Los médicos estamos atravesando un momento crítico en el ejercicio de la profesión. La exigencia del medio, de las instituciones, la prisa y la necesidad de atender más y más personas en tiempos cada vez más cortos, nos ha alejado de una de las características primordiales para un buen acto médico, la capacidad de escucha.
El arte de prestar toda nuestra atención al ser humano que tenemos enfrente, el talento de volcar todos nuestros sentidos para captar y resonar con los sentimientos y el pensamiento de aquella persona que viene solicitando nuestra ayuda, es un deber del médico.
Es también deber del paciente exigir lo anterior, ser escuchado. En estudios en otros países se ha observado que hasta el 85 por ciento de los médicos, en la actualidad, cortan las palabras del paciente apenas en los primeros minutos de la consulta. Se pierde entonces el mejor referente hacia el diagnóstico, es decir, escuchar tal y como nace espontáneamente la descripción de la molestia. No es raro observar que el paciente comience con un “Doctor, mi historia es larga, hace 20 años cuando mi tía….” En ese instante el médico interrumpe diciendo “pero señora, vamos al grano, que es lo que le sucede hoy”. Se han perdido irremediablemente los hechos que predispusieron a la enfermedad, el origen mismo de ella, el contexto social, familiar y psicológico.
Igualmente, es un deber del paciente escuchar a su médico. Aunque suene paradójico, también los pacientes han perdido la capacidad de escucha. Llegan a los consultorios con ideas fijas. Los familiares, amigos, la búsqueda en internet los conducen a tener en mente un diagnóstico, aún antes de pisar el dintel del consultorio. Van a la consulta solo para corroborar lo que piensan, ya que lidiar con la enfermedad no es fácil, como tampoco lo es aceptar una enfermedad que nos confronte con nuestro estilo de vida, siempre la causa es externa, se olvidan los actos interiores que condujeron a ella. El paciente se ha vuelto demandante de exámenes, la confianza en el acto médico en si mismo, se ha perdido. ¿Cómo recuperarlo?, con el rescate de la capacidad de escucha.
La escucha integra saberes, ciencia, conocimientos. La escucha crea un clima de empatía. La escucha es base para el entendimiento, para la relación médico-paciente. A través de ella ampliamos nuestros horizontes, descubrimos y nos asombramos ante puntos de vista diferentes al que pensábamos. El sanar y el curar llegan con ella, la escucha.
Algo similar, como un reflejo, nos suele suceder a los seres humanos en general. Los afanes de la vida nos alejan de aquellos momentos que, recogidos en nuestro interior, en el silencio de nuestro ser, somos capaces de escucharnos; de atender aquella voz interior, oculta tras la bulla del día a día. Muchas veces al estar inmersos en una rutina diaria, nos olvidamos de tomar un momento para escuchar esa sabiduría interior, que nos ayuda a lidiar con los problemas y situaciones cotidianas.
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Yo escucho, tu escuchas
Vie, 18/02/2011 - 23:58
Los médicos estamos atravesando un momento crítico en el ejercicio de la profesión. La exigencia del medio, de las instituciones, la prisa y la necesidad de atender más y más personas en tiempos