Una mentira comienza con una negación

Dom, 12/08/2012 - 01:02
Pesadillas al claroscuro, espectros que deambulan, hablan y se mezclan con los vivos. O quizás nadie está vivo, todos están muertos desde que ingresaron al gueto de Łódź, nombrado así por los p
Pesadillas al claroscuro, espectros que deambulan, hablan y se mezclan con los vivos. O quizás nadie está vivo, todos están muertos desde que ingresaron al gueto de Łódź, nombrado así por los polacos o de Litzmannstadt, según los alemanes. Sus voces sin dueño son de horror. Y es que “cuando los deportados y los muertos superan a los vivos, los muertos empiezan a hablar en lengua de los vivos. Simplemente, no quedan suficientes vivos como para sustentar toda una realidad”. Los gritos repiten añoranzas de mejores tiempos, cuando el hambre estaba saciada. Un pan, un pedazo de carne, son parte de sus fantasías. En el límite que separa a la vida del no ser escuchan  verdades atroces, las que oculta Mordechai Chaim Rumkowski, judío administrador o Presidente del gueto cuya avidez lo convirtió en una de las piezas fundamentales del engranaje industrial nazi. Hasta los niños menores de 10 años trabajaban produciendo suministros para los militares alemanes. “La verdad es la mejor mentira”, repetía Rumkowski: a todos los judíos que abandonen ahora el gueto se les dará trabajo en otros lugares. Ninguna vida correrá peligro y todos estarán a salvo. Rumkowski, cual emperador en su palacio, con lacayos reverentes, lujos insólitos.  Abusador sexual de mujeres jóvenes. Solitario habitante de sus propias mentiras “¿En que se convierte una mentira entonces, si es la prolongación natural de la propia persona’” escribió Vêra Schulz, crítica aguda, en su diario. Vêra Schulz calcada de Lucille Eigengreen quien sobrevivió al gueto de Łódź, y a varios campos de concentración, autora de Rumkowski and the Orphans of Lodz, una de las fuentes de El imperio de las mentiras de Steve Sem-Sandbger, que publica en español Mondadori. También Sem-Sandberg, que nació en Oslo en 1958, se valió de la Crónica del Gueto, una colección de noticias de 3000 páginas para hacer una historia que le llegó de improviso. Buscaba un tema cualquiera cuando era periodista en Praga. Tomó un tren a Polonia desde la misma estación desde la cual salían los judíos checos hacia Łódź para permanecer años allí y terminar, como les sucedió a muchos, asesinados en Auschwitz y en las cámaras de gas de Chelmo. Fascinado, buscó los testimonios de los sobrevivientes del gueto para contar de manera distinta y que atrapa al lector, esta novela del Holocausto. Lejos de la gran parafernalia del aparato del mal nazi, la obra surge de experiencias diarias, pequeñas si se quiere, de judíos del común, cuyas tragedias narradas en simultáneo evocan una cámara de espejos. Vêra enamorada de Aleks, encerrada en un archivo clandestino, con su cuerpo de dolor hecho con lo que quedaba de ella misma, haciendo que sus pensamientos se dirigieran a otras partes, adonde nunca habían ido, arrastrando los pies por la nieve, cargando con lo poco que pudieron recoger a toda prisa. De camino… ¿adónde? Nadie lo sabía.  Adam Reszpin, que vivía con su padre Szaja y su hermana Lida, enloquecida, violada, acribillada. Adam fue recogido en La Casa Verde donde Rumkowski reunía, disfrazado de benevolente padre, a “sus niños”.  Los alimentaba bien, los hacía cuidar, los educaba. Hubo ultrajes sexuales.  Algunos chicos fueron ejecutados. En La Casa Verde se refugia Adam cuando huye del gueto; cree haberse salvado. Es abaleado cuando llegan los aliados. Sem-Sandberg reconstruye con éxito la ambigüedad del controvertido Rumkoski, amado y detestado. Pese a ello, queda intacta la perfidia del personaje. El único logro del “Presidente” fue haber vendido a su propia gente en tiempo récord. Y aun así, ¡un cuarto de millón de personas lo admiran como a un dios! ¿Qué clase de ser humano es el que busca conscientemente denigrar y deshonrar al mayor numero posible de personas solo para encumbrarse a si mismo? ¡No me cabe en la cabeza!”, dijo Vêra Schulz. Tampoco puede Enrique Rodríguez López digerir a Mordechai Chaim Rumkowski. Rodríguez buscó en la novela las explicaciones del principio de Rumkowski: “la salvación de algunos judíos, dependería de que otros tendrían que ser sacrificados”. Ambicioso fue el calificativo menos hiriente que este periodista encontró para referirse al “rey” del gueto. Cada página lo acercó más al tirano esclavista.  Monstruo megalómano, amigo de la bestia salvaje que invadió Polonia en 1939. No obstante, murió en Auschwitz en 1944.
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