Cuando la pandemia llegó a Colombia, la orden de cerrar todo – incluyendo los colegios – fue un golpe para la ciudadanía. Desde el sector educativo tuvieron que correr pues debían transformar todo el modelo presencial a la virtualidad; no hubo simulacros ni protocolos, nadie estaba preparado para el cambio que ya había llegado a tocar las puertas de la escolaridad.
A medida que pasaba el tiempo, la pandemia generó problemas en la salud más allá del contagio. La ansiedad fue uno de los que más resaltó frente al miedo al Covid-19 y al encierro por las cuarentenas.
En los colegios la situación no fue diferente. En diálogo con Kienyke.com, Rosa Caro, directora y fundadora del colegio Hacienda Los Alcaparros, habla acerca del proceso que vivió la institución y cómo afrontaron la pandemia para convertirla en una oportunidad desde la educación y salud.
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Rosa Caro explica que todo el modelo educativo cambió pues los proyectos siempre se manejan desde tres grandes estructuras: las formas de agrupamiento, los espacios y el tiempo o el horario. Cada una de ellas se vio afectada por la pandemia y desde la Hacienda Los Alcaparros idearon una estrategia para afrontar la situación.
P/: ¿Qué pasó los primeros meses de virtualidad frente a la salud?
R/: El tema de la ansiedad está presente en los profesores y en los estudiantes. Eso nos planteó un aprender a vivir con salud. Desde antes ya venían campañas de prevención de drogas, de adicción, de consumo, de dietas, pero hoy en día descubrimos que nuestra propia salud puede poner en peligro a otros y eso es algo que empezamos a enseñar desde kínder.
P/ ¿Cómo empezaron a hacerlo?
R/: El trabajo que hicimos fue crear un lenguaje para la pandemia. Desde el principio planteamos que la virtualidad viene para quedarse. Entonces, ¿Cómo queremos que se quede? ¿Con el lenguaje del miedo a la pandemia o con el lenguaje de la capacidad y la oportunidad?
P/ ¿Y cómo tradujeron ese lenguaje de oportunidades?
R/: Nosotros fuimos de la política de no tener sentados a los niños 7 horas frente a la pantalla. Así que realizamos una proporción de lo sincrónico y lo asincrónico que permitiera tener tiempos libres. Entonces nos preguntamos, ¿Qué pasaría si les diéramos esas horas en el colegio?
P/: Pero el colegio estaba cerrado, ¿Cómo podrían ir los niños?
R/: Hicimos la simulación en la que el colegio se abre a las 7:40 de la mañana y se cierra a las 4:00 de la tarde como sucede en la presencialidad. En ese tiempo siempre hay personas del nivel del niño que están disponibles para él.
Puede entrar a la biblioteca y ahí está la persona encargada. Le puede contar un cuento o puede hacer un juego. Entonces, el colegio estuvo abierto virtualmente. Nunca se cerró totalmente.
P/: ¿Los estudiantes sí han usado esos espacios?
R/: Sí. Obviamente los más chiquitos se los gozan más, pero todos querían estar en contacto con el colegio.
P/: ¿Y eso qué supuso para los profesores?
R/: Los profesores y los psicólogos hicieron turnos. En agosto la nómina inevitablemente aumentó porque manejábamos grupos más pequeños de alumnos y el colegio siempre estuvo abierto desde la virtualidad.
P/: Para toda la comunidad educativa, ¿Cómo manejaron los temas de ansiedad que generó la pandemia?
R/: Nosotros tenemos un departamento muy grande que llamamos el departamento de salud humano. Se llaman consejeros y ellos van midiendo el clima emocional de cada uno de los espacios.
P/: Si este modelo está para quedarse, ¿Qué efectos pretenden a largo plazo?
R/: La educación siempre es a largo plazo. El colegio se empezó a llenar de otros lenguajes y símbolos y es una vida saludable la que estamos entendiendo. Esperamos que eso se vea reflejado en la sociedad: los procesos de empatía, de salud emocional y de cuidado colectivo.