Aplacaste momentáneamente la soledad que quiero a ratos y se hace innata, que se adhiere como sanguijuela y me excluye de la realidad. Subiste el telón y diste inicio a la función. Hiciste malabares con mis sentimientos y terminé caminando por una cuerda floja hacia un abismo que me golpeó con la realidad. Até tu mano pero no tu corazón. Intente jugar, poner las cartas sobre la mesa y evitar salir sin fichas de esta dulce contienda. Fui persistente pero no lo suficiente. Le diste off a este capítulo y emprendiste camino lejos de mí. Me invaden las dudas y se comen a retazos lo que yo creí fue mi mayor momento de felicidad. Siempre estuve al borde y lo sé. Nada fue seguro y me arrepiento. Los límites no fueron impuestos y eso me enferma del coraje. Caí por la borda y sigo flotando en las aguas del desamor y la razón, toda esta basura por partida doble.
Necesito sanar, volver a armar esta encrucijada, desatar eso que me amarra a ti y dejarte ir. Dejarte volar junto al águila que tengo en mi espalda o en medio de los esqueletos de colibrí que tienes en el abdomen. Siempre me pregunte qué querías de mí, pero efectivamente la respuesta fue incierta desde el momento en que te conocí. Quizás el error fue haberte colocado en un pedestal y en un sitio de confort sin mayores pretensiones. Eras mi premio, mi alegría y el buen sexo por las tardes. Muchos fueron los parches midnight y esperar a que el reloj marcara las doce se hizo mi mejor plan. Las ganas de verte y mirarte a lo lejos me invadían de pies a cabeza. Te besé como nunca he besado a nadie y te toqué quizás con una intensidad desconocida para mí. Te hice mía como loco, con las ansias de un inexperto pero con la seguridad de un maestro.
Extraño el calor de tu super chaqueta, tus miradas perdidas y los maullidos de tu gata, incluso sus rasguños en mi espalda justo cuando hacíamos el amor. Tus piernas pálidas y tu trasero chato. Aquella rosa atrapada en una telaraña tatuada en tu brazo. Extraño mucho de ti, quizás pensé que luego de tantos desaciertos y esperar a quien no se debe, tú venías a descontrolar mi vida y hacerla constante, no intermitente. Fuiste como diría M, una lámpara sin gas que solo encendió su mecha cuando deseaba saciar sus ansias de perversión. Buscabas diversión y la encontraste, pedías cruzar la línea de lo prohibido y lo hiciste a tu antojo. Me dejaste en una cruel despedida de silencios, dijiste que la vida es larga y que es incierto que nos volvamos a encontrar. Te fuiste sin mayores pretensiones y caminaste sin mirar atrás.
Un viernes 13 en una noche de lluvia y cigarrillos juntamos nuestros labios. Llovía a cantaros y el frío entraba por mis entrañas sin siquiera pedir permiso. Fumábamos para invocar el calor mientras hablábamos de lo mal que nos hemos portado. Intentaste escuchar una canción en mi playlist que nunca encontraste, ya que tus gustos y los míos andaban en discordia tal vez desde el día en que nacimos. Los mirones del edificio vecino perturbados por el olor y el volumen a todo timbal, hicieron de las suyas y la policía llegó de aguafiestas. Te decía que me tomaras de la mano y no intentaras entender. La luz proyectada del portátil dibujaba las sombras de nuestros cuerpos desnudos. La función para los vecinos era mejor en una versión muda, pero la verdad es que los cuadros de texto se hacían a viva voz porque no había de otra.
Me mirabas con cierta malicia a ratos y el nerviosismo se mantuvo. Te dejaste llevar y el resto se fue dando por añadidura. Nuestros cuerpos fluctuaron y se humedecieron. Se derrocharon los fluidos, flotaron los líquidos de la gloria y se acallaron los gemidos del placer. Me abrazaste y metiste mis dedos en tu boca. Te apreté fuertemente incluso minutos después de haberme venido en tu cara, solo porque así lo pediste. Nos miramos intensamente y volvimos a mojar nuestros labios. Tartamudeaste dos frases y dormimos una siesta. Brotaron las primeras gotas de sudor, la desnudez lagrimeaba en medio de respiros en ebullición y roces de vapor absoluto. Dormimos hasta que los maullidos de Madonna me hicieron despertar de una horrible pesadilla con un final que no era precisamente acertado para el momento.
Como diría Cortázar, andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos. La semana siguiente a aquel encuentro nos vimos todas las tardes a la misma hora y en el mismo lugar. Coincidentemente a tres cuadras de mi casa y el esfuerzo era mínimo. Debías cuidar del lugar y además alimentar a Lola, la tortuga de tu mejor mejor amiga que andaba de excursión en el mediterráneo. El portero ya me daba vía libre hacia el apartamento y siempre me esperabas antes de fumarte el primer porro. Te sentabas sobre mis piernas y me pasabas el humo de tu boca a la mía. Nos elevábamos al instante y justo cuando hablábamos incoherencias, nos transportábamos juntos a una dimensión que apodamos La cocina. Podíamos degustar, probarnos y hacer el resto para quedar satisfechos.
