Indy, el carismático golden retriever que protagoniza la película Good Boy, se convirtió en el primer perro nominado a Mejor Actor en los Premios Astra 2026, un hecho sin precedentes en la industria del cine. La cinta, escrita y dirigida por Ben Leonberg, narra la historia de un perro que se muda a una casa rural con su dueño Todd y comienza a percibir presencias sobrenaturales que sus dueños no pueden ver, obligándolo a enfrentar fuerzas desconocidas para proteger a quienes ama.
La película, filmada casi por completo desde la perspectiva del animal, generó elogios por la expresividad de Indy, cuya actuación —cargada de emoción, lealtad, miedo y confusión— conquistó a la crítica internacional. La naturalidad de su interpretación definió el tono inquietante del largometraje y fue determinante para que entrara en competencia en una de las categorías estelares de los Premios Astra.
El primer perro nominado a Mejor Actor
La nominación de Indy lo ubica junto a figuras de renombre como Alfie Williams (28 años después), Alison Brie (Juntos), Ethan Hawke (Teléfono negro 2), Sally Hawkins (Tráela de vuelta) y Sophie Thatcher (Compañera). La ceremonia se celebrará el 6 de enero de 2026 en Los Ángeles y reconocerá lo mejor del cine, la televisión, los podcasts y las artes creativas en 39 categorías.
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Tras el éxito de Good Boy, el estudio IFC Films incluso presentó una petición formal a la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas para considerar la actuación de Indy en los Premios Óscar. Sin embargo, las normas actuales limitan la competencia a intérpretes humanos.
Una estrella inesperada
La historia de Indy no comenzó en un set de cine, sino como la de cualquier perro adoptado. Kari Fischer y Ben Leonberg —cineastas y pareja— lo acogieron en su hogar de Nueva York sin la intención de convertirlo en actor. “Lo conseguimos de cachorro y su función principal siempre ha sido ser nuestro amigo y familiar”, contó Leonberg a The Dodo.
Pero mientras desarrollaban la idea de Good Boy, centrada en la mirada del animal, Indy se convirtió en el corazón del proyecto. La pareja adaptó toda la producción a la estatura y ritmo del perro: durante tres años filmaron más de 400 días a 48 centímetros del suelo, imitando su campo visual.
“Era un proyecto familiar peculiar. Indy aprendió que la cámara significaba que iba a hacer algo divertido, como cuando un perro ve su correa y sabe que saldrá a caminar”, explicó el director.
Un rodaje adaptado a su bienestar
El equipo decidió que Indy no estaría sometido a entrenamientos exigentes. Su desempeño se basó más en la confianza con sus dueños que en trucos complejos. Si necesitaba dormir, se pausaba el rodaje. Las escenas más tensas se lograban gracias a recursos creativos fuera de cámara: sonidos, gestos o juegos que provocaban las reacciones necesarias para transmitir emoción.
“Creo que su actuación es especial porque hicimos la película alrededor de él, algo poco común en el cine”, señaló Leonberg. La química entre el perro y sus dueños fue clave para que su interpretación pareciera real y profunda.
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De regreso a su vida normal
Tras la gira promocional, Indy regresará a su rutina lejos de los reflectores: caminatas por el bosque, largas siestas y tardes viendo televisión. Para sus dueños, eso es lo más importante: “Indy disfruta la aventura, pero al final del día solo quiere acurrucarse en su almohada”.
Mientras la industria del entretenimiento debate si los Premios Óscar deberían abrirse a las actuaciones animales, Indy ya hizo historia. Y aunque no entiende de estatuillas ni alfombras rojas, su logro marca un antes y un después en el cine.
