En un barrio del norte de la capital colombiana, un sirio cocina y vende las recetas heredadas por su madre mientras espera que la cruenta guerra que vive su país termine para poder reunirse algún día con su familia.
Almotaz Bellah Khedrou nació en Damasco, tiene 32 años y vive en Colombia desde 2014.
“Salí de Siria porque el mejor amigo de la familia de mi esposa es el mejor amigo de mi papá”, relató Khedrou.
De esta manera, se conocieron ambas familias, intercambiando experiencias, hablando sobre sus países hasta que la comunicación se hizo cada vez más cercana entre Almotaz y la colombiana Jessica Díaz.
“Cuando me habló de Colombia, de su familia, yo sentí algo especial con ella. Yo sentí paz con ella. Comenzamos a hablar todo el tiempo por chat, videollamadas […] poco a poco me enamoré de ella”, dijo Khedrou sobre Jessica, quien ahora es su esposa.
En un principio, la pareja tenía planeado el viaje de Díaz a Siria para poder formalizar la relación y casarse. “Pero cuando comenzó la guerra en Siria la situación se complicó”, explicó Almotaz, quien finalmente tomó la decisión de emprender un viaje a Colombia y así reunirse con la mujer a la que amaba.
Así que una noche, él salió con su padre hacia la frontera con el Líbano, donde le pagaron a unos agentes de la Policía para que lo dejaran cruzar y quienes le advirtieron que, una vez saliera, no podría regresar.
Allí solicitó la visa de turista para Colombia, pero se la negaron, así que siguió su camino hasta Turquía, en donde se alojó casi durante casi ocho meses.
Aunque las dificultades seguían aumentando, Almotaz no se rindió. Finalmente, la solución fue casarse con Jessica. Él en Turquía y ella en Colombia via Skype.
Con ayuda de un amigo, el joven pudo pagar un viaje de dos días desde Estambul hasta Ecuador en donde esperó siete días más y, finalmente, llegó el momento que tanto esperaba: el encuentro con su esposa en Ipiales.
Refugiado en Colombia
“El tema de los refugiados es pésimo. Digo la verdad. Porque cuando entré a Bogotá pedí el refugio y me dieron refugio después de seis meses”, un periodo en el que, según él, a las autoridades “no les importa en dónde estás”.
Después de conseguir su estatus de refugiado, afirmó Almotaz, tampoco le brindaron ayuda.
El sirio empezó a buscar maneras de generar ingresos para poder brindarle una buena vida a su esposa quien pronto quedó en embarazo de un niño.
“A mí me encanta la cocina, mi mamá es cocinera. Yo quería un carrito y vender quibbes y comida”, recuerda de esta manera cómo empezó con su proyecto: Al Banun.
Al Banun, significa “hijos bendecidos” en árabe y es la propuesta culinaria y de vida de Almotaz.
“Es mi negocio, mi sueño y mi dinero”, dijo, y agregó que su mamá le enseñó “día a día durante un año por Skype, dos o tres horas, las recetas”. “Por eso nadie puede conmigo. Porque son recetas de casa, de Damasco”.
Lo que comenzó como un carro de comida árabe, pronto se convirtió en un local en el barrio de Cedritos, en Bogotá, donde según dice “la gente hace fila para comer, llegan de todos lados”.
La guerra en Siria
En marzo de 2011, el pueblo de Siria, inspirado por los acontecimientos de Egipto y Túnez, se levantó contra el régimen de Bashar al-Assad y exigió reformas políticas y libertades.
Lo que comenzó como manifestaciones pacíficas rápidamente se convirtió en una guerra civil cuando el pueblo sirio se vio obligado a tomar las armas para defenderse de un régimen violento.
Ahora en su décimo año, el conflicto sirio continúa sin un final inmediato a la vista.
“Mi país está en una situación tenaz, difícil, una guerra muy muy dura. La única cosa que yo quiero decir es que me falta tener mi familia al lado mío”, manifestó Almotaz.
“Cada día, cuando mi familia me llama, yo siento miedo de recibir cualquier noticia mala. Mi familia está viviendo en una situación súper dura”, detalla.
Almotaz ha condenado esta guerra “entre sirios y sirios”, por la cual ha visto morir a soldados y personas. “Entraron a mi casa”, relató. “Tomaron las terrazas […], escuchábamos gritos, vi muchos soldados sacando cuerpos con sangre en mi casa día y noche”.
“Mataron a un amigo. Lo sacaron a la calle. Nosotros por la noche escuchamos gritos y lo mataron y se lo llevaron”, recordó.
Al repasar las complicadas situaciones por las que él y su familia han pasado estos 10 años de guerra, Almotaz solo puede esperar el día en el que este prolongado conflicto llegue a su fin.
“La única cosa que yo digo a toda mi gente en Siria es que yo los amo mucho. En mis oraciones pido por ellos, que estén bien. Pido por mi familia en Siria por todos los sirios”, lamentó.
Almotaz, pese a la tristeza por la distancia de su familia, hizo de Al Banun su refugio en Colombia en donde vive con su amada Jessica y su hijo con el sueño latente de un día poder visitar una Siria en paz.
Por: Daniela Alejandra Mendoza Valero / Anadolu