Dicen que el amor es rey y reina sin ley. Por eso –aunque con enorme sorpresa en círculos sociales y de amigos- el senador Jorge Eduardo Géchem ha decidido casarse (terceras nupcias) el próximo domingo con Deysy del Pilar Cruz García, en el Club Colombo Libanés de Bogotá.
Los grandes amores (conocidos) los había tenido en el Huila, razón por la cual sorprendió a sus admiradoras “el desplante” de unir su vida a una ibaguereña. El picante opita, irrespetuoso muchas veces, ha hecho rodar la versión de que “el mono” quiere extender su poder electoral al Tolima.
Yo lo conocí compartiendo vida con Lucy Artunduaga, que no es mi pariente pero sí mi amiga. Escribí en ese entonces sobre su gran amor: “Cuando un hombre baila vallenato con su mujer a las 9 de la mañana de un domingo y cuando la besa como los primeros días, después de 18 años de matrimonio, indudablemente la ama.
Y si además tienen un hijo de 13 años y otros de primeros matrimonios, pero no discriminan ni racionan el amor por ninguno, es porque rompieron barreras y prejuicios sociales.
Se conocieron en un bazar del pueblo, en Gigante, Huila, en el “barrio 8 de mayo”, haciendo campaña política, el día exacto, a la hora justa. Y se vieron con los ojos de la sorpresa de hallar a la persona que se estaba buscando con ansiedad. En medio de millones de miradas, de hombres y mujeres, ese flechazo fue un milagro de Dios”.
Lucy se separó de su marido, afrontó el escándalo y se casó con Géchem que, a su vez, se divorció de su mujer.
Pero vino el largo secuestro del senador Géchem y el galante Jorge Eduardo encontró consuelo en brazos de Gloria Polanco de Losada. “Cuando el amor llega así de esa manera, uno no se da ni cuenta”, como dice “Caballo Viejo”, la canción del venezolano Simón Díaz.
La soledad, la orfandad, la humillación, la crisis de salud, sumados a la necesidad apremiante del afecto cercano, lo llevaron a enamorarse de una compañera de cautiverio, la muy bonita Gloria Polanco, casada por ese entonces con Jaime Losada, asesinado “accidentalmente” por la guerrilla en una carretera del Huila.
Lucy lo confirmó tras la liberación, la primera noche. “Ya no era mi marido”. Y salió enfurecida y burlada a contarlo al país. Su mayor protesta era porque Géchem le escribía, hasta semanas antes, que la adoraba y necesitaba su esfuerzo y presión para sacarlo de la selva.
¿Y cómo entender –me decía- que mientras Jaime Losada luchaba por la liberación de sus hijos (quienes regresaron a la normalidad) y el regreso de su mujer, ésta comenzaba un romance con Jorge Eduardo?
El tema circuló profusamente por el Huila y en las fiestas sampedrinas sonó más que el sanjuanero. Lucy fue a varios eventos, triste. Gloria estuvo radiante. Y Géchem, prudente, descansaba. O sufría.
Después vinieron los libros. El del político para empezar su campaña al Senado. Y el de Lucy para defenderse de su marido, quien la había acusado de despilfarrar todo lo que habían construído en sociedad. Se peleaban por algo más de cinco mil millones de pesos.
No me imagino al educado y mesurado Jorge Eduardo persiguiendo con un garrote a Clara Rojas por todo el campamento, dispuesto a acabar con ella —hasta que Murillo intervino para protegerla—, como lo relata Alan Jara, ex gobernador del Meta y compañero de infortunio en el secuestro que por más de seis años padecieron a manos de las Farc.
Pero sí lo veo en plan de galán enamorado, como lo confirma Jara en su libro, con muchos detalles:
“A Gloria le correspondió el primer piso del camarote; a Géchem el segundo. Como tenía problemas de columna, se le dificultaba subir; pero encontró la solidaridad de un cabo del Ejército, Arvey Delgado Argote, hoy sargento mayor —y liberado por el Ejército en la Operación Camaleón, agregamos nosotros—, que lo esperaba a que terminara la “visita” social, y después lo ayudaba a llegar al camarote. La afinidad con Gloria era evidente. Se mantenían aparte. Por la noche nos ponían cadenas, excepto a Gloria y a Géchem”.
¡Genio y figura hasta la sepultura!
