Esta es Rosa Elvira Cely

Vie, 01/06/2012 - 09:41
Horas antes de ser apuñalada, ahorcada y cruelmente empalada, Rosa Elvira Cely estaba sentada frente al puesto de dulces y cigarrillos que atendía al frente del Hospital Militar, en la transversal 3
Horas antes de ser apuñalada, ahorcada y cruelmente empalada, Rosa Elvira Cely estaba sentada frente al puesto de dulces y cigarrillos que atendía al frente del Hospital Militar, en la transversal 3 con calle 49. Según recuerda Guillermo Aguilar, su jefe, ella estaba preocupada porque su hija la esperaba en la puerta del colegio desde la 5:00 p.m., y el reloj marcaba casi las seis. Sucedió el 23 de mayo. Afanada, bajó por la calle 49, recogió a la niña en un colegio ubicado a pocas cuadras, al parecer sobre la carrera séptima, y se desplazó hacia el barrio Galerías para dejar a la niña al cuidado de la abuela materna. Después de una corta despedida caminó hasta el instituto Manuela Beltrán, ubicado en la avenida Caracas, donde validaba los dos últimos grados de bachillerato en un horario de 6:30 a 10:30 de la noche. Era una madre soltera de 35 años con una hija de 11. Desde marzo atendía el puesto callejero. Antes trabajaba de manera informal como empleada de servicio en casas de familia, pero con la chaza (puesto de venta de dulces en la calle) se aseguraba 25 mil pesos diarios de lunes a viernes, es decir que al mes ganaba 500 mil pesos. Cumplía un horario de 7:30 a.m. a 5:30 p.m. Tenía una relación de más de seis años con su novio, Manuel, que trabaja en la logística de eventos. Rosa lo quería, pero no estaba preparada para el matrimonio. Según Claudia Aldana, amiga de la fallecida, lo más importante para Rosa era darle un futuro a su hija, para eso quería terminar el bachillerato, presentar el Icfes y estudiar sicología. Quince días antes del suceso que tiene conmovido al país, Claudia le prestó libros a Rosa para que estudiara. Según la amiga, la mujer ultrajada nunca habló de problemas ni de otros hombres aparte de su pareja. Claudia, indignada por la muerte de su amiga Rosa Elvira, redactó esta carta. En la noche del miércoles, después de estudiar tres horas, salió a la cafetería y departió con unos amigos durante el descanso, eran las 9:30 p.m. Según Aguilar, en el tiempo que estuvo trabajando Rosa, nunca se le escuchó hablar de una fiesta y tampoco la visitaban jóvenes al puesto de dulces. A veces iba a tomarse una o dos cervezas con los compañeros del colegio y regresaba a la casa para estar con la hija. Vivía con los tíos de Claudia. Se desconoce qué ocurrió desde la salida del Instituto, a las 10:30, hasta la 1:30 a.m., hora en que, según El Espectador, realizó una llamada a la línea de emergencia 123 solicitando ayuda. Casi al amanecer la Policía se comunicó con el cuerpo de bomberos para encontrar a la mujer herida. Desde la llamada a la línea de emergencia hasta casi las cinco de la mañana las autoridades no acudieron al sitio donde Rosa Elvira fue cruelmente atacada. Llegó con una puñalada en la espalda, signos de asfixia en el cuello y rastros de empalamiento. El agresor introdujo en el cuerpo de la mujer una rama que le perforó el vientre, los intestinos y el útero. Murió el 29 de mayo en el hospital Santa Clara, en el sur de la ciudad. Desde la noche de la agresión hasta el momento de su muerte solo dijo unas palabras para referirse que conocía al asesino. Claudia, vestida de negro, está sentada en la misma silla donde vio por última vez a su amiga. No sospecha de nadie, pero desde la media noche de 30 de mayo hasta la madrugada ha recibido dos llamadas en las que se burlan de la muerte de Rosa Elvira. Ella cuelga el teléfono. Sabe que no puede hacer nada.
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