¿Será verdad tanta "belleza"?

Dom, 23/10/2011 - 13:34

Se dice que una imagen vale más que mil palabras. O que a la mujer no hay que oírla sino verla a los ojos para saber si va por buena ruta la conquista. También que no hay sentido tan fácil d
Se dice que una imagen vale más que mil palabras. O que a la mujer no hay que oírla sino verla a los ojos para saber si va por buena ruta la conquista. También que no hay sentido tan fácil de engañar como la vista: las revistas para hombres están atiborradas de imágenes retocadas, falseadas, no tanto en busca de la belleza como de ocultar los defectos. O las fotos de recetas de cocina en el que cualquier plato parece ser el más delicioso y provocativo, o los autos, o los lugares de vacaciones. Los recuerdos de niñez los conservamos como un tesoro: olores, sabores, y claro, alguna fotografía infaltable que nos revela el ineluctable paso del tiempo. La comparación es automática, para bien o para mal nuestro. En fin, es cierto que todo entra por los ojos, hasta el amor, como acertaba Wilde en algún escrito. La semana anterior se hicieron públicas algunas fotografías que causaron revuelo y suscitaron debate, algunas por su veracidad, otras por el impacto que causaría en la opinión pública. Tres fotos que captaron momentos emotivos, impactantes y graciosos, casi ridículos. Y son la muestra de que la imagen es más útil que los discursos o las plegarias o la lírica. Give peace a chance. La familia Lennon se reconcilió. La ex esposa Cinthia Powell y la viuda más famosa del rock, Yoko Ono, decidieron poner fin a viejos litigios sobre la herencia de sus hijos por la fortuna del líder de los Beatles. Los odios y querellas parecen haberse evaporado y sepultado, pues recordemos que ya se cumplieron 30 años de la muerte de Lennon. Ya no es el pequeño Julian a quien Paul McCartney le escribió la famosa Hey Jude, sino un hombre corpulento cercano a los 50 años, también músico y quien asegura no haber recibido el amor de John Lennon, aunque éste todo el tiempo se la pasaba hablando del tema. Sean, más parecido a su madre, posó sonriente para la foto, al contrario de su hermano, el padre amoroso y protector es un constante recuerdo. Es común verlos en Nueva York en bares o simplemente caminando. Lo sorpresivo es el abrazo de las mujeres, de la ayer arpía artista japonesa y la abnegada esposa de Liverpool, que ya no es tanto, a juzgar por el libro que hace poco publicó sobre su vida al lado de Lennon. Y es precisamente John Lennon, contradictorio y humano como cualquiera de nosotros, que amó en demasía o falló sin remordimiento, quien más debería alegrarse con la instantánea. El Coronel en su “laberinto” Parece muerto o está cerca del final. Todos querían verlo sin vida o aún mejor, capturado y expuesto a la ignominia pública. Pero no ocurrió así. Fue ultimado de un tiro en la sien que le salió por la frente. Y así lo registró la prensa mundial. Aunque evitó algo peor: que sus enemigos se vanagloriasen de su derrota final. Gadafi estaba acorralado hacía por lo menos cuatro meses, cuando la OTAN lanzó la ofensiva bélica en Libia, que no estuvo exenta de críticas. Se comentaba en los medios que los militares europeos se quejaban por el mal estado de los aeropuertos, o por las deterioradas carreteras, por las que no podían pasar los tanques de guerra; o que los rebeldes desconfiaban de todo y preferían usar su método lento y paquidérmico en vez de la eficacia de los aviones mirage o las armas de altísima confianza. En un juego de gato y ratón, Gadafi y sus secuaces, entre ellos varios de sus hijos, huían en perpetua peregrinación, su séquito como el Bolívar de García Márquez, se limitaba a esperar a que muriera acosado por los recuerdos de la pasada gloria. Algunos fueron dados de baja y otros abandonaron al Coronel. Su laberinto no fue el Magdalena caluroso y selvático de Bolívar sino la Trípoli hambrienta y polvorienta, y no contempló a Venus como el caraqueño, sino que vio la luz cuando lo sacaron de la alcantarilla en la que estaba escondido. El sentido metafórico no pudo ser más real. El “pecho frío” La figura de la mitad con la pose delicada y mirada femenina no es la porrista. No. Es el candidato Gustavo Petro, que acababa de recibir el apoyo de un grupo de deportistas a su campaña, entre ellos algunos exfutbolistas de clubes capitalinos y un campeón mundial de boxeo. El paso del tiempo los ha hecho barrigones y lucen cansados, pero no por eso dejan de ser útiles para la política. Así como hace casi 40 años aKid Pambele lo subieron a un Mercedes Benz para dar la vuelta olímpica en el Campin de Bogotá y celebrar su título mundial, y de paso subir la popularidad del entonces inocuo presidente; hoy sirve ponerse la camiseta, no la azul o roja, sino la embelecada y multicolor de la campaña de Petro, que a él es el único a quien le queda perfecta. Y así la luce, con la sonrisa de serpiente –como acertadamente calificó Caballero- y la camisa de oficina azul cielo sin remangar, porque estaba trabajando. Es un político y un intelectual. No pretende ser deportista ni boxeador ni algo parecido. La foto con viejas glorias deportivas suma votos y eso lo sabe bien él o el joven Pastrana o el ya octogenario Carlos Menem, recordando la célebre portada junto a Maradona en 1989. Salvo que al argentino le sentaba bien la casaca albiceleste, no parecía forzado, y Pastrana tuvo la cordura de conducir su carro con el trofeo dando saludos. Y Petro, quedó como la de las porras, sólo sonrisas.
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