Un amigo que lo estima dice que si hubiera leído alguna obra, incluso de aventuras o de muñequitos, en las antesalas que les ha hecho a los funcionarios, en busca de favores, tendría una cultura enciclopédica.
Pero eso no le importa al “jefecito”, que es como Géchem llama a pobres y ricos, encumbrados o humildes. Mientras haya política y mujeres, la vida es una gloria. Es una condición natural de la familia Turbay, de origen libanés. En esas dos “artes” y la de hacer dinero son exitosos, entre otras cosas porque “los turcos se ayudan unos a otros y luego se vuelven a ayudar conforme sea necesario”.
Jorge Eduardo ha hecho propios estos versos que resumen su filosofía de vida: No te mates por saber/que el tiempo te enseñará/que no hay cosa más bonita/que saber sin preguntar.
Géchem ha perdido en hechos violentos a varios de sus familiares: su pariente Diana, hija del ex presidente Turbay Ayala. Los hermanos Rodrigo y Diego Turbay, quienes junto con su madre fueron masacrados por la guerrilla en el Caquetá. Su secuestro también se puede incluir como una desgracia familiar. Pero nunca se queja, ni recrimina. No salen de su boca reclamos ni su alma se siente amargada o vengativa.
¿Manso? ¿Mediocre? ¿Sabio? ¿Mañoso? ¿Oportunista? Posiblemente todo, al tiempo.
Un sello de su personalidad es la espera indefinida para tomar decisiones, un acto de marrulla superior que puede desesperar al contrario. Y no porque le falten criterios sino, a la espera de ver quién da más. Nadie le conoce posiciones contundentes, con excepción de la separación de su mujer, después del secuestro. Géchem no es de blanco y negro. No es una moneda de cara y sello sino un dado de parqués con infinitas posibilidades, donde casi siempre él gana.
En política su ideología es la utilidad neta.
“Un episodio que me sorprendió mucho —comentó Jara— fue que Géchem hubiera escrito un libro y el prólogo lo hiciera el presidente Uribe. Lo digo porque cuando jugaba ajedrez con él uno de sus temas favoritos era jactarse de que no era uribista, tal y como lo reafirmó en las pruebas de supervivencia de 2003. Además, me hablaba de lo indolente que era el presidente. Siempre criticó su posición frente al acuerdo humanitario, la política social y la reelección entre otras cosas. Claro que conociendo cómo había actuado en la selva, no ha debido sorprenderme nada”.
Jorge Eduardo Géchem, toda la vida liberal, se declaró uribista y se inscribió en las listas oficiales de ese partido. Para premiar tan fenomenal cabriola, le concedieron el número tres, todo un privilegio para un aterrizaje tan forzado, tanto o más que el efectuado por la guerrilla con un avión de la empresa Aires en una carretera del Huila, de donde lo bajaron y secuestraron.
Sobre sus posibilidades electorales nadie presagiaba un buen resultado, pero se ganó el regreso al Senado, “songo, sorongo”, de casa en casa, tocando la puerta de antiguos líderes y con apoyos decisivos como el de su pariente Julio César Turbay Quintero, contralor general de la República, doña Nydia Quintero, hoy de Balcázar, y viejos benefactores de contratos y puestos concedidos por más de veinte años como congresista.
Usted puede insultar, agredir, maldecir a Géchem y él, sin inmutarse, le volverá a decir “jefecito, no se incomode”. Puede lanzarle puyas e invitarlo, casi forzarlo a la controversia y siempre encontrará como respuesta una evasiva. Posiblemente se haga el sueco, el que no entiende.
En síntesis, “tiene mucha correa”, más que San Agustín. Inmensa paciencia, casi benedictina. Y una habilidad tan grande que su mayor destreza es saberla disimular.
Tanta habilidad tiene Géchem, que durante su secuestro consiguió novia y puso a los guerrilleros a cargarle el morral, mientras los demás se echaban al hombro sus cosas.
“La cama más ancha era para Gloria y Géchem. Sólo a él le traían una bolsa de leche. La droga que necesitaba Murillo se la daban a Géchem”, comenta Alan Jara en su Mundo al revés.
Y, como si fuera poco, simuló estar impedido para caminar, obligando a los guerrilleros a cargarlo.
Al regreso de la selva acusó a su mujer de robarle más de tres mil millones de pesos, él que nunca ha montado una empresa. Sólo algunas notarías...