¡Chuzad, chuzad! ¡Que algo quedará!

Lun, 24/09/2018 - 05:43
Para que los principios universales del debido proceso, la presunción de inocencia, y el indubio pro reo, entre otros; acamparan en el corazón de los hombres libres, como ideal nacional y de meta-es
Para que los principios universales del debido proceso, la presunción de inocencia, y el indubio pro reo, entre otros; acamparan en el corazón de los hombres libres, como ideal nacional y de meta-estado de derecho democrático; fueron necesarias arduas y duras luchas, y que los grandes ciclones de la historia se pusieran en marcha con su accionar vesánico y demencial; uno de los más trascendentes, es el que tiene que ver con el derecho a la intimidad de la persona, entendido como aquel serrallo personalísimo inherente a todo ser humano. Podemos definirlo como una especie de burbuja blindada dentro de la cual se encuentra todo individuo y que comprende todos los aspectos de su vida, comportamientos y conductas, desde las más básicas y elementales, incluyendo las fisiológicas, hasta las que tienen que ver con su entorno familiar y social, de allí el celo, y la requisitoria exhaustiva y exigente en cuanto a su menoscabo, por parte de las autoridades que amparadas en preceptos constitucionales y legales, pretendan hacerlo. La Corte Suprema de Justicia (Sala Penal), de manera sesgada, brumosa y maliciosa, permite la interceptación del número telefónico del expresidente Álvaro Uribe, simplemente por capricho o perversidad, número mencionado por el exrepresentante, Nilton Córdoba Manyoma; en contra de quien iba dirigida específicamente la orden de interceptación, sin ningún derecho, de manera arbitraria y abusiva, si se quiere, colocándole como un “hallazgo” inevitable, para eludir responsabilidad, después de espiarla y manosearla durante casi un mes, la cual es una prueba nula o ilícita para hacer valer en otro proceso, y de la cual debe solicitarse su exclusión. La Corte dice, no fue un error judicial y están convencidos en que su accionar fue conforme a la ley; este hecho, es de tremenda gravedad y magnitud pues si ello se comete en contra de un alto personaje de la vida pública y política de la Nación, que podemos esperar los demás ciudadanos del común, frente al despotismo y omnipotencia judicial imperante en Colombia, estamos totalmente expuestos a estas tropelías y argucias fríamente calculadas. ¡CHUZAD, CHUZAD! ¡QUE ALGO QUEDARÁ!
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