Propone alguien en la Junta directiva de Millonarios que se devuelvan dos de las trece estrellas que a juicio de un sector decente de las directivas fueron obtenidas gracias a la omnipresencia de los dineros calientes en el fútbol, como los llamaba en su época el asesinado ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla. La propuesta ha suscitado reacciones en favor y en contra, sobre todo por la dificultad de establecer la línea entre lo que fue mal habido o lo que se ganó en franca lid, desde el punto de vista estrictamente deportivo.
En una historia de casi 40 años en la que los colombianos saben perfectamente quiénes son los dueños del balón y que con muy contadas excepciones se le ha puesto el pecho a esta papa caliente, no es fácil dirimir semejante disyuntiva. Un fenómeno deportivo que en ningún caso es ajeno a una realidad en la que los “traquetos” se apoderaron poco a poco de las acciones de los equipos de fútbol y en la que los directivos de los clubes abrieron la puerta a los nuevos mecenas como solución a sus temas de liquidez y de cifras astronómicas que ya exigían este popular deporte.
Que Gonzalo Rodríguez Gacha se había hecho al control del ballet azul y que aún años después de muerto sus viudas seguían con la camiseta puesta, no era secreto para nadie. Se conoció que gracias a los dineros provenientes del tráfico de estupefacientes se podían contratar jugadores que en condiciones normales no habrían podido ser adquiridos por los empobrecidos clubes colombianos. Se supo que en algunas ocasiones compraron árbitros y resultados. Se vieron los fantásticos estímulos que recibían los jugadores al capricho del capo que en su momento quisiera demostrar superioridad frente a sus rivales, cuando la guerra de carteles se vivía intensamente en las canchas de fútbol.
No era ni mucho menos desconocido que el América era del Cartel de Cali y el Nacional del Cartel de Medellín. Fueron famosas las escenas en las que uno de los acompañantes de Evaristo Porras cuando le tendió la trampa al ministro Lara con un cheque de un millón de pesos, un hombre de Pablo Escobar llamado Luis Carlos Molina Yepes, exhibía en plena cancha un fajo de dólares para presionar al árbitro y lograr que el partido se inclinara a favor del Nacional, cuando su accionista mayoritario era el lavador de dólares Jorge Hernán Botero, que fue extraditado y ya pagó cerca de 20 años de prisión. Escobar se hizo al control del Nacional y para ello tuvo que asesinar a Pablo Correa Ramos que representaba los intereses de Botero.
Era un secreto a voces que el Envigado fuera fundado con los dineros de Pablo Escobar como su Plan B cuando en el Nacional o en el Deportivo Independiente Medellín no podía actuar como emperador, aunque controlara un importante paquete accionario en ambos equipos. Cuando murió Escobar, Gustavo Upequi heredó por efectos del testaferrato el Envigado Fútbol Club. Fue éste el que asesinó luego al ¨Bandi¨, Cesar Villegas, dueño de Santa Fe, porque le “tumbó” el dinero del traspaso de un jugador. Y como el que a hierro mata a hierro muere, años después ¨Don Berna¨, Diego Murillo, se encargó de Upegui.
Casi nadie en Pereira ha olvidado que Octavio Piedrahita fue el que controló durante años el Deportivo Pereira y que el Deportivo Cali tuvo que soportar la embestida permanente de los del norte del Valle, los Urdinola y los Henao, o de Phanor Arizabaleta Arzayús, quien también tenía acciones en Santa Fe. Y en la costa aún recuerdan el auge del Unión Magdalena con la llegada de Eduardo Dávila Armenta. Las historias llegan al asesinato de Jorge Arturo Bustamante, expresidente del Envigado y del Cúcuta Deportivo, relacionado con el secuestro de Manuel Guillermo Cuchilla Zuluaga Salazar, miembro del cartel de Medellín e inversionista en ambos clubes, además del Envigado.
Santa Fe no se ha ganado ninguna estrella con la ayuda de los dineros calientes pero si ha estado bastante estrellado con sus socios y accionistas. Nombres como Julio Alberto Lozano Pirateque, conocido como don Jota o Patico, esmeraldero enemigo del viejo “zar” Víctor Carranza, Tulio César Bernal, Claudio Javier Silva Otálora, Luis Agustín Caicedo y Luis Eduardo Méndez, relacionados de una u otra manera con tráfico de drogas o lavado de activos o con sociedades de Daniel el loco Barrera, por ejemplo, han empañado la historia del expreso rojo después de el Bandi.
No se ha investigado mucho pero la Dimayor no ha sido extraña a estos juegos peligrosos, aunque ocasionalmente en la prensa regional salen notas sobre futbol y capos locales. Pero es fácil pensar que ningún equipo se quedó por fuera de la bonanza cocalera. Ni el Cortuluá se ha escapado a esta fiebre traqueta. El tesoro norteamericano metió hace algunos años en la Lista Clinton al Cortuluá porque pertenecía al famoso narcotraficante Alberto El Beto Rentería, hermano de Poncho Rentería.
La lista de traquetos en el fútbol es larga. Y los triunfos con ayudas non sanctas puede ser mucho más extensa. Pero identificarlos requiere una investigación de esas que no llegan a ningún Pereira. Nadie la va a hacer. Pero si de lo que se trata es de una actitud autocrítica, como se dice en política, o de arrepentimiento como se llama cristianamente, puede resultar interesante que en los caminos hacia la paz y la reconciliación, en la ruta de la verdad y la reparación y en el sendero de conseguir justicia, se genere un sentimiento de nunca más, como condición para garantizar que se supere ese triste estadio de que lo que se permite se repite. En ese sentido sería un buen ejemplo el paso que quieren dar las directivas de Millonarios.
