000 personas ya habían solicitado empleo en un sitio web que conecta a personas dispuestas a trabajar con granjas que las necesitan. Las principales cadenas de supermercados de Francia se han comprometido a abastecerse solo de productos de granjas francesas, como parte de un plan respaldado por el gobierno para apoyar a sus agricultores.
Pero dado que se necesitan 200.000 personas que trabajen en los campos y las lecherías de todo el país, atraer a suficientes franceses —de los cuales la mayoría no conoce el trabajo sucio de cosechar, podar y ordeñar— parecía ser una tarea titánica.
Incluso si acuden, las personas deben estar entrenadas y tener resistencia para arrancar las verduras, recolectar las fresas o recoger los melocotones rápidamente y en grandes cantidades sin dañar los alimentos.
Véronique Marchesseau, ganadera de Bretaña, dijo que sería mejor que el gobierno pagara a los desempleados para que ayudaran a cuidar a los hijos de la gente que ya sabe cómo funcionan las granjas. “No todo el mundo puede hacer lo que nosotros hacemos”, dijo.
Los críticos también cuestionaron la sensatez de reclutar a ciudadanos no capacitados para recolectar cosechas mientras los gobiernos imponen estrictas cuarentenas para evitar la propagación del coronavirus.
“En menos de 24 horas, el ministro de salubridad nos dice que nos quedemos en casa para salvar vidas, el primer ministro endurece las sanciones y el ministro de agricultura dice a los franceses que vayan a trabajar al campo”, escribió en Twitter Julien Odoul, consejero regional del partido de ultraderecha Agrupación Nacional, refiriéndose al llamado del gobierno francés. “Este gobierno está confinado al reino de los aficionados”.
Eso no ha detenido el llamado a las armas que se está extendiendo por toda Europa.
En la provincia española de Huelva, el mayor productor de moras azules de Europa, el principal sindicato agrícola abrió una campaña de reclutamiento de residentes para compensar la pérdida prevista de unos 9000 trabajadores de temporada procedentes de Marruecos, que se encuentran bloqueados por los cierres de fronteras.
La provincia española de Almería, que alberga algunas de las mayores granjas de invernadero de Europa, está teniendo un auge en la demanda por parte de los supermercados. Los agricultores locales tienen un suministro más estable de trabajadores porque los invernaderos operan todo el año, lo que permite que una fuerza de trabajo residente viva ahí mismo, aunque en condiciones básicas.
Italia, el epicentro de la crisis de coronavirus de Europa, se enfrenta a un obstáculo mayor. Alrededor de un cuarto de los productos alimenticios italianos son recogidos por 370.000 trabajadores extranjeros que llegan a Italia cada año, y provienen principalmente de Europa del Este, según Coldiretti, la mayor asociación agrícola del país.
El país necesita al menos 50.000 trabajadores en la primavera. Alrededor de 2000 personas han solicitado sustituir a los trabajadores de temporada. Para atraer más, Coldiretti dice que el gobierno debe modificar las condiciones salariales para facilitar que estudiantes, jubilados o desempleados sean remunerados mientras trabajan en el campo.
Las granjas del Reino Unido ya se habían enfrentado a una escasez de mano de obra, pues el brexit desalentaba la llegada de trabajadores inmigrantes, y pocos ciudadanos británicos estaban dispuestos a aceptar esos trabajos.
En años anteriores, el sector agrícola británico ha contado con unas 27.000 personas, y los fabricantes de alimentos con unos 116.000 trabajadores de países de la Unión Europea durante todo el año. En el momento cúspide de la cosecha, otros 75.000 trabajadores no británicos llegaban en tropel.
Los agricultores se enfrentarán a perspectivas más nefastas a medida que se interrumpan los viajes para contener la epidemia, dijo Sarah Boparan, directora operativa de HOPS, una empresa de reclutamiento que suele ubicar a trabajadores de Rumania, Bulgaria y otros países de la Unión Europea.
“Necesitamos urgentemente una fuerza laboral británica que pueda ayudar a recolectar las cosechas para alimentar a la nación”, dijo.
Por: Liz Alderman, Melissa Eddy y Amie Tsang
Foto: Campos de espárragos en Kremmen, al noroeste de Berlín, el 25 de marzo de 2020. (Gordon Welters/The New York Times)