Tradicionalmente cuando un primer mandatario termina su período de gobierno, da un paso al costado para quien le suceda en el cargo tenga la oportunidad de iniciar su obra sin tropiezo alguno. Sin embargo, este no ha sido el caso del expresidente Álvaro Uribe Vélez, empeñado en volverse la piedra en el zapato de Juan Manuel Santos, mientras se rumora que aspira a regresar a la arena política como cabeza de lista de Senado o como fórmula a la Vicepresidencia.
Me atrevo a asegurar que aunque en ambos casos sería una figura incómoda para el Gobierno de turno, como vicepresidente lo sería aún más.
Álvaro Uribe está acostumbrado a dominar las situaciones, a que todos le obedezcan sin oponerse a sus instrucciones, y dudo mucho que esté dispuesto a obedecer al mandatario de turno y a seguir su línea en caso de ser elegido bajo una fórmula vicepresidencial, que claramente escogería a su candidato como presidente de la república por el arrastre de su figura, más no porque realmente pegue o agrade al pueblo.
Será difícil para Álvaro Uribe mantenerse callado en momentos en que su presidente tome una decisión que no sea de su agrado, o que algún ministro del gabinete ejecute una acción con la que no esté de acuerdo. Dudo mucho que el primer mandatario pueda callarlo, de la manera como hizo Juan Manuel Santos con Angelino Garzón, quien no lo reconoce como su jefe porque, según él, no es vicepresidente por nombramiento, sino elegido por voto popular.
Con Uribe se podría presentar una situación peor, porque su temperamento explosivo provocaría incendios difíciles de apagar. Pero además impartiría instrucciones que con seguridad estarían por fuera de su capacidad de mando, y también sería muy curioso ver a Álvaro Uribe defendiendo la situación de los derechos humanos en Colombia, cuando este es un tema que a él no le gusta mucho, entre otras cosas porque el sector que más ha sido golpeado por la derecha extrema (sindicalistas, ONG de izquierda, etc.), no ha dudado en tildarlo de aliado de la guerrilla.
Quizás la idea de que Uribe sea candidato a la Vicepresidencia corresponda más a una estrategia de sus amigos para que llegue al poder, tras la renuncia del presidente electo. Pero su condición de expresidente que legalmente lo inhabilita para ocupar el cargo de primer mandatario pondría al país en una discusión y un debate sin salida, porque se supone que el vicepresidente sube al poder en ausencia total del presidente, y en este caso el vicepresidente sería Álvaro Uribe Vélez.
En todo caso, es de anotar que no sería extraño que esto ocurriera, porque si algo demostró Álvaro Uribe mientras ocupó el cargo de Presidente de la República, es que las normas y las leyes le importan poco a la hora de hacer realidad su deseo de mantenerse en el poder. Será por esto que sin que me disguste como primer mandatario, debo reconocer que me gusta muchísimo más en su papel de expresidente.
Cambiando de tema, con la discusión del Plan de Desarrollo presentado a consideración del Concejo de Bogotá por el alcalde Gustavo Petro, creo que al cabido distrital le llegó el momento de demostrarle a la ciudad que puede ejecutar debates serios y quitarse el estigma de ser la vergüenza de la política en la capital, gracias a la politiquería y clientelismo de algunos concejales que de tiempo atrás han hecho de la ciudad su caja menor.