Televidentes burlados

Lun, 30/05/2011 - 23:56
La televisión llega a cada casa, se mete en nuestros hogares y nos acompaña en el día a día. Se ha convertido en un bien de consumo permanente, compartido por toda la sociedad sin distingos de cla
La televisión llega a cada casa, se mete en nuestros hogares y nos acompaña en el día a día. Se ha convertido en un bien de consumo permanente, compartido por toda la sociedad sin distingos de clase, género o religión. Los mismos programas llegan por igual a pobres o ricos, todas las personas tenemos iguales oportunidades noticiosas, de recreación o de opinión frente a un televisor. Este es el producto más democrático de las sociedades de consumo. Pero el uso de la televisión es diferente al consumo de una caja de galletas, por ejemplo, lo que la  convierte en un bien de mercado, pero un bien muy particular. Por un lado, sus programas se consumen al mismo tiempo, todos estamos sentados frente a un programa a la vez, mientras las galletas cada uno se las come en el momento que quiera;  por otra parte, las galletas no inciden en nuestra forma de pensar o ver la vida, mientras que la televisión es fundamental para la construcción de la ideología, la cultura y los valores; la televisión no viene lista para que la gastemos cuando queramos, se entrega por episodios que se van haciendo frente a nuestros ojos. Al comprar las galletas las hemos adquirido totalmente, somos sus dueños para utilizarlas cuándo y cómo queramos, la televisión no se nos entrega, nunca llega a ser nuestra. Es por estas, entre otras razones, por lo que se considera la televisión un bien público, sin importar cual sea su naturaleza empresarial. Los medios, todos, pero la televisión en particular por su indiscutible incidencia en la sociedad, no pueden hacer lo que se le de la gana. Un canal de televisión tiene un compromiso con sus consumidores y en virtud de este compromiso sus audiencias son tan importantes como sus socios. Es más, sus audiencias son el socio sin el cual no existirían. Este es el principio rector de la “la responsabilidad social empresarial”, una concepción que no puede entenderse de manera ligera, confundiendo responsabilidad con caridad. La responsabilidad de una empresa implica el respeto por sus consumidores, el reconocimiento de su entorno socioeconómico y el cuidado del medio ambiente. La Responsabilidad social no es un favor, no es una obra de caridad, no es una graciosa concesión. Los canales privados de televisión tienen que aplicar estos principios. No basta con tener fundaciones a lo “Caracol Social”, no basta con pasar mensajes de buenas intenciones, si se está olvidando la responsabilidad frente a sus televidentes y frente a sus colaboradores. Esto es lo que sucede cuando se modifica abruptamente la programación, una práctica común de Caracol y RCN, sin que la inútil Comisión Nacional de Televisión haga nada al respecto. Caracol y RCN se calcan “la parrilla”, tienen la misma programación minuto a minuto, son clones de una misma lógica: Si a uno le está funcionando el rating en un determinado espacio, el otro saca un programa idéntico para competirle y mocha lo que esté presentando a esa hora sin ninguna consideración. Como resultado de esta competencia perversa, van corriendo la programación, pasan a horarios menos buenos programas que llevan varias semanas, para sacar nuevas ofertas, en un acto de prestidigitación cual magos que hacen aparecer conejos de sus sombreros. Al final resultan solo eso “conejos” que es lo que le hacen a sus audiencias. Para no ir muy lejos, la semana pasada presenciamos el desmembramiento de la programación en Caracol Televisión. Con el afán de embutirnos tres telenovelas en el espacio de una, terminaron de manera descarada “La Teacher de Inglés”, una producción divertida con actores prestigiosos, sacaron del sombrero “La Reina del Sur” telenovela de mafia, porque aparentemente mafia y sangre siempre atraen el morbo de la audiencia, y refundieron en la profundidad de las noche un dramatizado sobre la violencia de los años cincuenta. A la par con esto anuncian con bombos y platillos otra telenovela histórica para esta semana. Mochar episodios, improvisar temas, desconocer audiencias, ¿será que con esta fórmula van a ganar rating? Lo dudo. Nos estamos cansando del jueguito y muchos televidentes vamos a cambiar de canal, para eso existe el cable. Independientemente de si el rating funciona o no, lo que es atroz es el irrespeto y la vulgaridad con que están resolviendo sus errores internos. Si los productos no se están vendiendo bien y la audiencia les es esquiva, seguramente se debe a las improvisaciones y a la falta de coherencia en la programación. Señores Caracol y RCN, sean responsables, respeten sus televidentes, no somos monigotes con los que se juega: Esto es responsabilidad social, lo demás es demagogia.
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