Entre la ignorancia y la indiferencia

Dom, 16/10/2016 - 05:20
Como ha sucedido a lo largo de nuestra triste historia política el futuro del país será acomodado a las exigencias de las élites (llámense gamonales, propietarios, ricos, empresarios, dueños del
Como ha sucedido a lo largo de nuestra triste historia política el futuro del país será acomodado a las exigencias de las élites (llámense gamonales, propietarios, ricos, empresarios, dueños del poder económico, etc.) sin que valgan para nada los muertos que han abonado los campos en busca de la equidad en la propiedad y en el trabajo. La lucha por la tierra, que se escenifica a diario desde la Colombia aborigen, volverá a dejar incólumes los grandes latifundios, arrebatados a los campesinos honestos, despojados por una violencia que instauraron esas mismas élites desde los albores de las luchas libertarias para mantenerse en el poder. Después de doscientos años de una supuesta independencia los privilegios de tenencia y poder siguen en las mismas manos, no han variado la pirámide social sino en su base (cada día mayor), antes bien, han acrecentado los desequilibrios, han enriquecido más a los propietarios, han esquilmado sin vergüenza al colombiano trabajador.

Con violencia, despojo y desplazamiento.

Y lo han asesinado cuando ha reclamado justicia. Quienes veíamos la posibilidad de un cambio en el escenario de los acuerdos entre los principales actores del conflicto por la tierra (Estado-Farc) hemos sido derrotados por la ignorancia y, más que eso, por la indiferencia. Y eso gracias al legado del Frente Nacional con que embobaron al país para una supuesta pacificación que sólo fue verdad en el infame asesinato de los oponentes y en el miedo de los sometidos a decir la verdad y a pedir justicia. Si en el poder se alternaban las élites de los partidos dominantes ¿para qué carajos se votaba si ya se sabía quién iba a ser el ganador? Así, hasta hora. El 60 por ciento de los colombianos no piensa sino en ellos mismos. Les da igual un resultado que decida el futuro de nuestro país. Sabedores de eso los enemigos de la equidad convirtieron el pasado plebiscito en una campaña política cuando no era sino una simple decisión democrática. Y no sólo la convirtieron, sino que usaron las peores armas para atraer ingenuos votantes a sus predios. Armas como la mentira, el rumor, la falsedad, la intimidación ideológica. Una victoria pírrica que, sin embargo, los ha envalentonado lo suficiente como para impedir un cambio en esa política de tierras, que tanto anhela el país para vivir en calma, y plantear en el fondo un pacto que es como el fantasma del Frente Nacional donde ganan los de siempre. Las verdaderas soluciones se diluyen en la demagogia de este país indiferente e ignorante y del cual saldrá la nueva y agobiante tributación con que, dicen, fortalecerán el escenario del posconflicto. Por eso la tristeza de haber perdido la oportunidad de ser un país mejor, diferente.
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