Me da mucha pena caer en la estigmatización pero la ingeniería en Colombia está en una crisis total. Se caen los puentes- peatonales y de vehículos-, los edificios, las carreteras y ahora lo de Hidroituango cuyas consecuencias todavía son incalculables. Pero el sector está también plagado de escándalos de corrupción, sobrecostos, demoras y sobornos. El maridaje entre obra pública e ingeniería, como el de Odebrecht o Reficar, es hoy sinónimo de todo lo que está mal en el país. Las firmas de ingeniería son un eslabón clave en la mermelada y en los abusos en la ejecución de los presupuestos públicos. Los ingenieros, grandes financiadores de las campañas políticas, son hoy expertos en derecho administrativo pues hacen fortunas demandando al Estado y obteniendo jugosas indemnizaciones.
Mientras tanto es evidente que la calidad de las obras es muy baja. Apenas se inaugura una carretera y ya tiene derrumbes, problemas en los peraltes y fallas en el asfaltado. Los edificios presentan fallas estructurales, problemas en los acabados y errores de diseño que resultan imperdonables. La calles de nuestro país tardan meses en ser repavimentadas para que semanas después reaparezcan las fallas nuevamente.
Arropados en su supuesta superioridad técnica, los ingenieros son reacios a cualquier autocrítica. Algo está pasando en las facultades donde se forman pues su capacidad de enfrentar los problemas planteados está siendo superada. En Colombia cuando en una carretera hay un problema serio se coloca un letrero que dice: “Falla geológica, tramo en observación” y se deja así durante décadas en lugar de buscarle una solución técnica que seguro existe. Nadie niega que nuestra geografía es difícil pero para eso es que los ingenieros estudian: para superarlos.
Algo está pasando en las facultades donde los principios éticos han desaparecido. La ingeniería es hoy una profesión donde se presume la mala fe. Cuando se adelanta un proyecto el colombiano promedio piensa en cuánto se están robando con sobrecostos o con malos materiales.
No me aventuro a especular sobre lo que pasó en Hidroituango pero lo cierto es que es una catástrofe técnica. Es el ejemplo del “cisne negro” donde todo lo que pudo salir mal salió mal. Los llamados a la solidaridad con EPM no deben esconder que es el mayor fracaso de la ingeniería colombiana en su historia. Habrá tiempo para investigaciones y estudios. Mientras tanto el costo para la empresa y para la economía será monumental.
