Es común ver en cada barrio de Bogotá al menos un centro comercial, en los últimos años estas grandes superficies se han convertido en el lugar de preferido para el entretenimiento; ir de compras, compartir una comida, ver una película o disfrutar de juegos, son algunas de las actividades que se pueden hacer allí.
En la capital del país hay más de 50 centros comerciales, distribuidos en cada rincón de la ciudad. Sin embargo, lo que pocos conocen es que los centros comerciales de la actualidad no se asemejan en nada al primer lugar de este tipo que existió en Bogotá.
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Se trata del Pasaje Hernández, una construcción arquitectónica del siglo XIX que sigue siendo encantadora, pero que ya no convoca la misma cantidad de clientes del pasado.
Caminar por el Pasaje Hernández, ubicado exactamente en la intersección de la Carrera 8ª con Calle 12, en pleno centro de la ciudad, es como realizar un viaje al pasado. Sobre estas calles, estrictamente peatonales, transitan miles de ciudadanos a diario, como lo hacían los miembros de la aristocracia del siglo pasado.
El 19 de marzo de 1893 fue inaugurada esta galería comercial que reunía a varios comerciantes, entre ellos, libaneses y turcos, los grandes impulsores del negocio de las telas en el país. Además, se ubicaban los sastres, quienes diseñaban los trajes de la época y marcaban la tendencia de la moda en ese entonces; vestidos elegantes para hombres y mujeres, hechos a la medida, a los que solo podían acceder económicamente los ilustres. También, se vendía ropa importada de Estados Unidos a precios accesibles; el almacén ¨Un centavo a un peso¨ fue muy reconocido en el siglo pasado.
Esta galería se convirtió es la muestra fiel de lo que sería el cambio de siglo XIX. Asimismo, marcaría el paso a la modernidad y se convertiría en el símbolo del capitalismo y una sociedad burguesa creciente.
Esta intersección de calle, lleva como nombre el apellido de quien fuera uno de sus propietarios: el señor José de Jesús Hernández, un negociante adinerado de la época que vivió durante varios años.
Aunque no se sabe con exactitud quien fue el autor de esa obra arquitectónica, lo cierto es que fue inspirada en los pasajes parisinos, eso sí, sin los lujos que se observaban en las grandes ciudades europeas de ese siglo.
Vestigios del pasado
Sin embargo, en la actualidad los vestigios de dicha construcción original solo son visibles en el segundo piso. “Arriba se ha tratado de mantener, abajo casi no”, dice, con voz de lamento, la encargada de los servicios generales.
El segundo piso del Pasaje Hernández es el único espacio de este centro comercial que mantiene su arquitectura de estilo francés de finales del siglo XIX: puertas de madera gigantes de dos piezas con ventanales, balcón circular con manijas de bronce y pisos de madera. Para ese entonces, allí se encontraban las oficinas de médicos, abogados y contadores.
Allí se pueden observar las barandas y balaustradas que se resisten al imperioso paso del tiempo; el color dorado da esa sensación de exquisitez propia de los lugares lujosos y lo corrugado es la muestra fiel que más de un siglo no pasa en vano.
“Todos los pasamanos y las bajantes del agua son en bronce, y otras en cobre”, asegura Francy, una de las mujeres encargadas de realizar el mantenimiento del lugar.
Arriba los pasillos son estrechos, con tres puentes habilitados para pasar de un lado a otro; uno en cada costado y otro en el medio. El techo es en vidrio y en forma triangular, lo que permite la entrada de luz natural al lugar.
El piso es de madera en listón, con lo cual en cada pisada resuena como cruje. No hay riesgo, porque en la actualidad son muy pocas personas las que suben. En el segundo nivel hay costureras, una oficina de abogados y la administración del lugar.
Los colores se mantienen; es, dentro de todo, lo más fácil de preservar: las paredes son de color crema y las puertas en madera de turquesa. “No se pueden cambiar los colores”, aseguran los administradores del lugar.
Pero este lugar no solo está lleno de historia, sino también de leyendas, de las cuales nadie tiene certezas, pero tampoco dudas. Hay quienes dicen que Jorge Eliécer Gaitán tenía una oficina allí, además de que cuando murió su cuerpo fue llevado a estas galerías para ser envuelto en una sábana. De la misma manera, se dice que en este pasaje se agolparon los cuerpos de las víctimas de la toma del Palacio de Justicia.
Actualmente, en el primer piso hay alrededor de 14 locales, los cuales difieren de lo que fue el Pasaje Hernández en el siglo pasado. Quedan muy pocos almacenes de ropa, en cambio lo que sí han proliferado son los restaurantes. Y es que esta galería es muy transitada por los bogotanos de a píe, muchos de los cuales buscan atajos a sus largos recorridos por el centro de la ciudad.
El primer centro comercial de Bogotá, el cual muchos recorren sin saberlo, se resiste a desaparecer, aunque ese mismo espíritu con el que nació, el del cambio de época, sea hoy por hoy el que intente desaparecerlo.