Las respuestas de Sergio Fajardo en su entrevista con Yamid Amat traen inevitablemente a la memoria de los colombianos la sensación fatalista del síndrome de la Selección Colombia en el mundial de 1994, en Estados Unidos. Con los mejores jugadores y en su mejor momento individual no pudieron jugar en equipo, se asustaron con el triunfo y dieron rienda suelta a sus personalismos y mezquindades hasta que se petaquearon tal vez la más grande oportunidad de haber sido siquiera subcampeones del mundo. Lo tenían todo menos la humildad. Individualmente contaban con insuperables habilidades pero sus egos les impidieron tejer la red colectiva y construir un escenario ganador.
Pero como bien lo dijo el filósofo Daniel Samper Ospina "el nivel del fútbol colombiano solo es comparable con el de la política nacional", resulta válido hacer la odiosa comparación. El 5-0 contra Argentina puede ser el equivalente a la Ola Verde de la primera vuelta en la contienda presidencial pasada. Porque aparte de algunos errores originados en la falta de cancha de Antanas Mockus, se hizo evidente que la sobradez, cierta subestimación del contrario y la incomparable maldición colombiana a la hora de hacer equipo, llevaron a los Verdes a la derrota en la segunda vuelta, solo comparable con la cadena errática del conglomerado nacional en USA 94. Los verdes lo tenían todo pero algo les impidió tejer un escenario ganador.
De ahí para allá, la inmodestia y la desesperación han llevado a los jugadores verdes a repartir las culpas, a cometer nuevos errores como el de Enrique Peñalosa al creer que el uribismo le garantizaría el triunfo en Bogotá o el de Antanas Mockus al creer que el antiuribismo llevaría a su fórmula a la alcaldía. Fajardo se alejó, tomó distancia y triunfó en Antioquía y en un arranque de reduccionismo parroquial abandonó el barco verde. No lo había dicho tan explícitamente como se lo confesó a Yamid, pero en su práctica ya lo había hecho. Lucho quedó un poco a la deriva y terminó por encontrar contra viento y marea un buen puerto para encallar en la Unidad Nacional. No se puede decir que haya sido un error pero aún no se nota exactamente el acierto y si los es, es casi que individual. En todo caso el colectivo lo asume como su personal intuición salvavidas.
El hecho es que la canoa verde hoy hace agua y cada uno deja ver que no tiene angustias dado que ella está haciendo agua por el rincón del vecino. Y esa actitud lo único que garantiza es el naufragio colectivo. Hoy los verdes tienen dos salidas: o recogen las experiencias, reconsideran los errores y se vuelve a comenzar, que no sería de cero, o cada uno monta su rancho aparte, se pone modo quejetas y termina replicando la historia de las pugnas intestinas de todos los movimientos y partidos que han intentado quebrarle el espinazo al bipartidismo, hoy realinderado entre los uribistas y los santistas a manera de réplica que revive los odios entre cachiporros y chulavitas.
Aunque en este caso se podría aplicar la máxima del pensador Pacho Maturana de ¨perder es ganar¨, lo cierto es que eso tampoco lo han podido entender los jugadores verdes, porque ella lleva implícita la de ¨perder por conocer no es perder¨. Y a pesar de que casi todos ellos han bebido en las fuentes del otro Maturana, Humberto, el chileno que relaciona el conocimiento y el aprendizaje con el amor, lo que se nota hoy es que a los cuatro tenores les está quedando difícil aprender del pasado. Hoy no se sabe si el amor por los demás que siempre han pregonado ha llegado a su límite y ha comenzado a dar paso a un excesivo amor por sí mismos, o si el desamor por sus pares los ha llevado a no ver las posibilidades de reconocer en el otro la legitimidad de un otro en coexistencia.
Fajardo, Mockus, Peñalosa y Lucho, parecen tener hoy, además, una particular condición: In pectore son directores técnicos pero todos se sienten goleadores. Ninguno de los exalcaldes quiere repartir la bola y hacer el trabajo gris o hacer el pase-gol, para que el que mejor esté posicionado venza la red contraria. Y no parecen dispuestos a lo que en 2010 los acercó a la victoria: ser gregarios, trabajar en la retaguardia y romperse el alma defendiendo el equipo para que otro de sus compañeros cabecee con certeza o dispare al arco para meter el gol de la victoria. Y tal vez ese sea el cuello de botella que dé pie para aplicarles el refrán popular de mucho cacique y poco indio.
O por lo menos no les quieren parar bolas a los indios. A esos tres millones y pico de votos que aún creen en ellos y que a gritos les piden que bajen la cerviz, unan sus fuerzas y metan el gol, ya que el otro equipo está en problemas. Por esto hoy son los indios verdes los que le pueden exigir a sus caciques que aterricen ya que no es tiempo de bravuconadas, que todos ellos han mostrado que saben jugar y cada uno podría ser el goleador, que los colombianos saben que ellos pueden meter la pata pero nunca meterán la mano, porque saben que en política no se puede hacer lo que hizo Maradona con la mano de Dios. Pero extrañamente ninguno de ellos se ve preocupado por esos tres millones y pico de indios que esperan que algún cacique tire la primera piedra para inventarse una fórmula de equipo ganador, así el triunfo no recaiga en primera persona.
Y lo que dice Fajardo es un petardo para cualquier intento reunificador de los Verdes. Probablemente lo más preocupante es que como dicen las mamás vea la paja en el ojo ajeno y no la viga en el suyo. Dice que se fue porque vio la falta de políticas. Que hace dos años no cruza palabra con la dirigencia verde y que Mockus, Peñalosa y Lucho no hicieron nada por el partido, pero lo extraño es que los tres millones y pico de indios creen que Fajardo tampoco hizo, y que con esas frases no solo no hace sino que lo hace en contra. Esto hace pensar que al líder antioqueño le puede pasar como a Timothy en la película de Peter Hedgues, nominado al Oscar, ¨La extraña vida de Timothy Green¨, que por ser un niño diferente, después de haber entrado tarde al partido y luego de que debe quedarse parado en la cancha por un tiempo, sorprende con una habilidad extraordinaria, elude a todos los rivales y logra hacer un maravilloso disparo de gol pero en contra de su propio arco. Los colombianos podemos estar viendo una jugada parecida hacia un espectacular autogolazo. Por ahora, todo mal, todo mal...
La extraña salida de Sergio Green
Jue, 28/02/2013 - 01:04
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