Nuestra información genética no es un simple código, claro y sencillo, de cumplimiento obligatorio. Viene en largas secuencias de “letras” con muchos segmentos repetidos, otros sin sentido y algunos con sentido inverso. Todo esto producto de un largo proceso de evolución biológica con “calles sin salida” y muchos hallazgos por serendipia.
Además nuestra maquinaria celular tiene que leer ese código y construir nuestras proteínas sobre él: cuándo leerlo, cuándo dejar de leer y dónde seguir leyendo, tachando alguna información y subrayando otra son algunos de los problemas biomoleculares de nuestras células. La cosa no es sencilla.
Esa información viene en ovillos de ácidos nucleicos. Y esos ovillos se guardan y protegen en madejas que llamamos cromosomas. El núcleo de las células es entonces como el costurero de una viejita memoriosa y ahorrativa que guarda retazos de muchas cosas e hilitos que después se podrían usar. Estos se guardan en cromosomas se pueden romper, enredar y pegar unos a otros como en cualquier costurero. Es sorprendente, o providencial, que el caos no nos domine.
La evolución ha diseñado un artilugio para cerrar los cromosomas evitando hasta cierto punto el desorden. Son las puntas de los cromosomas, llamadas telómeros, que no codifican nada pero son como nudos o “chulitos” al final de una cinta. Así se previene un poco que las cintas se enreden o desmadejen.
Estos telómeros se van gastando poco a poco cuando las células se dividen y los cromosomas, duplicados, van a una u otra célula hija. Esta es una de las razones por la cuales una célula normal tiene un número limitado de divisiones y reproducciones. Las células en cultivo tomadas de un recién nacido se reproducen unas cien veces, al tomarlas de un sujeto mayor sólo se dividen y reproducen unas veinte veces.
Si la célula se inventa una enzima que reconstruya los telómeros después de cada división adquiere la capacidad de reproducirse indefinidamente. La célula cancerosa tiene esa enzima, la telomerasa, y por eso las neoplasias crecen sin límites. Actualmente muchos laboratorios del mundo buscan desarrollar fármacos para detener la telomerasa y así la reproducción repetida de células cancerosas. El premio Nobel de medicina se concedió en 2009 a Blackburn, Greider y Szostak por sus estudios de los telómeros y la telomerasa.
Por otro lado no hay descubrimiento en ciencias básicas médicas que no pase rápidamente al mercado de pruebas diagnósticas. Hoy se puede medir la longitud de los telómeros. Básicamente ¿cuántas posibles divisiones tienen todavía nuestras células antes de desintegrarse y morir? Según reporta el Washington Post en su edición del 23 de mayo en unos pocos meses se aprobará un test para medir la longitud de los telómeros en nuestras células.
Esta información reflejaría cuán lejos estamos como individuos de enfermedades degenerativas de la vejez o la muerte. Imaginamos que muchas personas querrán saber eso para prevenir estos cambios o prepararse a sufrirlos.
Pero antes de comprar la prueba podemos preguntarnos que tan predictiva es. Porque cuando nos proponen o venden una prueba de laboratorio debemos preguntarnos ante todo dos cosas. Primero, la capacidad probada de predicción de ella. Segundo si es útil esa predicción. Luego, si la deseamos, su costo y otros detalles.
La doctora Blackburn cree en el poder predictivo de medir los telómeros y ha fundado una empresa para la aprobación y mercadeo de la prueba. La doctora Greider opina que no está probada la capacidad predictiva ni la utilidad de medir la longitud de los telómeros. Ella cree que hacen falta más estudios en distintas poblaciones. Como vemos una cosa es descubrir algo y otra es poner de acuerdo a sus descubridores en la utilidad del hallazgo.
Pero toda novedad biomédica suscita otros estudios, frecuentemente desde perspectivas distintas. Ya decía hace cuarenta años el médico y escritor Lewis Thomas que los científicos son como colmenas de hormiguitas curiosas quienes se comunican con “antenitas”, artículos y ponencias en congresos, la información más reciente, pertinente o no.
Reporta la agencia Europa Press, mayo 18 de 2011, que un artículo reciente publicado en la revista Molecular Psychiatry describe disminución de la longitud de telómeros en niños (rumanos en este caso) hospitalizados en clínicas psiquiátricas y orfanatos.
Esto es muestra de otra perspectiva: el estrés físico y sicológico, disminuye la longitud de los telómeros aumentando la muerte celular o pérdida de su capacidad de división y reparación. Y esto aumenta la probabilidad de sufrir enfermedades degenerativas o envejecimiento temprano.
Quizás todo es simplemente la descripción biomolecular de una verdad humana: los sufrimientos nos van desgastando y consumiendo. Pero a través de la disminución de los telómeros o puntas de nuestros cromosomas.
Ahora, no sé si sea necesaria una prueba de laboratorio para decidirnos a disminuir el estrés y sufrimiento en nuestra vida para gozar de salud plena y una vejez sana.
Las puntas de nuestros cromosomas
Mié, 15/06/2011 - 08:56
Nuestra información genética no es un simple código, claro y sencillo, de cumplimiento obligatorio. Viene en largas secuencias de “letras” con muchos segmentos repetidos, otros sin sentido y