Falcao aprendió a caminar con guayos

Vie, 12/10/2012 - 12:30
Cuando apenas tenía tres meses Falcao García movía sus pies en la cuna con unos diminutos guayos marca Puma, como dibujando en el aire sus primeras chilenas y anunciando acaso su futuro. A su lad
Cuando apenas tenía tres meses Falcao García movía sus pies en la cuna con unos diminutos guayos marca Puma, como dibujando en el aire sus primeras chilenas y anunciando acaso su futuro. A su lado, revuelto entre las cobijas, lo acompañaba siempre un balón hecho a su medida que su padre le compró cuando nació. Era 1986 y en una casa del barrio Mamatoco de Santa Marta un niño parecía tener marcado su destino: el fútbol. Falcao nació cuando su padre, Radamel, jugaba en el Unión Magdalena, el club de su tierra, el mismo donde se formó Carlos ‘El Pibe’ Valderrama. Radamel se inició en el fútbol como delantero pero pronto los entrenadores fueron cambiándolo de posición. Terminó jugando de defensor central y allí se consolidó. “Es que yo daba mucha patadas”, confiesa. Radamel quería tener un hijo futbolista, pero no quería que repitiera sus pasos. “Tú tienes que ser delantero –le decía– porque los delanteros son los que ganan plata”. En las playas de Santa Marta, Falcao aprendió a patear el balón con fuerza, a usar la pierna izquierda, a perfilarse, a cabecear sin miedo y con los ojos abiertos. Todo bajo las instrucciones de su padre. Como dijo en entrevista al periódico Mío el técnico ‘el Flaco’ Rodríguez, quien llevó a Falcao a Millonarios: “Falcao García es hecho a pulso por Radamel”. Falcao siempre acompañó a su padre a los entrenamientos y partidos. Izquierda, en el Deportivo Táchira. Derecha, en Atlético Bucaramanga. En Santa Marta Radamel conoció a Harvey Zapata, un joven que durante mucho tiempo se convirtió en el hermano mayor de su hijo, Falcao. La historia es así: un día llegaron al entrenamiento del Unión Magdalena tres jovencitos de raza de negra, que vivían en la calle. Radamel se encariñó tanto con uno de ellos, que lo llevó a su casa y lo adoptó. Se llamaba Harvey y tenía 15 años. El joven acompañaba a Falcao a todas partes y lo llevaba a los entrenamientos de su padre. Allí, en el estadio Eduardo Santos, el futuro goleador vio por primera vez jugar a los profesionales. Harvey vivió durante algunos años con la familia García, luego estudio en el Sena, se casó y montó una carpintería en Yopal. Falcao aún lo llama con frecuencia. Siguen siendo muy cercanos. El fútbol  llevó a  Radamel a varias ciudades. Jugó en Santa Fe, Tolima, Unión Magdalena, Bucaramanga y en varios equipos de Venezuela, donde terminó su carrera. Allí, en un país donde el furor por el fútbol todavía no despertaba, Falcao empezó a jugar en serio. En 1991 a su padre le propusieron  jugar en el Deportivo Táchira, a donde llegó con su esposa, Carmenza Zárate, y su hijo de cuatro años. La familia se quedó varios años en ese país. Falcao, entretanto, empezaba a interesarse por el béisbol, el deporte más popular entre los venezolanos. Un día, el niño llegó llorando porque le habían golpeado la cara por no agarrar la manilla bien. “Enséñame a jugar béisbol, papi”, le dijo a Radamel, y éste lo puso a entrenar y pronto empezó a destacarse. Era muy rápido corriendo las bases e integró varias selecciones y equipos en Venezuela. Se volvió un fanático de los beisbolistas de grandes ligas Ómar Vizquel y Ozzie Guillén. Falcao García Falcao es el goleador histórico de la Copa Tutti Frutti. Anotó 52 goles. Mientras Radamel jugaba en el club Unión Atlético El Vigía, Falcao entrenaba béisbol y fútbol con las divisiones inferiores del mismo club. Pero a pesar de su gran talento para el béisbol, Falcao decidió dedicarse al fútbol: una decisión que agradecería toda la vida. En Colombia formó parte de la selección pre infantil e infantil de Bogotá; sin embargo, donde mostró las primeras muestras de su talento excepcional fue en la Copa Tutti Frutti de 1997. Ese año marcó 52 goles en el torneo, un récord que sigue vigente. Aunque su equipo, el