Cambiando lo imprescindible

Mar, 16/04/2019 - 10:37
Siguiendo el diagnóstico de mis columnas anteriores sobre el padecimiento, que consume - sin clemencia alguna – a nuestra nación, se hace imperioso revisar el angustiante contexto en el que se enc
Siguiendo el diagnóstico de mis columnas anteriores sobre el padecimiento, que consume - sin clemencia alguna – a nuestra nación, se hace imperioso revisar el angustiante contexto en el que se encuentra la institucionalidad colombiana, su legitimidad y agobiante cambio. Para los lectores que no están familiarizados con el término, la institucionalidad significa las reglas de juego, representadas en cuerpos o entidades que crean y regulan el día a día de cada uno de los colombianos. Es la relación directa del Estado y nosotros, sus asociados, con la vida pública y privada. Y es que estas determinan, desde el acceso a la educación, salud, trabajo, seguridad, vivienda, hasta la posibilidad de desarrollarnos en una sociedad próspera y en paz. Estas instituciones, sublimes en cualquier democracia, representan la nobleza de una sociedad que entiende, generación tras generación, que los presidentes, jueces y legisladores son pasajeros. Mientras que el Estado, perdura y nos supera, construyéndose con las buenas actuaciones de sus conciudadanos frente a sus instituciones o sufriendo la inestabilidad de estas. Los grandes países alrededor del mundo, casi en su totalidad, tienen en común un conjunto de instituciones fuertes y estables que, desde el inicio de su constitución como Estados modernos, cuentan con la protección por parte de sus servidores, preservándolas a través del tiempo, a través de los hombres, haciendo de estas valores y orgullos ineludibles para sus sociedades. Instituciones fuertes. En nuestro caso, como una nación adulta con vestigios de inmadurez, se vislumbra una presión constante, que desde diferentes orillas demuestra un único objetivo, cambiar las reglas de juego, reglas que se cambian año a año, a un ritmo frenético e irracional. A tal punto que, a la gran mayoría de colombianos, no les importa o lo que es peor, ignoran. En Colombia estamos cambiando lo imprescindible, atentando contra el espíritu mismo de nuestro Estado, desconociendo las bases de nuestra sociedad. Hoy, no le servimos al país, nos servimos de este. La estructura institucional para el Estado es lo que la estructura ósea para el ser humano. Y cuando como nación lo entendamos, Colombia avanzará rápidamente a ser un país más desarrollado e incluyente. “Si la miseria del pobre es causada, no por las leyes de la naturaleza, sino por las instituciones, grande es nuestro pecado.” CHARLES ROBERT DARWIN
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