Debo confesar que veo muy pocos partidos de fútbol por televisión, y no lo hago porque quiera evitar un infarto con cada sufrimiento, producto de la adrenalina que produce el juego ni porque no guste del balompié, sino más bien por no tener que soportar la pobreza del periodismo deportivo de nuestro país, representado por los narradores que acostumbran a llenar el espacio electromagnético con aproximadamente un millón de frases por segundo y poco o nada se les entiende.
La segunda razón por la que prefiero esperar las noticias deportivas en lugar de ver el partido, así estas se limiten a describir los momentos más importantes de los noventa minutos, es por el triste y pobre desempeño de los comentaristas de fútbol. Oficio que debería prohibirse en Colombia, porque desde mi punto de vista, está ejercido por personas que en lugar de razonar lo que ocurre en los partidos y tras bambalinas, se dedican a vanagloriar al equipo siempre y cuando no reciba un gol en contra. Y son los mejores futbolistas si ganan el juego, pero si ocurre lo contrario, comienzan a darse cuenta de fallas que antes no habían visto, así estas se cometan desde el inicio de los primeros cuarenta y cinco minutos.
Son estos mismos señores, quienes creyéndose dueños de la verdad en el fútbol, se atreven a indicar con anterioridad lo que debe hacer la persona que se encuentra al frente del equipo, porque algo sí es claro, nadie sabe más que ellos, y cuando este no hace caso o cierra sus oídos, se encargan de crearle mala fama, olvidando que quienes juegan el partido son los once jugadores escogidos para tal fin.
Estos mismos señores son los que se dedican a alimentar el ego del jugador estrella del momento, poniendo la responsabilidad de los partidos en una sola persona, olvidando que el juego es colectivo y no individual, que el arte de ganar está en la medida en que se trabaje en grupo. Así por ejemplo, hace unos años a Faustino Asprilla lo coronaron como rey y se encargaron de expandirle la pequeña egoteca que trajo desde Europa, al punto en que los dos últimos mundiales que jugó creyó ser el dueño del balón. Hoy vemos que la cosa no ha cambiado mucho y los comentaristas no aprendieron la lección, porque los micrófonos y las cámaras apuntan ahora sobre Radamel Falcao García, quien afortunadamente entiende el significado de la palabra equipo, y en los partidos que recientemente jugó con la Selección Colombia, mantuvo la calma y la sencillez que se requiere en estos casos.
Desde mi punto de vista, gran culpa de la violencia que se vive en los estadios de fútbol en nuestro país, la tienen los comentaristas, quienes con sus análisis pobres, pero pendencieros, alborotan los ánimos de los jóvenes que observan el juego, bien sea en el estadio o por televisión, y cuando el partido es de la Selección Colombia y esta gana, se dedican a animar a los espectadores para que salgan a las calles, se suban a un bus de madera pintado con la tricolor, para que junto a una gran cantidad de borrachos paseen por las calles y avenidas de las ciudades de Colombia gritando el coro de una canción que no es precisamente el Himno Nacional.
Sin embargo, es claro que estos señores poco o nada les importa lo que piensen de ellos. Por eso no será raro que en los próximos partidos de la Selección Colombia, salgan a criticar al equipo y al técnico, señalando los errores que se cometieron durante el juego, sin que ellos como primeros observadores lo notaron, y digan que el grupo es lo mejor de lo mejor, en caso de que gane, y así ratifiquen el título de “profetas de lo que ya pasó”.
Y su oficio lo ejerzan sin ningún tipo de autoridad moral, luego del “Oso Peludo”, en la pasada fecha de las eliminatorias al mundial Brasil 2013, cuando mostraron su animadversión contra el director Pekerman, y tuvieron que tragarse las palabras al ver los resultados de una selección de fútbol que entiende que la clave para ganar está en el trabajo colectivo, y que debe cerrar los oídos a las críticas de personas que parecen ganarse la vida creyendo ser los dueños de la verdad. Los mismos por los que el país debería gritar a voz en cuello por el bien del balompié colombiano “no más comentaristas de fútbol”. O cuando menos, señores de los medios de comunicación, cámbienlos por otros que tengan una mejor actitud.
@sevillanojarami
No más comentaristas de fútbol
Mié, 19/09/2012 - 00:31
Debo confesar que veo muy pocos partidos de fútbol por televisión, y no lo hago porque quiera evitar un infarto con cada sufrimiento, producto de la adrenalina que produce el juego ni porque no gust