Pero eso implicaría que muchos colombianos empezaran a devolver lo inmerecido por cuenta de los dineros de la droga. Cuántos reinados no se compraron por cuenta de los poderosos del tráfico ilegal de drogas. Habría que pensar en devolver las coronas. Y qué decir de los ¨corones¨ que sirvieron para comprar funcionarios y ganar licitaciones, o montar negocios que ya hoy hacen parte de la historia empresarial del país. El fenómeno de Drogas la Rebaja que se dio en otras supertiendas farmacéuticas, o en casas de vinos, en casas de cambios, en compraventas de carros, en hoteles, en agencias de viajes, en transportadoras, discotecas, bares restaurantes, industrias de pollos, de papelerías, en sanandresitos, importación computadores, en fin, en esa camada de prósperos empresarios que comenzaron hace más de 30 años en los que siempre se sospechó que sus dueños aunque no tuvieran líos judiciales algo le habían revuelto a sus negocios.
Y dónde dejar los expresidentes que no pueden devolver la presidencia y que de alguna u otra manera dejaron que a sus espaldas entraran los dineros del narcotráfico para desbalancear unas elecciones. Cuántos expresidentes se hicieron los locos con los locos giraldos y sus ayudas desinteresadas, o con los locos nader bien relacionados con el poder mediático y que servían de mensajeros de Pablo Escobar. Cuántos expresidentes recibieron las atenciones de Pastor Perafán y las bondades de sus fiestas en su Chinauta resorts. Cuántos expresidentes se reunieron con los carteles en Panamá y recibieron sus generosos aportes. Cuántos expresidentes conservadores se hicieron los de la vista gorda con los dineros de Gilberto Molina el esmeraldero y narcotraficante que luego mató Rodríguez Gacha. Cuántos se hicieron los locos con los locos barreras y los mancusos y don bernas, así los hayan extraditado posteriormente.
Pero sí se siguiera con esa actitud autocrítica, cuántos parlamentarios tendrían que devolver su curul por haber ganado gracias al oxígeno que le suministró algún capo regional. No los que están presos, que esos ya de alguna manera están pagando. Sino los que aún gozan de buena salud política pero que todo el mundo sabe que también le revuelven a la hora de juntar votos. Y para coger ese trompo en la uña qué hacer con los reputados periodistas que se hacían los locos con los dineros que servían para montar empresas periodísticas, ya fueran del bandi o del pastor. Y los periodistas deportivos que recibieron premios por hablar bien del equipo de tal o cual capo.
Porque de qué sirve que algunos ciudadanos lleguen a la conclusión de que hay que arrepentirse y hacer acto de contrición por haber sido permisivos con las inyecciones de los narcotraficantes en alguna actividad, si no se entra en una franca revisión de lo que ha penetrado y distorsionado el dinero de la droga, no solo en materia deportiva, sino en la económica, la social, la política, la judicial; en la policía, en los militares, en las iglesias porque hasta el cura García Herreros desde el más allá debiera devolver algo. Y los nuevos pastorcitos mentirosos que ahora se camuflan en Cristo devolvieran las hostias.
Casi que habría que devolver la historia para que aquellas periodistas que se sedujeron con el poder de Escobar o con la pinta de Ledher, o con la elocuencia y estampa de Carlos Castaño o la elegancia de Salvatore Mancuso revisaran, al ritmo del ballet azul cuánto se pudieron equivocar. O que aquellos que fundaron medios de comunicación con dineros de los barones de la droga pensaran en resarcir de alguna manera a la sociedad. O que los hoteles que se ganaron sus estrellas como se las ganó Millonarios compensaran algo para algún beneficio social.
O que los futbolistas o artistas que crecieron gracias al amparo de un capo devolvieran parte de su estrellato con obras sociales, como lo hace Shaquira. Para que aquellos futbolistas que como el pipa Antony de Ávila saludaba orgullosamente al final del partido a Don Miguel Rodríguez Orejuela, o como René Higuita que visitó orondo a su patrón en la Catedral, o a Maturana, el Chiqui García, Pimentel y tantos otros que consintieron por decir lo menos, o justificaron la presencia del narcotráfico en el fútbol, llegaran a la conclusión de que su actitud fue cómplice del secuestro del árbitro Armando Pérez, del asesinato del árbitro Álvaro Ortega, del asesinato del futbolista del Atlético nacional Omar Darío El Torito Cañas, de la vinculación con el cartel de Medellín y su posterior asesinato de Felipe Pérez, exjugador de Selección Colombia juvenil, del Nacional y del Envigado Fútbol Club, o incluso del asesinato de Andrés Escobar, el caballero de la defensa de la selección Colombia, que murió por una apuesta mafiosa.
Solo con mirar el daño que han hecho los capos en nuestras propias narices se podría llegar a una acción restauradora de la moral pública, de la ética deportiva, de la honradez política y administrativa, de la probidad judicial y del ejemplo que debiera caracterizar a las fuerzas armadas. Pero lo que hay que ver.
Para lo que hay que devolver...
Jue, 27/09/2012 - 00:33
Propone alguien en la Junta directiva de Millonarios que se devuelvan dos de las trece estrellas que a juicio de un sector decente de las directivas fueron obtenidas gracias a la omnipresencia de los