En mis tiempos de la escuela de Pitalito, Huila, el terror lo teníamos identificado. Era un aventajado muchachito que partía ladrillos, como cualquier karatista profesional, y lo hacía delante de todo el colegio. Con una mirada de “trompe-buque”, salíamos despavoridos.
Lo que sucede en estos tiempos es peor: sin desestimar el llamado “matoneo”, protagonizado por jóvenes que no llegan a los 15 años y que agreden solos o en grupos a niños menores, el pavor moderno es el acoso cibernético.
Según Diego Molano Aponte, director del Instituto de Bienestar Familiar, el llamado ciberbullying está causando deserción escolar. Ponen fotos incómodas, cuando no vulgares, en Facebook; envían mails groseros, ofensivos y no tienen reparo en contar historias sexuales. Burlarse parece ser lo más sencillo.
“Es un fenómeno nuevo pero creciente, que nos preocupa”, dice Molano, quien reflexiona que el asunto debe ser enfrentado con inteligencia por parte de los colegios y el Ministerio de Educación.
Se queja el funcionario que muchos rectores y directores de disciplina optan por pedirle a los estudiantes “que aprendan a defenderse”, agravando el problema.
Molano dice que el país no está preparando para enfrentar esta avalancha porque es vedado aplicar el Código Penal, a niños entre 8 y 14 años. Bienestar Familiar está buscando entre normas de policía cómo trasladar la responsabilidad a los padres de los menores agresores.
“Es muy importante que la comunidad y las familias comiencen a evidenciar los síntomas del matoneo. Cuando comience a ver que su hijo está como triste, que no le dan ganas de ir al colegio, que anda achantado, que realmente siente presiones, a veces aparece con moretones y no dice nada…algo grave está pasando en el Colegio”.
Molano, conmovido por el aumento de las quejas, dice que el asunto debe identificarse como un problema grave. “En el caso particular del Icbf, estamos en el desarrollo de un protocolo, para atender por un lado a los niños agresores y por otro a los agredidos. Es una intervención con defensores de familia, trabajadores sociales, psicólogos, nutricionistas, e identificar muy bien cuáles son los problemas de estos niños que están agrediendo sistemáticamente a los otros”.
Otro asunto complicado, peliagudo, dramático, es el relacionado con la explotación, mal llamada prostitución infantil, y el consumo temprano de drogas alucinógenas.
Molano dice que se han detectado corredores y mafias que inducen a los niños a la prostitución. Y resalta como espantoso que fue detenido un padre de familia que cobraba por los servicios sexuales de sus hijitas entre 12 y 14 años.
En relación con el consumo de drogas, este caso “le partió el alma”: un niño de 10 años que en una misma semana en el colegio, era policonsumidor, consumía marihuana, bazuco, tomaba alcohol y también estas drogas sintéticas, un líquido químico del computador y lo huelen. Eso en una sola semana. Sucedió en Bogotá.
“Es una situación muy compleja. Los niños están recibiendo en sus propios colegios la droga. Hay que tener mucha fortaleza a esa edad para poder decir que no. Esa es la gran preocupación que tenemos hoy….”.
“Primero los inducen, luego les generan el vicio. Están dentro del colegio, son los mismos amigos. Después de que los inducen les dicen venda, luego los meten en un delito, y ahí se vuelve una cadena inmanejable, un círculo vicioso muy complicado para un niño”.