Colombia: un calendario que separa los tiempos del poder
En Colombia las jornadas no coinciden porque la ley fija fechas distintas para cada elección. Desde hace décadas, el país vota: Congreso en el segundo domingo de marzo, y Presidente en el último domingo de mayo, con posibilidad de segunda vuelta tres semanas después.
Aunque parezca solo un detalle del calendario, esta separación tiene un propósito: dejar tiempo suficiente para que el nuevo Congreso esté instalado antes de que llegue un nuevo Gobierno.
Cada cuatro años, el Legislativo se posesiona el 20 de julio, mientras que el Presidente lo hace el 7 de agosto. Entre la elección y la posesión hay espacio para cerrar escrutinios, resolver reclamaciones, asignar curules y permitir que el Congreso entrante inicie trabajo antes del cambio de mando.
En la práctica, Colombia organiza las elecciones de manera escalonada para que la transición entre poderes sea gradual y no simultánea.
Chile: una reforma que juntó todo en un mismo día
Chile tomó el camino contrario. Hasta 2011, también tenía calendarios separados, pero ese año aprobó una reforma que alineó las elecciones para celebrarlas el mismo día. Desde entonces, la ciudadanía elige Presidente, Diputados y parte del Senado en una sola jornada, siempre en noviembre, y si hay segunda vuelta presidencial esta se realiza cuatro semanas después.
La lógica que impulsó el cambio fue clara:
- Evitar segundas vueltas en plena temporada de vacaciones
- Simplificar el proceso electoral
- Facilitar la participación ciudadana al concentrar todas las decisiones en un mismo día.
Con esa decisión, Chile redujo costos operativos, evitó jornadas dispersas y convirtió la primera vuelta presidencial en un gran día cívico en el que se define también la composición del Congreso.
Dos modelos, dos formas de entender la transición
La diferencia no es solo de fechas, sino de filosofía institucional. Colombia privilegia un tránsito escalonado entre el Congreso y el Ejecutivo, de manera que el Legislativo esté listo antes de recibir al nuevo Presidente. Chile, en cambio, apuesta por una jornada única donde la ciudadanía define al mismo tiempo el rumbo del Ejecutivo y el Parlamento.
Ningún modelo es accidental. Son respuestas distintas a sus historias políticas, a su logística electoral y a los objetivos que cada país considera prioritarios.