La lluvia constante e imparable de La ciudad de los ruidos y números no era una piedra en el zapato a la hora de continuar viéndonos. Sin protegerme por un paraguas ya que mis costumbres y crianza me malacostumbraron, llegaba siempre empapado. Mi ropa goteaba y tú corrías detrás de mí con un trapero en la mano. Metías tu mano dentro de mi pantalón para sentir la dureza de mi verga. Me desnudabas por completo y me empujabas hacia la habitación, hacía aquellas cobijas que debían pasar por la lavandería antes de que el olor a sudor las delatara. Emanabas sexo de pies a cabeza, eso no era problema en medio de la abundante arrechera. Mordías tus labios e iniciabas el juego en el que ambos salíamos ganadores, premiados por el morbo y elogiados con medallas de erotismo.
Recuerdo aquel parche midnight de cócteles y cigarros. Aquella madrugada en la cual me contaste sobre tus largas farras en las montañas de Levi y las veces que rechazaste las propuestas indecentes de tu jefe, que traían consigo aumentos de sueldo y viajes en primera clase. La primera vez que te metiste una pepa y como pasar por alto la borrachera que terminó con un piercing en tu clítoris. Eras exageradamente más agresiva que yo, lo admito. Alardeabas que me estabas corrompiendo y no querías correr con los gastos, la verdad era que esos aspectos que descubría de mí gracias a ti, siempre habían estado presentes y listos a salir a flote. Adaptarse no estaba dentro de mis planes, vivir al máximo y descontrolarme junto a ti era mucho más divertido. Tu dosis de anarquía le susurraba obscenidades a mi sexo en medio de roces a tus pezones y besos en tu abdomen.
Semanas después de tu partida quedé vuelto mierda. Los siguientes párrafos son la cruda evidencia.
Después de tomar dos vasos de agua y ver en Grey’s Anatomy a Sloan revolcarse con una de las residentes que luego termina postrada en charcos de sangre, escuchaba aquella sinfonía que tome prestada y no quiero entregar. La hice mía sin permiso alguno. 1:00 a.m. Al escucharla me envenenaban las ganas de creer que todo es posible y me confirma que la falsedad tiene máscaras y a veces nos toca usar una de ellas. Si es un delito puedo decir que robé aquella canción. El molde siempre será el mismo y la esencia es la clave. Tú estás en lo agridulce y yo te quería dulce. Pasarán los días y en menos de lo que canta un gallo llegarán las caricias que hacen escala en las orejas y terminan en labios maniatados. La presencia de otra ya no será distante, se hará real.
Las lágrimas corrían a borbotones y el violín continuaba resonante. Mis ojos enlagunados y mi nariz a moco tendido. Siempre he pensado en imposibles y tú, en lo que pude haber hecho y tú, en la impotencia que le pide una taza de azúcar a la tristeza y en ti. Te creí eso divino que lleva consigo su halo. Eres lo que la sal al mar fue la marihuana para Cobain. Eso fui de ti, un rastrojo deportado a los tres días, un viaje al extranjero y un amor infundado que me volvió adicto. A veces pensé que llegarías mañana, a veces... sólo pensaba y respiraba profundo. Uno que otro sueño se revolcaba y sonreía. Estabas, no estabas, acción y reacción. De lo claro a lo opaco. Ibas, te seguía, te quedabas y suspiraba. A veces... creo que esto fue solo un capricho que me volvió incólume.
Lo que rechacé y enviaba con tiquete sin regreso a mis pensamientos, hoy dice presente. Gracias a ti tenía una razón para levantarme, una dosis para seguir el día y un aliento para dormir bajo cobijas de aire fresco y recostado en almohadas de nubes diáfanas. Toca decir que tu alma queda en libertad. M insiste, lo mejor está por venir, esto se pone bueno. Después del llanto llega la alegría y este caso no es la excepción. Eres ese resumen, esa conclusión y esa sinopsis de la persona que quiero postrada a mis entrañas. Las fintas y los sueños de rock and roll venían incluidas contigo. Serás esa mujer con quien no había mayores esfuerzos, la magia se daba por sí sola. Desafortunadamente el túnel pide ver luz, el tren pide su carril, las lágrimas piden permear y las sonrisas piden volver a flote. Un minuto de silencio por tú eterno descanso.
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Juegos de medianoche
Mié, 23/10/2013 - 13:55
Aplacaste momentáneamente la soledad que quiero a ratos y se hace innata, que se adhiere como sanguijuela y me excluye de la realidad. Subiste el telón y diste inicio a la función. Hiciste malabare