Las elecciones atípicas a Gobernación del Magdalena dejaron un mensaje que va más allá del nombre ganador. La señal más contundente está en quienes no fueron a votar. La participación alcanzó apenas el 31 % del censo, una abstención cercana al 69 %.
Ese comportamiento replica una tendencia que ya se había visto semanas antes en otro escenario del departamento: la consulta interna del Pacto Histórico, que solo movilizó a cerca del 10 % de las personas habilitadas. Dos elecciones distintas, un mismo síntoma: una ciudadanía cada vez más distante del sistema electoral.
Una participación que se reduce a la mitad
Los números muestran la magnitud del desenganche. En las elecciones regulares de 2023 para Gobernación, votaron cerca de 690.000 personas (65 % del censo). En estas atípicas participaron alrededor de 340.000 votantes: menos de la mitad.
Aunque Margarita Guerra ganó con el 56 %, lo hizo con unos 188.000 votos, una cifra lejos de los resultados que históricamente han consolidado al caicedismo: Carlos Caicedo obtuvo unos 350.000 votos en 2019 y Rafael Martínez, 306.000 en 2023.
La fotografía final encaja con diagnósticos repetidos en estudios de cultura política en Colombia: una ciudadanía que no confía plenamente en las instituciones, que siente que “las cosas no cambian” por la vía electoral y que, cuando la política no se vive como momento decisivo, opta por quedarse en casa.
Abstención, más que voto protesta
En el Magdalena, el voto en blanco apenas llegó al 1,5 %, lo que confirma que el descontento no se expresó en el tarjetón, sino por fuera de él. La inconformidad se tradujo en abstención, no en un voto activo de protesta.
Ese comportamiento coincide con una tendencia nacional: un sector estable del electorado entra y sale del sistema según la relevancia de la elección, el nivel de polarización o la fuerza de los liderazgos en contienda. Lo que ocurrió este domingo lo confirma.
Magdalena: bastión progresista, pero con una izquierda dividida
El Magdalena ha sido un territorio clave para los proyectos progresistas. El caicedismo ganó la Gobernación en 2019 y 2023, y Gustavo Petro obtuvo allí más del 60 % en segunda vuelta. Pero la atípica de 2025 revela un mapa más complejo.
Por un lado, el caicedismo sigue siendo la marca dominante en lo regional: incluso con abstención alta y frente a una coalición inédita. Dado que hubo una alianza entre sectores del Pacto Histórico y del uribismo alrededor de Luis Miguel “El Mello” Noya, sin embargo, pese a esa alianza, Margarita Guerra se impuso con claridad.
Por el otro, la izquierda llega fragmentada a esta elección:
- Un sector del Pacto Histórico (como Pizarro, Flórez y Becerra) apoyó a Noya contra Caicedo.
- Otro sector del Pacto en el Magdalena respaldó a Margarita Guerra, especialmente el grupo de Patricia Caicedo, que viene ganando protagonismo electoral.
- La consulta interna del Pacto en octubre, que movilizó cerca de 138.000 votos en el departamento, mostró que hay liderazgos propios (Hernández Polo, Barros, Mojica, entre otros) que están construyendo capital político por fuera del caicedismo tradicional.
Nada de esto cambia el hecho de que la izquierda siga siendo mayoría cuando se suma, pero sí muestra que su fuerza depende de la coordinación interna: cuando compiten entre sí, la torta se reparte y la participación cae.
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¿Qué anticipa esto para 2026?
Lo ocurrido en el Magdalena deja tres pistas para el próximo ciclo electoral:
1. La apatía no es un accidente, es estructural.
Las elecciones de baja intensidad (consultas, juveniles, atípicas) muestran participaciones del 10–30 %. Solo cuando la gente cree que “hay mucho en juego”, como presidenciales o Congreso, la participación sube de manera notable.
2. El voto progresista existe, pero depende de la unidad.
Cuando hay un proyecto progresista cohesionado, el Magdalena puede aportar más de 300.000 votos. Cuando la oferta se divide (caicedismo, Pacto, figuras regionales) el rendimiento baja y la disputa se vuelve más interna que ideológica.
3. La competencia en 2026 será dentro y fuera de cada bloque.
Lo que pasó en el departamento anticipa un escenario nacional con tensiones entre liderazgos del mismo campo político, partidos tradicionales que siguen fuertes en territorios y una ciudadanía que, ante la desconfianza, puede optar por abstenerse o votar de manera fragmentada.
