Ahora resulta que todos conocen a Claudia y que todos le creen y todos saben quién la violó. Y como a la gente hay que creerle pues a Claudia Morales hay que creerle lo que dice, pero ahora todos le creen hasta lo que no dice. En este desafortunado y doloroso episodio para ella ha quedado al desnudo el morbo de una vanguardia mediática que pretende aprovechar la denuncia para explotar las más bajas pasiones de sus seguidores y para sacar réditos políticos de una manera vil y descarnada. Para ellos Claudia si quería decir el nombre de su victimario pero se los dijo en clave, algo sí como blanco es, gallina lo pone y frito se come.
Para esta vanguardia mediática sencillamente el derecho al silencio que reivindicaba en su columna la periodista es un mero truco para generar expectativas y lo que ella en realidad pretendía era poner a Colombia a resolver el acertijo a partir de las pistas que daba. A ellos les cayó como anillo al dedo la confesión del secreto de la periodista en momentos en que sienten que existe una amenaza real de que la derecha retome el poder en Colombia. Una vez más se puso de presente la falta de objetividad periodística, el afán protagónico, la irresponsabilidad para generar cacerías de brujos y el oportunismo político mamerto.
La denuncia abstracta de Claudia Morales sobre su presunto violador (porque curiosamente en este caso a los periodistas que ya saben quién fue el violador se les olvidó la palabra presunto que rigurosamente usan para referirse a quien aún no ha sido juzgado) se ha instrumentalizado con el propósito de intentar dar el golpe de gracia al único poderoso malvado que existe para ellos: el expresidente Alvaro Uribe. Muy pobre favor le presta este periodismo militante a la causa de las víctimas de la violencia sexual al intentar aprovechar contexto y circunstancias de suceso para canalizar los miedos de la periodista y su derecho al silencio.
Esta horda de periodistas antiuribistas han montado todo un andamiaje mediático para que este caso pueda ser la estocada final contra Uribe. No descansarán ni dejarán en paz a Claudia Morales hasta que le saquen a punta de acosos periodísticos que el violador tiene fincas en Córdoba, o que le gustan los caballos u otras pistas que alimenten gota a gota lo que para ellos es caso juzgado. Este clan de periodistas que hacen causa común para cascarle a Uribe saben que el momento es clave para sembrar la duda con sindicaciones indirectas y especies mediáticas que cumplan aquel papel según el cual de la calumnia algo queda.
Lo irónico es que quienes pretendieron dárselas de listos y encontrar rápidamente en Uribe el culpable le han hecho a Claudia más daño que beneficio. Sus culiprontas posturas y listillas deducciones han hecho aparecer a Claudia como protagonista de un montaje contra Uribe y por supuesto han desatado la furia y las exageraciones perversas contra la periodista por parte de la fanaticada uribista. Es decir que ese tiro parece haberles salido por la culata y lo que han logrado es revictimizar a Claudia. Su afán por encontrar siempre la sombra de Uribe en todo lo malo que pase en Colombia los enceguece hasta el punto de no medir consecuencias.
Ahora tienen a Claudia Morales contra la pared y pretenden que suelte ya el nombre de su violador porque ellos creen saber a ciencia cierta que fue Uribe. Y así han colocado a Claudia en la picota pública porque si no dice el nombre lo entenderán como una aprobación a su aventurera hipótesis y si lo dice y y dice que es Uribe le dará la razón a quienes creen que es un montaje orquestado para atacar a Uribe. Quedaría con el pecado y sin el género ante las imposibilidades probatorias. Y si lo dice y no es Uribe nunca le van a creer y la acusarán de haberse retractado por temor o por el soborno de Uribe. No aceptarán otra verdad.
Esta vanguardia mediática sabe que ellos tienen patente de corzo para la especulación y hasta para la difamación. Juegan con la sensibilidad de que todo cabe en una sociedad que necesita ansiosamente culpables ante la desbordada impunidad que ya hizo que la sal que se corrompiera en el mundo de los togados, que pasa por la cuestionada cesión de curules a los guerrilleros para que hagan proselitismo con sus dineros del narcotráfico encaletados y que atraviesa cínicamente por el notorio encaletamiento del caso de los dineros de Odebrecht en la campaña del presidente Juan Manuel Santos.
Este periodismo militante que dejó de lado la idea de encontrar la verdad para dar paso a la especulación y que renunció a la búsqueda de la justicia para suplantarla por el linchamiento mediático se ha desbordado y la sociedad tiene que ponerle límites. No puede el cuarto poder caer tan bajo. No se puede arrastrar por las tendencias más bajas de las redes sociales. Una cosa es tener posiciones frente a la derecha o incluso ser simpatizante de la izquierda y otra cosa es empujar a la sociedad hacia emociones que golpeen a su enemigo así se lleven por delante las causas del maltrato a las mujeres o los derechos de las víctimas.
Y en esta cadena trágica de revictimización de Claudia no faltarán por un lado las voces de quienes ahora conocen a Claudia hasta por su modo de caminar, que dirán que menea la cintura y para la cabeza y mueve la cadera como si fuera a bailar. Y del otro bando cada vez más escribirán que los muchachos malos se burlan de Claudia y le ponen nombre cuando sale a caminar, que le dirán candela y la bomba ariaca. Pobrecita Claudia no la dejan descansar porque en los medios y en las redes sobrarán quienes le dirán Ay no llores Claudia no llores, pero aumentarán sus miedos porque todos le aseguran que Él aquí vuelve otra vez.
Yo conozco a Claudia
Lun, 29/01/2018 - 11:19
Ahora resulta que todos conocen a Claudia y que todos le creen y todos saben quién la violó. Y como a la gente hay que creerle pues a Claudia Morales hay que creerle lo que dice, pero ahora todos le