La guerra y la paz

Lun, 18/11/2013 - 08:13
Como el lugar común impera sin remedio, en últimas, la próxima elección a la presidencia se va a decidir entre el candidato presidente que negocia la paz con las Farc y el candidato del expresiden
Como el lugar común impera sin remedio, en últimas, la próxima elección a la presidencia se va a decidir entre el candidato presidente que negocia la paz con las Farc y el candidato del expresidente que le apuesta a la guerra. El asunto es que guerra y paz no están dejando ver que detrás de ambos está la misma línea de pensamiento económico que llevó a los campesinos al paro agrario y que tiene a las élites económicas criollas a punto de perder su identidad como un establecimiento monolítico. Esa línea no es otra que el credo neoliberal adoptado al pie de la letra por Uribe y por Santos. En virtud de su aplicación, el choque entre los intereses de industriales, comerciantes y agrarios, está fraccionando y resquebrajando a esa clase rica tradicional ¡Hasta eso! Cosa que no estaba a la vista y cuyo descontento ya va siendo hora de que sea manifestado políticamente. Como tampoco se ve, que la tecnocracia que a los dos soporta lo que ha hecho es, en nombre de un supuesto bien del país, desarrollar los marcos jurídicos e institucionales que favorecen los negocios del gran capital, en los que se sustenta el libre mercado. Como tampoco se ve, que el común denominador del éxito de ese modelo y de todos los grandes negocios que promueve está basado en el abuso. Como tampoco se ve, que el debilitamiento del Estado que impone, lo que hace es facilitar ese abuso y poner a los gobiernos a presentar avances “de mentiras” en materias como inclusión, equidad, respeto de derechos, protección y optimización de recursos, empleos formales y dignos, operación de servicios como la salud, cuenta que aquí no termina. Claro que la paz y la guerra son de importancia suprema para cualquier sociedad. Pero Colombia es tan rara, que se está apostando a salir del problema sin rozar siquiera ninguno de los factores de fondo que lo han generado y que día a día crecen. En eso están los que apoyan la paz  y mucho más los que prefieren la guerra. Como pinta la cosa, por más recursos públicos que el gobierno continúe invirtiendo para reelegirse y a pesar de la oposición contradictoria que el uribismo continúe haciéndole a la negociación con las Farc, las votaciones de Santos y Zuluaga los pondrán en una segunda vuelta. En esas circunstancias, el o los candidatos de centro (aquí no cuentan las dos de la izquierda, por obvias razones) que en primera vuelta los sigan en votos, tendrán la opción de definir la elección, dando su apoyo al uno o al otro, para esa segunda vuelta. Tan factible es eso, como deseable que al momento de negociar tal apoyo las fuerzas definidoras exijan poner los intereses reales nacionales sobre los de los promotores del modelo globalizador: su verdad cruda es más que evidente en todo el mundo. La realidad indica que tampoco esta vez se configurará la fuerza electoral de un movimiento (el voto en blanco, por ejemplo) que busque cambiar este estado de cosas y que gane las elecciones. Ese definidor, sin necesidad de triunfar electoralmente puede incidir en ese cambio y, con ello, proyectar su propio futuro.
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