Serpientes y erizos

Sáb, 06/01/2018 - 05:49
¿Quién suele perder en el combate entre un erizo y una serpiente? La serpiente. Sí, porque muchas veces ésta se traga las espinas de aquel al intentar morderlo. El problema para el reptil es que e
¿Quién suele perder en el combate entre un erizo y una serpiente? La serpiente. Sí, porque muchas veces ésta se traga las espinas de aquel al intentar morderlo. El problema para el reptil es que el erizo dispone de cinco mil a dieciséis mil espinas. El tema viene a propósito de la campaña política en Colombia, que no es otra cosa que una campaña a favor y en contra de los políticos. Escenario en el que el papel de las serpientes lo desempeñan los candidatos, mientras que el de los erizos queda en manos de los periodistas, analistas, contradictores y ciudadanos en general, dispuestos a lanzar todas las espinas posibles, las objeciones, los cuestionamientos, en particular a quienes buscan la presidencia de la república. Los aspirantes (y sus asesores) se hallarán preparados para que no mueran con las espinas, no pocas de las cuales serán especialmente venenosas. Apliquemos esto de los erizos y las serpientes a ocho de los candidatos a la primera magistratura, para cada uno de los cuales quienes hagamos de erizos disponemos de espinas como las que aparecen al lado de sus nombres. Aquí están: Germán Vargas. Una espina clarísima, con riesgo de que la muerda: posar de opositor sabiendo que estuvo siete años en el gobierno de Santos –de tan bajísima aceptación–. Otra, su temperamento tradicional, que resulta repelente para una cantidad importante de ciudadanos, y una más: que su partido Cambio Radical no puede mostrarse como una colectividad de cero corrupción. Gustavo Petro. Las espinas ya vuelan: su vapuleada tarea como alcalde de Bogotá; el espíritu pendenciero para estimular el odio de clase; su militancia en un movimiento homicida como fue el M19, ejecutor de todas las formas de lucha; la ideología marxista-leninista que conservará (hay que concretarlo) de aquella militancia; su condición de anfitrión, admirador y seguidor de Hugo Chávez, uno de los creadores del nefasto “socialismo del siglo 21”. Humberto de la Calle. Las espinas que le tienen sus malquerientes son pocas, pero potentes: negociador de un tratado entreguista en La Habana, el candidato del presidente Santos y César Gaviria, las reiteradas y muy citadas mentiras de las que se valió para que ganara el Sí en el plebiscito, la sospecha de que en la segunda vuelta se iría con la izquierda, que tiende a favorecer visiones totalitarias. Iván Duque. Una espina evidente es la de ser “muy joven” y otra, la de carecer de experiencia administrativa o empresarial. Al no existir otras espinas relevantes –tal vez por lo anterior–, es probable que sus detractores retrotraigan algunas relacionadas con el expresidente Álvaro Uribe, llevando a Duque al papel de defensor del exmandatario. Martha Lucía Ramírez. Una, la de proponer demasiadas cosas en campaña, y otra: proyectar ser distante, poco cálida, de bajo carisma. Aspectos, ambos, que suelen encerrar claves de sorpresas desagradables para alguien que busca regir los destinos de un conjunto de seres humanos. Piedad Córdoba. La, para muchos, “Comandante Teodora”, en el lenguaje Farc, recibirá espinas como su cercanía afectiva e ideológica con aquel movimiento totalitario; su propensión a desarrollar un discurso social incendiario; la falta de experiencia de gobierno; su “adoración” por dos enemigos de la democracia abierta: Fidel Castro y el ya citado Hugo Chávez, ante cuyas tumbas se inclina reverente y dolida. Rodrigo Londoño. A este, el máximo comandante y presidente del partido de las Farc, le caerán muchas espinas, desde haber dirigido una organización que empleó el terrorismo entodas sus formas como recurso para tratar de imponer el pretendido “paraíso del proletariado”, hasta conservar una visión ideológica retardataria y nociva para los pueblos, de la que la historia abunda en ejemplos nefastos e implacablemente elocuentes. Sergio Fajardo. Unas cuantas: las observaciones que sus críticos hacen de algunas actuaciones suyas como alcalde de Medellín y gobernador de Antioquia, el tender a ser abstracto y poco concreto en sus intervenciones y respuestas, y la espina más fuerte: cómo sostener que su candidatura es la de “la decencia” si está flanqueada por una generadora de odios, como Claudia López, y un generador de acciones totalitarias, como Jorge Robledo. Al fin y al cabo, el concepto de decencia conlleva el de respeto a las personas y sus libertades. Ahí quedan esos ejemplos de espinas, señalamientos, críticas, que tomo, mutatis mutandis, de las redes, los medios tradicionales, las conversaciones y otros espacios humanos para que los candidatos diferencien cuáles son medias-verdades, verdades o mentiras. Lo entendemos mejor con el autor estadounidense Nido R. Qubein en uno de sus libros: “La mayoría de nosotros operamos con medias-verdades y nos rodeamos de personas que las comparten. En cambio, nuestros enemigos sólo quieren las verdades y por eso podemos aprender tanto de ellos”. Palabras que parecen pensadas para los candidatos (las serpientes”), citados en orden alfabético, y los críticos (los “erizos”). INFLEXIÓN. El desencanto del presidente Juan Manuel Santos no es que lo ataquen tantos, sino que lo defiendan tan pocos.
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