¿Pena de muerte en Colombia?

Mar, 11/08/2015 - 15:22
No es la primera vez que escribo en un medio nacional sobre el asunto, mucho menos es la primera vez que el tema se discute en Colombia y no será la última vez que la pena de muerte esté en los cí
No es la primera vez que escribo en un medio nacional sobre el asunto, mucho menos es la primera vez que el tema se discute en Colombia y no será la última vez que la pena de muerte esté en los círculos de discusión nacionales. Juliana, la bella futbolista que aparentemente ingresó una sustancia prohibida al gigante asiático y que podría enfrentar la cadena perpetua o la pena de muerte, trajo a colación la medida penal, que según algunos sería el castigo justo para muchos de los crímenes que se cometen en Colombia. Poco sabemos de China desde este lado del mundo, tal vez la imagen que tenemos es la creada por Hollywood. Una nube de misterio y mito mezclado con algo de realidad, o verdades y mentiras a medias es lo que compone el imaginario colombiano sobre este país. Allá tampoco nos conocen, y salvo algunos nombres de famosos deportistas, el café o la cocaína, tampoco saben mucho de nosotros. La palabra china Zhōngguó significa: Tierra Central. Los chinos creyeron durante siglos que se ubicaban en el centro del mundo. Aparentemente esta podría ser una información sin importancia, sin embargo, sirve para entender un poco la forma de pensar y actuar de los chinos, su rigidez, sus extremos, en algunos casos, su doble moral. Recuerdo que cuando viví allí nunca pude resolver una de las miles de dudas y contradicciones que en China se presentan. Afirmaban que querían cambiar la imagen que en el mundo tienen de ellos, de ser una dictadura cruel y violadora de Derechos Humanos. Los chinos se esmeran como nadie para atender bien a los extranjeros, no obstante, persisten en la pena de muerte, en un sistema que poco respeta el debido proceso, que restringe las libertades civiles como la libre expresión o la libertad religiosa. También es cierto que todos los países son soberanos y libres de dictar sus propias leyes, incluida la pena de muerte por extremo que parezca a quien lleve consigo más de cincuenta gramos de una sustancia prohibida. Estoy de acuerdo con los chinos en que: producir, distribuir o vender drogas es un crimen muy grave, sobre todo si se analiza desde la óptica de que dicho delito atenta contra la juventud y por lo tanto contra el futuro de la nación, pero no creo que la solución sea la de aplicar la pena de muerte, sobre todo en un país con tantas falencias jurídicas y de garantías como el chino. Algo similar pasa en Colombia, ¿alguien podría imaginar a un juez con el poder de sentenciar a muerte a un delincuente, por justa que pudiera ser la pena, en un sistema como el nuestro? Lamentablemente muchos de nuestros jueces no cuentan con la preparación académica y la experiencia. Recuerden cómo una jueza dejó en libertad a un violador serial de menores aduciendo enfermedad incurable, desconociendo que el bien jurídico superior era el del menor, y que aún en contra de la Ley que permitiría dejar en libertad al delincuente enfermo, existía otra norma superior que obligaba dejarlo en una cárcel a pesar de su enfermedad. La ignorancia de algunos jueces no es el único problema, ¿Que tal semejante decisión en manos de un juez con alta carga ideológica o con intereses distintos a los de impartir justicia? o ¿un falso testigo de los carteles existentes en un proceso que pudiese llegar a pena capital? Más otros tantos pecados de nuestra justicia. La función de la pena no es solamente la de castigar al delincuente, también debe estar dirigida a persuadir al posible delincuente de no cometer el delito, pero la disuasión no solamente se logra con penas altas o graves, se alcanza con un equilibrio entre pena y probabilidad de condena, es decir, eficiencia de la justicia en condenar a los culpables o absolver a los inocentes. En Colombia debemos preocuparnos mejor por volver más eficiente la justicia, reduciendo ese bochornoso índice de impunidad que se encuentra alrededor del 90 por ciento, que por imponer más y más graves penas a los diferentes delitos. Nuestro problema no se encuentra en la cantidad o gravedad del castigo, sino en la aplicación de las normas, que termina logrando que personas proclives a cometer delitos no los cometan, pensando no sólo en los años que podrían ir a la cárcel, sino también en que existen grandes probabilidades de que si cometen estas acciones, terminarán en la cárcel. @sanvalgo  Santiago Valencia G. Representante a la Cámara
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