Trump deja un regalo envenenado a Biden en Oriente Medio

Sáb, 28/11/2020 - 08:37
El encuentro entre el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el príncipe saudí, Mohamed bin Salmán, al que asistieron también Mike Pompeo, y el jefe del Mossad, Yossi Cohen, es un paso en el acercamiento entre los antiguos enemigos.

Por supuesto, no se puede dudar de que Netanyahu y MBS se hayan ya reunido con anterioridad el domingo 22 de noviembre, pero en esta ocasión la parte israelí se ha cuidado muy bien de filtrar la cita, aunque haya sido de manera indirecta.

La presencia en la reunión del jefe de la diplomacia de Donald Trump sirve para firmar la joya diplomática de la Casa Blanca en estos últimos cuatro años en Oriente Medio y que tiene como punto culminante la firma de acuerdos de paz y reconocimiento mutuo entre varios países árabes e Israel.

El acercamiento entre Tel Aviv y Riad no es una novedad. A pesar de que la posición oficial de Arabia Saudí sigue insistiendo en que solo reconocerá a Israel si ese país llega a un acuerdo de paz con la Autoridad Palestina, el príncipe bin Salman ha apadrinado la normalización con Israel de países como Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, en el marco del Acuerdo Abraham inspirado por el yerno y los asesores de Trump, al que también se ha unido un país africano de mayoría musulmana, Sudán.

Arrinconar la causa palestina

La causa palestina ha sido para los países árabes uno de los pilares de su política exterior, pero esa obligación ha ido perdiendo fuerza a partir del nuevo siglo. Arabia Saudí, soporte diplomático y patrocinador económico durante décadas de la dirigencia palestina ha dejado ver, a través de sus dirigentes y medios de prensa, una crítica a la posición de la Autoridad Palestina de Mahmud Abás.

El exjefe de la inteligencia saudí y antiguo embajador en Washington DC, el príncipe Bandar bin Sultan Saud fue el encargado de aplacar las críticas palestinas a los acuerdos de paz de las pequeñas petromonarquías con Israel, que los dirigentes de Ramallah y Gaza consideran una "traición y una puñalada en la espalda a la causa palestina". El príncipe Bandar insistió en los "históricos fracasos de la dirigencia palestina" y removió el puñal en la herida: "Si entre ellos mismos no son capaces de ponerse de acuerdo, cómo van a llegar a acuerdos con otros".

La reunión Netanyahu-bin Salman, celebrada en la localidad de Naom, a solo 70 kilómetros de Israel, supone también un desafío para la futura diplomacia del potencial presidente electo norteamericano, Joe Biden. El Partido Demócrata y su candidato mantuvieron posturas muy diferentes hacia la política pro Netanyahu de Trump, pero Biden y sus asesores ya dejaron claro que no piensan anular el traslado de la embajada de su país a Jerusalén, una de las medidas espectaculares tomadas por el presidente saliente. La decisión más sencilla para acercar posturas con la dirigencia palestina sería reabrir el grifo de las ayudas económicas que Trump secó. Pero en este punto, la nueva presidencia tampoco volvería al pasado sin exigir a los palestinos el cese de las recompensas económicas a las familias de los autores de ataques contra Israel.

Irán, la prioridad

Siempre según sus declaraciones electoralistas, Biden querría flexibilizar la postura de firmeza de su rival hacia Irán. Siguiendo la política de su exjefe, Barack Obama, Biden ha asegurado que quiere hacer volver a Teherán al acuerdo sobre política nuclear que Trump ignoró.

 

Donald Trump no verá como presidente —de momento— la cristalización de su 'acuerdo del siglo', es decir, la normalización completa de relaciones entre Arabia Saudí e Israel, pero deja ese objetivo encarrilado, lo que supone un regalo/bomba para Biden. Israel y Arabia Saudí son los pilares de la política norteamericana en Oriente Medio. Para la presidencia demócrata, el acercamiento de posturas con los palestinos y con Teherán debe hacerse sin zaherir a sus dos mejores aliados en el área. Biden y su futuro Secretario de Estado, Anthony Blinker, saben que durante los cuatro años de mandato de Trump la situación geopolítica en el Golfo ha cambiado y no pueden volver al punto de partida donde lo dejó Obama.

Cierto, Joe Biden ha criticó duramente a MBS por las acciones militares de la coalición liderada por Riad contra los rebeldes hutíes de Yemen (sostenidos por Irán). Además afirmó que MBS estaba detrás del asesinato del periodista Jamal Khashoggi. También es verdad que el compromiso de Estados Unidos con Israel no le exime de criticar la política de asentamientos de Netanyahu en territorio reivindicado por los palestinos. Pero deshacer la política de Trump en la zona podría ser visto como una patada a los propios intereses de Estados Unidos.

¿Le interesaría al posible futuro presidente Biden frenar un acuerdo de paz entre Israel y Arabia Saudí? Desde un punto de vista pragmático no tendría ningún sentido, independientemente de quién haya sido el arquitecto del proceso.

Irán, la otra gran potencia en la zona, sería la principal afectada, pero tal y como se desarrollan los acontecimientos en el Golfo y en todo Oriente Medio, Biden y su equipo tendrían difícil convencer a los congresistas y sus votantes de que bajar la presión sobre Teherán sería positivo para sus intereses.

Muchas voces, tanto en Estados Unidos como en Israel afirman ya con seguridad que, a pesar del cambio de mando en la Casa Blanca, la normalización de relaciones entre Israel y Arabia Saudí tendrá lugar. Lo único que queda por saber es la fecha.

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