
En Colombia, donde la política, el entretenimiento y las redes sociales se cruzan en un terreno cada vez más volátil, la reputación digital se ha convertido en un factor determinante. Un escándalo viejo, una noticia descontextualizada o un rumor malintencionado pueden revivir en cualquier momento y destruir carreras en segundos. Frente a ese escenario, aparece un nombre que ha ganado protagonismo, aunque casi siempre en silencio: Mirsha Márquez.
Durante años, Marquez se ha movido entre despachos legales, oficinas de altos ejecutivos, consultorios médicos y equipos de campaña. Su especialidad es tan sensible como demandada: eliminar contenido perjudicial de internet, reconstruir narrativas digitales y blindar la imagen de las celebridades frente al escrutinio público.
“Lo que aparece en internet sobre ti es tu realidad pública, aunque no sea cierto”, suele repetir Marquez. Esa “realidad digital” pesa hoy en decisiones empresariales, contractuales e incluso electorales. Por eso, su trabajo se ha vuelto indispensable para quienes no pueden permitirse perder credibilidad por lo que aparece en un buscador.
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El trabajo de Mirsha Marquez ha sido reconocido en escenarios oficiales. Ha sido condecorado dos veces en el Congreso de la República de Colombia, recibió el “Máximo Galardón Colombia” por parte de la Federación Interamericana de Periodismo (F.I.P.) y la Asociación de Periodistas Independientes de Colombia, y fue distinguido con el “Galardón América”, entregado por la F.I.P., la O.I.E.D., el Ejército Nacional y la Abogacía Colombiana.
Además, su papel como pionero en reputación digital ha sido resaltado por los Premios Instafest y los Premios Fénix, posicionándolo como referente en una industria emergente pero cada vez más crucial.
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El trabajo de Márquez despierta debate. Para algunos, borrar el pasado digital es manipulación; para otros, es una forma de justicia en un entorno donde la verdad no siempre prevalece.
Lo cierto es que, en tiempos donde un error de hace diez años puede viralizarse en segundos, su labor representa una segunda oportunidad para quienes desean reconstruir su imagen, en esa delgada línea entre el derecho a la honra y la memoria.