A Santos le gusta la paloma, pero no la presidencial

Sáb, 12/05/2018 - 05:55
Los presidentes colombianos se dividen en dos grandes categorías: 1) los elegidos, de distinto modo, para períodos ordinarios o regulares establecidos previamente por nuestras constituciones, y 2) l
Los presidentes colombianos se dividen en dos grandes categorías: 1) los elegidos, de distinto modo, para períodos ordinarios o regulares establecidos previamente por nuestras constituciones, y 2) los que por diversas razones han reemplazado al titular en el Poder Ejecutivo. A los primeros podemos llamarlos mandatarios ordinarios, regulares o alfas, y a los segundos, encargados o betas. Contados desde 1822 (por lo tanto se excluyen los gobernantes de la Patria Boba), cuando el Libertador empieza formalmente los mandatos presidenciales, hasta nuestros días, van cuarenta y dos gobernantes ordinarios o regulares, y cuarenta y tres encargados. El total es ochenta y cinco presidentes, lo que significa que, entre 1822 y 2018, en promedio, hemos tenido un mandatario cada 2.3 años… En los ciento noventa y seis años que hay de 1822 a 2018, ¿cuántos períodos ordinarios o regulares (de dos, cuatro y ocho años) ha habido, incluyendo el segundo, en curso, del presidente Juan Manuel Santos? Cincuenta y uno. Cifra que no coincide con los cuarenta y dos presidentes ordinarios porque algunos de éstos han sido elegidos para más de un mandato. En teoría, lo normal es que un presidente ejerza el poder durante la totalidad del período para el que fue elegido, esto es, sin compartirlo, voluntaria o forzosamente, con alguien. En el caso de Colombia, y de cara al propósito de estas notas, ¿los cuarenta y dos mandatarios alfa o regulares han ejercido durante todo el tiempo para el que fueron escogidos? No. Sólo lo han hecho dieciocho, el 42.85%, incluido el primer gobierno de Santos. Así las cosas, veamos unas cuantas líneas acerca de los presidentes que han ejercido su tiempo a tope: ● En el siglo 19, lo hicieron cuatro de los diecisiete presidentes regulares de tal centuria, esto es, apenas el 23.5%, lo que permite apreciar la movilidad y turbulencia que caracterizaron el ejercicio del poder ejecutivo en aquellos años. Sus nombres y períodos son: el conservador Mariano Ospina R., 1857-1861, y los liberales Manuel Murillo, 1864-1866 y 1872-1874; Santiago Pérez, 1874-1876, y Julián Trujillo, 1878-1880. ● En contraste, en el siglo 20 el porcentaje de quienes no compartieron su mandato se elevó a 52.2, correspondiente a doce de sus veintitrés titulares, lo que significa que el ejercicio presidencial tendió a ser más estable, maduro y disciplinado. Los nombres y períodos de los doce son: los conservadores Carlos E. Restrepo, 1910-1914; José Vicente Concha, 1914-1918; Pedro Nel Ospina, 1922-1926; Miguel Abadía, 1926-1930; Mariano Ospina P., 1946-1950; Belisario Betancur, 1982-1986, y Andrés Pastrana, 1998-2002, y los liberales Enrique Olaya, 1930-1934; Alfonso López P., 1934-1938; Eduardo Santos, 1938-1942; Virgilio Barco, 1986-1990, y César Gaviria, 1990-1994. ● En el siglo 21 van Álvaro Uribe, 2002-2006 y 2006-2010, y Juan Manuel Santos, 2010-2014 (falta por concluir su actual período, que termina el 7 de agosto de este 2018), ambos de origen partidista liberal. ● Sumando los resultados, se observa que son más los presidente de origen liberal (diez) que no han compartido su tiempo, al lado de los conservadores (ocho). ¿Será ello un signo de que Juan Manuel Santos, liberal, no le dará al general Oscar Naranjo una “paloma presidencial” en lo que le resta de mandato? ● De los dieciocho mandatarios que han gobernado su tiempo a tope, doce –el 66.6%– son abogados. ¿Puede tener el porcentaje algo de significativo? Es factible, dada la formación académica de los profesionales del derecho, sustentada en la obediencia a lo estipulado por la ley. Y lo estipulado por el espíritu de la ley es que el presidente ejerza todo el tiempo para el cual es elegido… ¿Lo hará Santos, aunque no es abogado? ● En los ciento noventa y seis años mencionados, Antioquia es la región con el mayor porcentaje de gobernantes alfa que no han compartido el poder. Lo ha ejercido a plenitud el 83.3% de los seis presidentes antioqueños de carácter regular que ha tenido el país. Sigue, increíblemente, Bogotá: de trece mandatarios regulares que ha dado, sólo cuatro, el 30.77%, no lo han compartido (Santos, hasta ahora). Dicho de otra manera, el 69.23% de los alfa nacidos en la capital en algún momento fueron reemplazados, temporal o definitivamente, en buena parte por “cortesía”, entiéndase gratitud o camaradería, con algunos de sus compatriotas... ¿En cuál grupo quedará, definitivamente, el presidente Santos? ● De los cincuenta y un períodos presidenciales ya mencionados, veintitrés corresponden al siglo 19. De estos veintitrés, sólo cinco –el 21.7%– los ejercieron plenamente sus titulares. Esto significa, ni más ni menos, que en el 78.3% de los veintitrés se compartió el tiempo, otro índice de que fue una centuria inusitadamente dinámica y promiscua en cuanto al ejercicio del mando presidencial. En el siglo 20, el panorama es más “normal”, pues de sus veinticuatro períodos constitucionales, en la mitad de ellos sus “propietarios” actuaron sin compartir el tiempo, tendencia en la que se inscriben los cuatro períodos que van del siglo 21. ● Si excluimos el actual período de Santos (que es el número cincuenta y uno), el total de períodos se reduce a cincuenta. De estos, únicamente en veinte (el 40%) sus titulares no han compartido el tiempo, lo cual significa que en el 60% de los períodos sí hubo un ejercicio fraccionado del poder ejecutivo, lo que muestra el alto grado de “repartición” que ha tenido el mando presidencial en Colombia. ¿Y de Santos, qué? Si no lo compartió en su primer mandato, no parece probable que lo haga a estas alturas de su partido, tan cerca de su partida, pese a que tiene fama de delegar en demasía. Además, si no lo hizo con Vargas Lleras, que estuvo varios años como segundo a bordo, es poco factible que lo haga ahora con el general Naranjo. Quizás, entre otras cosas, porque ya no se le justifica y para no gravar el presupuesto de funcionamiento, pues si le da la paloma presidencial, queda con pensión de expresidente… En su lugar, ya le anticipó otra paloma, la de la paz, que luce en la solapa… INFLEXIÓN. Queda claro que los dos alfas elegidos en lo que va de siglo han enviado un mensaje concreto: nada de palomas presidenciales. ¡Gobernar a tope y todo el tiempo!  
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