Fair Play, terminó en la cuarta posición, el samario fue el goleador absoluto del torneo. Ese año, los medios de comunicación comenzaron a fijarse en ese callado y sonriente delantero de dientes separados nacido para hacer goles. Guillermo Villareal, uno de sus entrenadores en Fair Play, recuerda que en la copa Tutti Frutti ganó un cheque con el que compró una cama nueva. Desde que llegó al club se ganó la camiseta número 10. En Fair Play también lo conoció Silvano Espíndola, un futbolista argentino de larga trayectoria en Colombia que se formó en el club infantil ‘Los Cebollitas’ con Diego Maradona. Espíndola ayudó mucho a Falcao en su formación. “Desde que lo vi me di cuenta de que era un jugador diferente. No vi a nadie como él desde Diego (Maradona)”, dice Espíndola, quien afirma que hoy Falcao está entre los cinco mejores jugadores del mundo. [youtube width="540" height="304"]http://youtu.be/Hyy1mkDPNNQ[/youtube] Copa Tutti Frutti 2008. Con Espíndola como técnico, Falcao formó parte del torneo de la categoría B del fútbol profesional colombiano cuando apenas contaba 13 años. Debutó el 28 agosto de 1999 contra el Deportivo Pereira. Precisamente gracias a las gestiones de Espíndola, Falcao consiguió ser fichado por River Plate en 2001. Pero mientras se concretaba la negociación tuvo la oportunidad de prepararse unos días en Millonarios, el club de sus amores. Por entonces admiraba a Marcelo Salas, Juan Pablo Ángel y Ariel ‘el Burrito’ Ortega, entre otros. Todos jugadores de River. Antes de partir hacia Buenos Aires, su padre le dijo: “Cuando me fui de Santa Marta a Bogotá eran 18 horas de viaje en un bus. En avión, era una. Ahora tú vas a estar a seis horas en avión y a 15 días en bus: No me vas a decir que extrañas algo o que te aburriste". Su padre siempre le inculcó que debía ser fuerte, que debía aprovechar la oportunidad sin amilanarse. En Fair Play aprendió a no arrugarse con los golpes, ni las patadas. “Los ignoraba”, dice Villareal, quien afirma que "Radamel le enseñó los secretos del fútbol a Falcao". Tenía 15 años cuando llegó a Argentina para entrenar en las divisiones de uno de los clubes más importantes de Sudamérica, el de la banda roja, el mismo en el se consagraron jugadores de la talla de Enzo Francescoli y Hernán Crespo. En Buenos Aires  Falcao vivía en la casa de una familia argentina y solía escaparse para dar paseos por la ciudad en una bicicleta prestada, algo que estaba prohibido porque en sus momentos de descanso no podía salir a la calle. Falcao GarcíaEn river se consagró y fue vendido al fútbol portugués. Aunque tuvo momentos difíciles, como una lesión en su rodilla derecha cuando aún no debutaba, muy pronto el delantero samario empezó a demostrar su talento en River Plate, donde hizo 45 goles oficiales. Luego vino Porto y Atlético de Madrid y la Selección Colombia. Atrás han quedado los días de Santa Marta. Su familia la completaron dos hermanas, Melanie Grecia, de 17 años, y Michelle Andrea, de 14. Ambas juegan tenis y viven en Argentina. Su esposa, Lorelei Tarón, es tan creyente en Dios como él, quien siempre celebra señalando al cielo. A Radamel le cuesta recordar el momento más feliz que le ha dado su hijo: los tres goles contra el Botafogo, el campeonato de River, el título de goleador en Portugal, los tres goles en la final de la Uefa Europa League contra el Athletic de Bilbao, los que le marcó al Chelsea en la Eurocopa. Tantos logros se revuelven en su cabeza pues se van amontonando más y más, sin detenerse. Hoy el delantero colombiano es visto por muchos como el mejor número 9 del mundo. El técnico Joseph Guardiola dice que ningún jugador se mueve tan bien en el área, Gerard Pique lo comparó con Johan Cruyff y el periódico español Marca lo calificó como el refuerzo del siglo. El pequeño que hacía que jugaba en la cuna, hoy calza 40, mide 1.73 centímetros, pesa 73 kilos y, según su padre, su pase cuesta 100 millones de euros.   Lea también El amor de Falcao
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