El papá fotógrafo del fiscal de Samuel Moreno

Mié, 11/04/2012 - 10:13
Hay un periodista sesentón que no se ha perdido una sola audiencia relacionada con el caso de Samuel Moreno y forcejea con los demás reporteros cuando el fiscal entre

Hay un periodista sesentón que no se ha perdido una sola audiencia relacionada con el caso de Samuel Moreno y forcejea con los demás reporteros cuando el fiscal entrega declaraciones. Llega antes que todos los demás, es el último en irse, poco habla y nunca pregunta. Trabaja para una emisora de las llamadas pequeñas, radio Cordillera, y utiliza una vieja grabadora de casetes.

Diría que sus colegas lo desestiman. No es famoso, no representa a los medios más poderosos, y tampoco busca protagonismo. Es capaz de ceder el puesto, saluda con humildad y se limita a un acto de presencia constante.

Nadie sabe el porqué de tanta pasión por el asunto, aunque quienes lo alcanzan a recordar en sus tiempos de fotógrafo, saben de su preferencia por los temas judiciales.

Rafael González, el periodista, ha grabado todas las intervenciones de su hijo, el fiscal que encarceló a Samuel Moreno.

Rafael tomó la única foto del entonces ministro de Gobierno Rafael Pardo Buelvas, minutos después de ser asesinado en el propio baño de su casa. Consideramos los dos que era una primicia para El Espacio, pero el gerente consideró excesivo hacerlo. Al día siguiente, con el respectivo crédito, la publicó El Tiempo (se la cedimos).

Mi amigo, el fotógrafo Rafael González, solía “cargar” con su hijo, un muchachito de diez o doce años, que le servía de auxiliar, cuando las cámaras y los flashes constituían carga pesada, no por exigencia del padre, sino por entusiasmo del niño.

Su mayor preocupación (lo recuerdo) era cómo financiar el estudio de Ricardo, que resultaba –desde ese entonces– obsesionado por los libros. Para ocupar su tiempo, a la espera de la jornada de su padre, Ricardito (flaquito, debilucho, pero bastante “despierto”) jugaba ajedrez y resultó con el tiempo retando a todos los periodistas y también visitantes del periódico.

José Ricardo González, el Vicefiscal General de la Nación que deja su cargo esta semana, desde niño fue un obsesionado por los libros.

Terminó el bachillerato interno en un colegio de Arbeláez, Cundinamarca, donde resultaba más económico financiar sus estudios. Algunas pequeñas becas sirvieron para cerrar el ciclo, con el apoyo de políticos de entonces, que gozaban del privilegio de girar auxilios educativos, por cuenta del Estado.

Ese niño, aficionado al fútbol, que estudió jurisprudencia en la Universidad Libre, con muchos esfuerzos y excelentes resultados académicos que le merecieron ser becado, se convirtió en la figura que es hoy.

José Ricardo González, el fiscal que tiene tras las rejas al exalcalde Samuel Moreno, de quien dijo “constituye un peligro para la sociedad”, es el hijo de mi amigo Rafael González, el fotógrafo con el que compartimos trabajo en varios medios impresos y viajamos por todo el país en la campaña de Turbay Ayala.

El pequeño Jose Ricardo González bajo la lente de su padre, el fotógrafo.

Pretendo homenajear al funcionario judicial, quien deja esta semana el cargo de Vicefiscal General de la Nación, pero especialmente destacar el esfuerzo del padre y el gozo que hoy siente por su hijo, después de tantos esfuerzos, que Rafael considera todos de su hijo, disciplinado y obsesivo con su profesión.

Ese fotógrafo que yo conocí, renunció a la posibilidad de trabajar en la burocracia, siguió creciendo como periodista, se convirtió en libretista de televisión (“todo crimen tiene su historia” y “siguiendo el rastro”) y ha ganado varios premios de cuento y poesía.

Es posible que después de esta nota, Rafael González ya no pueda ser el anónimo periodista que graba todas las intervenciones de su hijo, el temido fiscal que encarceló a Samuel Moreno y persigue el carrusel de la contratación en Bogotá.

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